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viernes, agosto 22, 2025

¡Tremendo!

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Diario EL PUEBLO digital
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«No maldigas del alma que se ausenta, dejando la memoria del suicida. Quién sabe qué oleajes, qué tormentas, lo alejaron de las playas de la vida…» («Ni siquiera las flores», canción de Eduardo Darnauchans)

Suicidios hay todos los días, aquí, allí y más allá. Pero hablando en concreto de nuestro país, hay que decir que la tasa de suicidios es alarmante. Digamos, para tener una idea, que nuestro país tiene una tasa de 20,6 cada 100.000 habitantes, lo que indica que, en promedio, por día dos personas se quitan la vida. ¡Tremendo!

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El sábado conmocionó a propios y extraños la trágica muerte del futbolista Santiago «Morro» García, que se suicidó. Un comunicador capitalino reflexionaba: «¿Por qué nos conmociona tanto este caso en especial y no los dos por día, incluso algunos de adolescentes casi niños, que ocurren en Uruguay?» La verdad que da para pensar el planteo. Pero la explicación no es demasiado difícil: conmocionó más porque trascendió más, y trascendió más porque es una persona famosa. Una persona que no solamente tenía fama, también dinero, juventud, posibilidades de superación, con un pie (otra vez) en un equipo grande de Uruguay, pero además requerido por varios equipos del mundo. Y allí hay una cuestión importante: no solo se quita la vida quien está sin trabajo, o postrado, o cree que ya no tiene posibilidades de nada en la vida. Quien se quita la vida es quien está sufriendo y el sufrimiento es cuestión del alma, adonde no llega ni fama, ni dinero…Ya lo dijo una vez un profesional de la salud: «El suicida antes de querer morir, quiere parar de sufrir».

Lo cierto es que la muerte de este futbolista puso sobre la mesa un tema clave, precisamente el de la salud psíquica o mental. La noticia llega justo cuando en este diario veníamos recibiendo diferentes voces sobre el tema. Sucede que son varias las personas que buscan a EL PUEBLO como canal para expresar su preocupación sobre temas de salud en general, pero en los últimos tiempos muy especialmente referidos a la atención psiquiátrica. Los mismos profesionales, algunos por supuesto, no todos, reconocen que el Covid ha ocupado un lugar tan central, que se han descuidado muchas otras problemáticas que aquejan a la población.

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Aunque sin alejarnos de la salud, dejemos ahora esto y pasemos a un asunto que también dio bastante que hablar en los últimos días y tiene a Salto en la mira de la atención del país: el caso Blanquita Filippini. Claro que, por supuesto, hay varios puntos de contacto, quizás por oposición, porque lo de Blanquita no es querer dejar la vida sino todo lo contrario, es un canto a la vida desde la valentía y el tesón de una adolescente y una familia. Resulta que el caso quedó terminado. ASSE decidió pagarle cierto dinero, que significa de alguna manera decirle a ella y su familia: les damos esta plata porque reconocemos que se actuó mal.

Blanca Gladys Filippini Lafuente, es aquella niña que hace ya 12 años, una, dos y tres veces concurrió junto a sus padres a la emergencia del Hospital Regional Salto por fuertes dolores abdominales y alta fiebre, siendo en cada una de esas ocasiones enviada nuevamente a su domicilio con el argumento que su malestar era algo pasajero…Era sin embargo una apendicitis que, conforme transcurrían las horas, avanzó hasta convertirse en una peritonitis complicada. Este cuadro llevó a una infección generalizada que derivó, nada menos, en que a la niña -de 3 años de edad-, se le debieran amputar sus piernas a la altura de las rodillas, así como el brazo izquierdo a la altura del codo y parte de algunos dedos de su mano derecha. Cuánto dolor en la familia, en el entorno y sobre todo en esa niña, hoy adolescente, a la que se le debió apuntar partes del cuerpo por errores médicos, por indiferencia, por negligencia, por desantención. Cuánto dolor para quien no pudo jugar, correr, andar en bicicleta y tantas otras cosas que hacen al disfrute de la infancia de cualquier niño de su edad. Es decir que le amputaron partes del cuerpo pero también de la vida que mereció vivir.

