El desempleo es la consecuencia de la intervención de los gobiernos y sindicato en el mercado laboral
Jesús Huerta de Soto
Nos dicen que los Sindicatos defienden a los trabajadores, pero ¿qué ocurre cuando en lugar de ayudarlos, los dejan sin empleo?
Uruguay tiene exceso de Estado y de Sindicatos, cuando lo recomendable para la prosperidad de un país es tener exceso de emprendedores y empresarios, que son los que generan riqueza genuina en un país.
Este exceso de lo moralmente incorrecto nos sumerge en un sistema perverso, donde unos y otros se retroalimentan y en el que el ciudadano común y corriente es la víctima. La elite sindical y la casta política son privilegiados de la sociedad, que comparten un mismo objetivo: vivir a costa de lo ajeno, empobrecer y dañar a la sociedad.
Se trata de las únicas dos organizaciones de la sociedad que tienen la legitimidad de ejercer la violencia ilegitima, el Estado, a través del monopolio de la fuerza, los impuestos, el dictado de las leyes y la coerción penal, y el Sindicato, a través de la huelga, el piquete, la ocupación. Privilegios extorsivos que no goza ninguna otra persona ni organización.
La empresa multinacional YASAKI fue víctima constante de esta violencia sindical y anuncio el cierre de sus puertas, se va del país, dejando más de 1000 personas desempleadas. El principal argumento es el alto costo del Estado y las constantes “paralizaciones de producción registradas en nuestras plantas durante los últimos años que ponen en riesgo a la empresa de no cumplir las entregas estipuladas con sus clientes”.
A la empresa le hicieron infinidades de paros por motivos absurdos como la falta de algún ingrediente en la comida, mirar partidos de futbol o simplemente para hablar de la revolución cubana y de Nicolas Maduro. Es evidente que el Sindicato abuso de su poder y se excedió en el ejercicio de su potestad extorsiva, con la absoluta complicidad del Estado, que fue testigo del atropello “desde la tribuna”.
Tiraron demasiado de la piola y la piola se rompió, y con ello, más de mil obreros y sus familias quedaron sin trabajo. No se dieron cuenta el perjuicio que sus chantajes ocasionan en una empresa de ese porte, que por cada minuto que una sola persona no trabaja se pierde mucho dinero. Imagine el lector las inconmensurables perdidas que ocasiona el paro de una planta entera por varios días.
Uno de los principales responsable de que una empresa señera en el mundo se vaya de Uruguay es el PIT – CNT, el sindicato de la empresa y todos sus representantes sindicales (que solo sirven para poner palos en la rueda a la producción y el crecimiento, y que jamás montaron una empresa, invirtieron sus ahorros, se arriesgaron y pagaron salarios).
En lugar de cuidar el capital como un talismán en bruto, hicieron todo lo contrario; en la búsqueda de intereses personales lo destruyeron, perjudicaron la producción y pusieron en riesgo todo su sistema operativo y las entregas a sus clientes en tiempo y forma.
Desde hace décadas en el Uruguay somos testigos de cómo ciertos sindicatos, con un enfoque retrógrado y agresivo, han adoptado prácticas que más bien parecen de otra era. En esa tesitura del empleador/explotador, la absurda lucha de clases, este sindicalismo cavernícola, lejos de proteger los derechos de los trabajadores, está contribuyendo de manera significativa a la destrucción de empleos y la huida de empresas del país. Los métodos extorsionadores y los enfoques desfasados solo generan inestabilidad y, a largo plazo, afectan negativamente tanto a las empresas como a los propios trabajadores que pretenden proteger.
Son innumerables los motivos por los que el sindicalismo repercute negativamente, dañando el tejido productivo de una nación.
Aquí menciono solo alguno de ellos:
1. Genera desempleo y fomenta injusticias sociales: transferencia de riqueza
El sindicalismo es una fuerza anti laboral y anti social. En el primer caso, porque fomenta el desempleo, y en el segundo, porque es muy frecuente que sus “conquistas laborales” deban ser pagadas por toda la sociedad.
