Por Carlos Texeira Varesi
Días pasados nos referíamos a la necesidad de contar con una burocracia profesional –funcionariado de carrera- capacitada para que el Estado funcione bien y sus servicios sean eficaces. Para lo cual tanto el ingreso como los ascensos deben ser en función de capacidad y rendimiento del funcionario. Y además, dejar clara la distinción y diferentes funciones que deben cumplir en el Estado esos funcionarios de carrera y el otro personal que ingresa al Estado en cargos de dirección política de acuerdo a los resultados electorales.
El personal político está compuesto por quienes ingresan a ocupar cargos de dirección política en el Estado y también por los que realizan tareas fuera del Estado, en actividades partidarias. Atención de locales, visitas, propaganda, etc.
La remuneración debe ser clara y en forma legal
Al igual que el funcionariado estatal de carrera, todo el personal político debe ser retribuido por su trabajo. Sin perjuicio de que algunos puedan decidir hacerlo honorariamente.
Su tarea es muy importante para el buen funcionamiento de un sistema democrático. Y en principio debe ser bien retribuido, si se quiere gente capaz en esas tareas. Deben establecerse fondos con esa finalidad; los cuales pueden ser integrados por aportes de adherentes partidarios, como del Estado mismo. Donde obviamente tendrán que haber asimismo topes, controles y sanciones para su buen funcionamiento. En forma similar al funcionariado de carrera en el Estado.
Capacitados no
improvisados
Todo el personal político debe estar capacitado para poder cumplir eficazmente su trabajo. Su formación puede ser realizada directamente por los partidos o por otras instituciones como colegios, universidades, fundaciones, etc. O tratarse de personas, que además de su identificación partidaria, tengan una trayectoria destacada en empresas, sindicatos, organizaciones sociales, deportivas, etc. que las habilite para desempeñarse con solvencia. Conforme al resultado electoral, quienes asuman el gobierno designarán a quienes ocuparán los cargos de confianza política en la dirección de los diversos sectores del Estado. Y este personal designado no podrá cumplir su función adecuadamente si poco o nada conoce del sector respectivo. Este es un punto de gravitante actualidad en nuestro país, porque es notoria la falta de preparación de numerosos jerarcas de gobierno, carentes de la competencia necesaria para el desempeño de los cargos políticos, para los cuales son designados. Abundan los improvisados.
Batlle y sus colaboradores
Uno –sino el más importante- de los factores que inciden en la buena o mala calidad de los servicios públicos está en la buena capacitación del personal político.
Forman la cabeza del gobierno y la administración. Todo depende de su decisión. Marcan diariamente el rumbo de lo que debe hacerse, de cómo quieren que se haga y deciden el tipo de funcionarios de carrera que cumplirán las tareas concretas. Estos colaboradores directos del gobernante, son de tan gravitante importancia que don José Batlle y Ordoñez, que tantas y tan grandes reformas impulsó en nuestro país, y que siempre se rodeó de colaboradores muy competentes, llegó a decir que «su» obra no era suya, sino de sus colaboradores. Si ese personal político está debidamente preparado, no sólo su labor será más eficaz, sino que lo hará más respetable frente al funcionario de carrera y este último se sentirá respaldado y jerarquizado por un dirigente político competente. Lo que en definitiva conduce al mejor desempeño de la repartición estatal que fuere y de ese modo brindar un servicio de calidad a la población.
Todo lo contrario sucede cuando entra a desempeñar un cargo político un mediocre o inepto.
Conocimiento previo
del personal político
Sería muy buena cosa que el votante, con la debida antelación, supiera quienes serán los funcionarios de nivel político que acompañarán, por ejemplo, a los candidatos a cargos ejecutivos. Quienes serán los ministros y los presidentes de las empresas públicas en el gobierno nacional y los Directores de Departamentos en las Intendencias. La publicidad de los antecedentes de esos funcionarios políticos, daría una idea más exacta de cómo se cumpliría en la práctica la propuesta de gobierno del candidato respectivo. Esto se ha visto ocasionalmente en caso de los ministros de hacienda o economía, cuando los candidatos a la Presidencia quieren llevar tranquilidad a los dueños de los capitales (particularmente a los prestamistas del gobierno), para evitar una caída de la economía o que el gobierno entrante carezca de dinero para funcionar. De paso haría que la política cumpla con la función docente que debe tener respecto de la población.
Reforma política
y del Estado
Cuando se habla de la reforma del Estado, me parece que esta es la base de la misma. Sin reforma de la política no habrá reforma del Estado.
Cabe también preguntarse si nuestra dirigencia política es consciente de esto. Y en su caso, si está dispuesta a emprender esa tarea. Y más aún: si la ciudadanía quiere esa reforma. La pregunta es pertinente, porque en definitiva el poder político se define en nuestro país por el voto según el sistema de sufragio universal (1 persona = 1 voto).
El día de la elección cada voto pesa igual y decide la mayoría.
Democracia o garrote
Si la dirigencia no quiere una reforma de la política y tampoco la ciudadanía la exige, no se puede ser muy optimista en cuanto al mantenimiento de la democracia como sistema de libertad política.
Pues si la democracia no funciona eficazmente y no responde a las necesidades concretas de la población, esa misma población dejará de creer en ella.
Buscará otros caminos.
Y todos esos otros caminos terminan en regímenes autoritarios, ya que hay sólo dos maneras de gobernar a la sociedad humana: por el diálogo, la persuasión y el ejercicio de la fuerza dentro de un marco legal limitante, que es el camino de la democracia, aun cuando la misma no sea perfecta; pero es la única forma de gobierno que, a pesar de los defectos que tenga, nos da libertad para expresarnos, reclamar, hacer valer los derechos e incluso cambiar los gobiernos en paz.
El o los posibles sistemas alternativos, todos se basan en el poder ilimitado o sea en el «garrote».
Y ahí ya no tendremos libertad para ejercitar derecho alguno.