Y por supuesto que no hay dinero en el mundo que lo compense. Ahora bien, claro que dentro de ese panorama nos alegramos por cómo finalizó el caso. Y queremos felicitar públicamente al Dr. Pablo Perna por el trabajo que en tantos años, en tantas idas y venidas llevó adelante en este caso. Claro que nos alegramos que el Estado haya reconocido su error. Claro que deseamos que Blanquita y su familia puedan dar un buen uso a ese dinero.

Pero también queremos decir que quedan tantas cosas resonando en nuestras cabezas… tantas cosas que parecen no cerrar…Entonces podríamos empezar a preguntar un poco: ¿Tuvo que cambiar el gobierno de este país para que el caso se resolviera? ¿Es verdad eso? ¿Es cierto que tuvo que llegar a la presidencia un tal Lacalle Pou para que, otras jerarquías mediante, ASSE dijera: que esto se termine, paguemos lo que debemos? ¿Realmente así funciona la Justicia en este país? Porque uno escucha a mucha gente, muy afín a este gobierno, decir: qué buen Presidente que tenemos, qué gobierno bueno. Pero creemos que lo que habría que decir es: ¿y la independencia de la Justicia uruguaya? ¿No preocupa eso? ¿En serio tenemos que pensar que según quién esté en el gobierno es cómo va actuar la Justicia? Si esto es así, sí que es embromado.

Además, otra cosa, y otras preguntas: ¿Y los médicos que cometieron esos tremendos errores en no tratarla debidamente y a tiempo, y ocasionaron todas las desgracias que vinieron después, dónde están? ¿Haciendo qué? ¿Qué estuvieron haciendo estos doce años? ¿Atendiendo niños que quizás llegaban con dolores abdominales? Y también: ¿qué dirá ahora aquella Ministra de Salud que tuvimos alguna vez, llamada Ma. Julia Muñoz, que destrató a la familia de Blanquita y acusó a su padre, Omar Filippini, de querer «hacer plata a costa de la desgracia de la hija»? Acusó de algo tan bajo y rastrero a un padre que prácticamente solo, él solo contra un Estado, estaba dejando la vida en la lucha por mejorar a su hija. ¿Qué dirá Ma. Julia ahora que la Justicia demostró que ese padre tenía razón? ¿Será que ya no cree en la Justicia?… ¡Cuántas cosas para pensar!

Finalmente, un pedido: dejemos tranquila a Blanquita y a su familia, a partir de ahora empecemos ya a sacarla de tanta prensa. («Prensa» en el sentido de medios de comunicación y «prensa» también, metafóricamente, en el sentido de ese aparato que aprieta). No le hace bien. Esto no significa olvidarse del caso, es más, tenerlo presente puede ayudar a que no haya otras Blanquitas, pero a ella dejémosla ya tranquila con su vida. En todo caso, si hablamos de ella que sea para ver si necesita algo en lo que podamos ayudar, nada más. Ella quiere ser abogada, pero eso no importa, hay muchas otras cosas quizás más importantes en la vida, así que tampoco estemos pendientes de eso, no estemos diciéndole constantemente: dale, estudiá, vas a triunfar, vas a ser una gran profesional. ¿Y si mejor dejamos que disfrute de su adolescencia y juventud? Después habrá tiempo… Porque cuidado, que decirle todo eso constantemente (al que le quepa el sayo que se lo ponga) es una presión, y presiones justamente, es lo que esta jovencita ha tenido demasiado, y ya no merece seguir teniendo.

Las presiones son esas cosas indescriptibles que cuando se amontonan, a veces se materializan en el nudo de una cuerda, o en esos otros nudos que de vez en cuando se forman en la garganta y en el pecho. Son esas cosas que algunos logran manejar y hasta quizás le sirven de trampolín para proyectarse y seguir, como lo ha demostrado esta valiente jovencita salteña de la que venimos hablando. Pero también son los obstáculos que otros no logran sortear y entonces buscan alejarse de las playas de la vida.

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