Al Sindicato no le interesa la productividad – único parámetro para determinar el salario del obrero – sino que siempre pide MAS y MAS simplemente por una cuestión ideológica, pero sin ningún sustento en la producción de la empresa. El sindicato extorsiona pidiendo salarios que están por encima de la productividad y cuando eso sucede desalienta al empleador a contratar empleados puesto a que le sale más caro que el valor del bien que vende. Así entonces es como el sindicato va perjudicando la mano de obra, reduciendo la plantilla o provocando despidos.
Si el costo del precio del salario es superior al valor de venta del bien, el empresario va a trasladar esos costos excesivos hacia la producción o la dirigirá hacia el empleo, en cualquiera de los escenarios la consecuencia es muy negativa: desempleo o suba de precios.
En definitiva, las “conquistas laborales” de unos pocos, deben ser soportados por toda la sociedad, que deberá pagar más caro todo, es decir, se pagan en forma indirecta, imperceptible, velada, a través de los aumentos de precios y servicios. El ciudadano jamás se da cuenta de esta cuestión. No advierte que reclamos laborales desmedidos terminan impactando en su bolsillo y en sus ingresos.
Todo sale más caro para todos, incluso para los empleados sindicalizados que obtuvieron el aumento. Aquí nos enfrentamos a la paradoja de que lo que se muestra como un logro, termina no siéndolo puesto a que los salarios reales disminuyen a pesar del aumento y al trabajador le queda menos en la mano. Es una ilusión, un engaño.
Demandar salarios por encima de la productividad trae escasez, y en materia laboral implica menos trabajo, menos salarios o aumento de precios. No hay otra salida.
Aunque los titulares en los medios y los representantes sindicales pretendan manipularnos y convencernos de lo contrario, el impacto siempre es negativo puesto a que los principios económicos son inalterables y lo que se mira como una victoria sindical, en realidad es una derrota para todos.
En definitiva, de lo que se trata de una transferencia de riqueza que hace la sociedad toda hacia los trabajadores sindicalizados. Esta transferencia se taduce en una inflación de costos que afecta a la totalidad de los consumidores, incluidos los trabajadores no sindicados.
2. Desplazamiento de trabajo – automatización
Si el costo de la mano de obra aumenta, las empresas terminan recurriendo pueden a la automatización o la subcontratación en el extranjero, lo que elimina empleos para los trabajadores no sindicalizados. De esta manera, las ganancias obtenidas por los trabajadores sindicalizados a través de negociaciones laborales son compensadas por la pérdida de empleos o la disminución de oportunidades para los trabajadores no sindicados.
3. Fomento de la confrontación en lugar de la colaboración
El sindicalismo cavernícola se basa en tácticas de confrontación con la dirección de las empresas, más que en buscar soluciones conjuntas. En lugar de trabajar de la mano con los empleadores para mejorar las condiciones laborales, estos sindicatos prefieren la confrontación directa, generando un ambiente tóxico que no favorece a nadie.
4. La huelga como extorsión
Los sindicatos confunden la libertad de asociación con libertad de extorsión y la extorsión se ejerce en un doble sentido, hacia el empleador y hacia los trabajadores, y a veces incluso en contra de un tercero: el Estado.
En lugar de negociar de buena fe, algunos sindicatos recurren al chantaje y amenazas para obtener beneficios que van más allá de los derechos legítimos de los trabajadores. Estos métodos dañan la reputación de las empresas, generan incertidumbre en el mercado y hacen que los empresarios piensen dos veces antes de invertir o continuar sus operaciones en el país. El lema es: ME DAS LO QUE TE PIDO O TE PARO LA EMPRESA (la foto de la nota es elocuente).
Decía WALTER BLOCK que la huelga es la extorsión legalizada y no le falta razón. Desde hace tiempo es una herramienta completamente desnaturalizada, que, en lugar de utilizarse como último recurso, cuando realmente lo amerita, se ha banalizado y se la usa para cualquier tipo de reclamos, incluso reclamos individuales por alguna sanción de un trabajador, pero no por cuestiones gremiales, generales. Y eso distorsiona por completo la función del sindicalismo.
