back to top
miércoles, 16 de julio de 2025
14.9 C
Salto

Amazonia o Amazonía, una precisión geográfica

- espacio publicitario -
Diario EL PUEBLO digital
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/ik33

Los incendios en el llamado Pulmón del Mundo nos revelan una confusión común: que la selva que creemos que es el Amazonas es la Amazonía.
La selva tropical más grande del mundo, que esta semana ha ocupado las portadas de los diarios de todo el planeta por los incendios forestales que la consumen hace casi veinte días, es la Amazonía o Amazonia (la primera es más común en Perú, Ecuador y Venezuela), pero no el Amazonas. La región amazónica abarca zonas de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Ecuador, y el fuego de estos días ya ha llegado a áreas de Bolivia y Paraguay.
Amazonas, como muchos llaman a esta selva erróneamente, es en realidad el nombre de uno de los estados que conforman la República Federativa de Brasil, así como del río que tiene una extensión de 6400 kilómetros y es uno de los más largos del mundo.
Por eso es más preciso decir que hay incendios en la Amazonia o Amazonía, y no que hay incendios en el Amazonas, pues si bien el estado de Amazonas es uno de los sitios que están en llamas, también hay fuego en los estados brasileños de Pará y Rondônia. En lugar de estar rezando por el Amazonas, nuestras oraciones tendrían que extenderse a toda la región, así: #PrayForAmazonia.
El lunes 12 de agosto, distintos grupos de mujeres se dirigieron a la oficina de la Procuraduría General de Justicia en Ciudad de México para protestar en contra de la violencia sexual policiaca, pues hay una acusación de que cuatro oficiales presuntamente violaron a una joven de 17 años en la alcaldía de Azcapotzalco el 3 de agosto.
Con carteles en los que se leía “A mí me cuidan mis amigas, no la policía”; “Queremos caminar y volver a casa libres y sanas”; “No me cuidan, me violan” y “La policía viola”, las manifestantes hicieron una batucada, se disfrazaron de policías, pintaron con aerosol paredes y vidrios y exigieron justicia. Afuera de su oficina, el secretario de Seguridaamazoniad Ciudadana de la capital salió a “calmar los ánimos”, pero cuando estaba rodeado de medios de comunicación y declaraba: “Yo estoy viendo aquí un clima muy radicalizado…”, una activista le lanzó un polvo rosa brillante que en México conocemos como diamantina, pero que en Argentina llaman purpurina y en Colombia y Venezuela, escarcha.
La primera declaración de la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, fue que la manifestación era una provocación; ya después publicó un video en el que decía que su gobierno está comprometido con luchar contra la violencia sexual contra las mujeres. Jesús Orta, el secretario cubierto de brillitos magenta, solo alcanzó a afirmar que “se respetaría la objetividad” en la investigación. Sin embargo, fue la Fiscalía de Delitos contra la Violencia Sexual la que filtró el caso y dio a conocer el nombre de la víctima (lo que provocó la manifestación del lunes).
Ayer se dio a conocer que la oficina del ministerio público correspondiente no siguió el protocolo en caso de violación por lo que las pruebas genéticas con las que se identificaría a los agresores se perdieron y el vocero de la Procuraduría de Ciudad de México dice que hay “inconsistencias” en la declaración de la víctima.
En México, nueve mujeres son asesinadas cada día; seis de cada diez mexicanas han vivido un incidente de violencia, y 41,3 por ciento de las mujeres en este país han sido víctimas de violencia sexual. La tarde del viernes 16 de agosto se realizarán protestas en distintas ciudades en contra de la violencia sexual hacia las mujeres; las convocatorias dicen: “Lleva tu diamantina rosa”. En algunas ocasiones, no hay nada más revelador que el cambio de un contexto y el uso político para ver cómo se resignifican las palabras y los objetos. Hoy, en el contexto mexicano, ese polvo usado comúnmente para maquillaje o para la decoración de manualidades se ha convertido en otra cosa: hoy la diamantina es combativa.
El atentado terrorista del 3 de agosto en un Walmart en El Paso, Texas, ha conmocionado —con razón— a la comunidad latina en Estados Unidos y a las personas que viven del lado mexicano de la frontera. Además del desafío periodístico que supone cubrir un hecho de este tipo, el ataque nos enfrentó también a distintas discusiones sobre el uso del lenguaje, cuyos matices son fundamentales al momento de hablar del horror.
Una de las discusiones que enfrentamos como editores fue sobre la forma en que nombramos al conjunto de creencias que postula el hombre que ejecutó este atentado.
Eric Kaufmann, profesor de política en la Universidad de Birkbeck en Londres y quien ha estudiado durante años los movimientos de mayorías raciales, afirma que el nacionalismo blanco es la creencia de que la identidad nacional debe definirse a partir de la etnia blanca y que, por ello, las personas blancas deben mantener una mayor presencia demográfica y el dominio de la cultura y de la vida pública de un país. Kaufmann sostiene que hay una sutil diferencia entre el nacionalismo y el supremacismo blanco: los supremacistas tienen la creencia racista de que las personas blancas son superiores a las personas de otras razas; los nacionalistas quieren mantener el dominio político y económico, no solo mantenerse como el grupo mayoritario y conservar la hegemonía cultural. El manifiesto que se relaciona con el autor del atentado de El Paso se considera como uno de ideología nacionalista blanca.
Dentro de los límites del lenguaje, creemos que puede ser más adecuado en este caso hablar de nacionalismo blanco antes que de supremacismo blanco, porque el primero tiene implicaciones que pueden rastrearse de forma directa en las palabras que publicó el atacante antes del tiroteo.
Las palabras son la principal herramienta de comunicación de cualquier periodista. En The New York Times en Español nos tomamos muy en serio nuestra lengua y cómo la usamos: entendemos que el castellano es un idioma con muchas variantes, pero que entre los más de 570 millones de hispanohablantes en el mundo compartimos mucho más que lo que nos diferencia. ¿Quieres que revisemos un caso en particular? Puedes sugerir una palabra, una expresión o una duda para que la exploremos; escríbenos a:
[email protected].
Paulina Chavira es editora en The New York Times en Español y está a cargo del manual de estilo. Regularmente escribe sobre dudas de lenguaje y promueve el uso de la tilde. Puedes seguirla en Twitter @apchavira.
(THE NEW YORK TIMES)

Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/ik33
- espacio publicitario -Bloom