La violencia (en sus distintas formas) hacia los adultos mayores, es una problemática creciente. Mauricio Arreseigor, Lic. en Trabajo Social (con formación en Gerontología) es un especialista en la materia y así dialogaba con EL PUEBLO en esta ocasión:
-Una primera reflexión sobre el tema…
La temática de la violencia y el maltrato en las personas mayores viene adquiriendo en estos últimos diez años una relevancia sustantiva, a partir de que se han venido incrementando exponencialmente las situaciones de abuso y maltrato en las personas mayores. Se ha vuelto más visible no solo en el marco de que las personas empiezan cada vez más a animarse a denunciar las situaciones de padecimiento que viven en la interna de los espacios en que sufren la situación, sino que también a nivel de los organismos nacionales e internacionales se viene cada vez más ubicando esta temática dentro de lo que es violación de los derechos humanos, de vulneracion de los derechos humanos. La situación de violencia conlleva innumerables afecciones, innumerables efectos nocivos para la salud de la persona. Pero no solamente salud en términos biológicos, también en el impacto en la calidad de vida y hay un impacto en el bienestar subjetivo…
-¿Cómo es ese impacto?
Las personas que sufren situaciones de malos tratos de forma reiterada, permanente, normalmente ven disminuido de forma drástica su autoconcepto, su autoestima, su capacidad de percibirse en capacidad de poder salir de esa situación de maltrato. Normalmente, nosotros decimos que la violencia desencadena procesos de desempoderamiento. La persona siente que ya no puede con la situación y que de alguna manera el poder de su vida lo controla esa persona que ejerce la violencia.
-¿Qué es lo distinto en los adultos mayores?
En las personas mayores, la particularidad a diferencia de otros colectivos, de otras generaciones, es que la violencia suele estar arraigada al ámbito familiar…Es decir, casi el 80% de las situaciones relacionadas a la violencia que viven las personas mayores está vinculado con situaciones que se dan en la interna del ámbito doméstico y asociado a situaciones de índole familiar. Suelen ser cónyuges, hijos, nietos…quienes ejercen malos tratos. Esto sitúa a la temática en un asunto de alta complejidad…
-¿Por qué?
Por muchos factores. El principal es que el ámbito doméstico sigue siendo un ámbito de cierto cerrojo, donde hay como un círculo de silencio donde lo que sucede ahí queda ahí y es muy difícil poder transmitir lo que la persona está viviendo. Lo segundo es que suelen ser vínculos de confianza, donde hay expectativas de muchos años, asociados también a lógicas de afecto, vinculación, reciprocidad, obligación moral vinculada a lo filial, y por ende son esas las situaciones que impiden a las propias personas mayores querer denunciar o revertir lo que están afrontando…
-Quieren cambiar pero no pueden, ¿algo así?
Desean un cambio pero esperan que ese cambio se dé de una forma mágica, sin que la persona que está ejerciendo la violencia pueda ser intervenida de alguna forma por el Estado por el maltrato que está ejerciendo. Entonces, sobre todo en las situaciones de nietos y de hijos, exponen a madres mayores a situaciones difíciles de denunciar o de tener que exponer ante un organismo público una situación que también los compromete, porque en definitiva están denunciando a una persona que está directamente relacionada a los procesos educativos recibidos en la familia y por ende quien ejerce o quien sufre la violencia ha sido parte de la construcción de la identidad y de la personalidad de quien actualmente es el agresor. Ese es un factor muy importante.
-Ustedes hablan de diferentes tipos de violencia, ¿cómo es eso?
La violencia con mayor predominancia es la violencia psicológica…De hecho las humillaciones, la intimidación, las amenazas, los gritos, suelen ser los hechos de violencia más presentes. Es verdad que habitualmente no hay una situación en que una violencia esté presente sin la presencia de las otras, de hecho conviven. Normalmente cuando hay violencia psicológica esta puede oficiar como puerta de ingreso a las otras situaciones de violencia…
-¿Como por ejemplo?
Como puede ser un maltrato físico. Ahí sí se pone en riesgo la integridad física, donde el cuerpo muchas veces expone marcas, quemaduras, moretones, hasta tropiezos que se producen porque la persona se expone a caídas… El maltrato físico si bien no es el que más predomina, es el que pone en riesgo, como decía, la integridad física. Y la integridad en cuanto al riesgo de vida que corre. Después está también la violencia económica. Hablamos del abuso económico cuando se hace un uso indebido de los recursos de las personas mayores. Esta situación se ha incrementado en los últimos años, tomando en cuenta que en la inestabilidad económica que muchas veces viven las familias, las personas mayores ocupan un rol de proveedor económico en el hogar, sobre todo cuando hablamos de jubilaciones y pensiones que son ingresos permanentes, constantes todos los meses, eso puede provocar un uso indebido y sobre todo cuando hay una idea desvalorizante de la persona mayor, hay un descrédito a su capacidad intelectual o cognitiva real, lo que hace que se usen los recursos de las personas mayores partiendo de la base que ya no cuentan con la capacidad de administrar sus recursos.
-¿Alguna reflexión para cerrar?
Es importante entender que la mayoría de las situaciones de violencia están atravesadas por una violencia de índole cultural, estructural, que está asociada al concepto de “viejismo”. Esto significa el descrédito hacia las personas mayores, la asunción desvalorizante de las personas mayores, asumirlas como sujetos deficitarios, incapaces de aportar algo a la sociedad, y esa visión termina permeando la violencia. ¿Por qué? Porque las relaciones entre las personas mayores y otros colectivos terminan siendo jerárquicas, donde hay asimetría de poder, donde hijos o nietos, o cónyuges asumen el poder de la toma de decisiones. Una violencia muy instalada es asumirnos capaces de tomar decisiones por la otra persona sin considerar su opinión. Es muy común, muy habitual, y muchas veces no hay intencionalidad de hacer daño. En muchas de las situaciones de violencia hacia las personas mayores, el fin último no es cometer un daño, sino que tiene que ver con una percepción errónea respecto a las capacidades y potencialidades que puede seguir ejerciendo la persona mayor para seguir haciendo de su vida lo que desea y quiere seguir haciendo. Hoy día se trabaja bastante en la prevención; lo que sí continúa siendo una carencia es la construcción de servicios especializados en atender situaciones de abuso y maltrato en las personas mayores. Faltan lugares de atención desde lo jurídico, desde lo psicológico, desde el acompañamiento…