En la huelga se da un desolador contraste pues mientras, por un lado, vemos trabajadores que deciden no trabajan por protestar en contra del empleador, por otro, somos testigos de la situación de miles de personas sin trabajo que estan desesperadas por trabajar y que lo harían gustosos por el salario que ese empleador ofrece a los obreros sindicalizados. La huelga es una total falta de empatía hacia quien no tiene ingresos, traduciéndose en el desprecio hacia el trabajo, el pan, el alimento, cuando hay mucha gente que lo necesita. Es la insolidaridad hecha carne.
En fin, el sindicalismo lo único que puede hacer es aumentar el número total de trabajadores que buscan trabajo, al crear un monopolio en un sector específico, a costa de los que necesitan trabajar.
5. Destruye la competitividad de las empresas
Los acuerdos desmesurados, impuestos por estos sindicatos, que incluyen aumentos salariales exagerados, beneficios no sostenibles y horarios poco flexibles, aumentan los costos operativos de las empresas, haciéndolas menos competitivas. Esto provoca que muchas empresas, sobre todo las de mediano tamaño, decidan reducir su fuerza laboral o, en el peor de los casos, trasladar sus operaciones a otros países con condiciones laborales más flexibles y favorables. YASAKI es un claro ejemplo de ello.
6. Cierra puertas al empleo juvenil y a los trabajadores menos calificados
El modelo sindical basado en demandas excesivas y poco realistas, desincentiva a las empresas a contratar nuevos empleados, especialmente a jóvenes o personas con menos experiencia. Los empresarios, al enfrentar altos costos laborales, prefieren contratar solo a trabajadores altamente cualificados, dejando fuera a aquellos que más necesitan el empleo.
7. Resistencia al cambio y modernización
Un sindicato basado en métodos cavernícolas se opone a la modernización tecnológica y la innovación en los procesos de producción. En lugar de ayudar a los trabajadores a adaptarse a nuevas tecnologías y formas de trabajo, se enfocan en mantener un statu quo que a menudo está obsoleto. Esto no solo frena el progreso, sino que también hace que las empresas no puedan competir en el mercado global.
8. Pérdida de confianza en el sistema sindical
La imagen de los sindicatos en este contexto se deteriora ante la sociedad. Los trabajadores, al ver que el sindicalismo se ha convertido en un instrumento de extorsión y presión, empiezan a perder la confianza en su verdadera función: defender sus derechos laborales. Esto lleva a una creciente desafección por parte de los propios empleados, quienes prefieren no afiliarse o incluso despojarse de la representación sindical.
9. Impacto negativo en la inversión extranjera
Los sindicatos que actúan de manera agresiva y con prácticas extorsivas desincentivan a los inversores internacionales a poner sus recursos en el país. Las empresas extranjeras buscan entornos estables, donde puedan operar de manera rentable y sin temor a enfrentarse a huelgas o demandas injustificadas. La inestabilidad laboral generada por sindicatos extremistas resulta en un ambiente poco atractivo para la inversión. La falta de inversión extranjera se traduce en menos riqueza y menos trabajo.
10. Inestabilidad social y económica
Las continuas huelgas, paros y bloqueos de fábricas y centros de trabajo causan graves perjuicios a la economía nacional. La inestabilidad que se genera afecta no solo a las empresas y a los trabajadores directamente involucrados, sino a toda la economía, lo que puede derivar en un aumento de la pobreza, la inflación y el desempleo.
En fin, el sindicalismo cavernícola y extorsionador no protege al trabajador, sino que lo pone en una posición de vulnerabilidad. Al destruir empleos y hacer que las empresas abandonen el país, genera un círculo vicioso que perjudica tanto a los empleados como a la economía nacional.
Lo de YASAKI es una señal, y si hay algo que el mercado hace bien es captar señales; esto implica que si el gobierno entrante intensifica la intervención estatista – socialista, no baja el costo del Estado y concreta una alianza con los sindicatos (como todo indica que sucederá), tendremos muchas más YASAKI, muchas más fugas de capitales, mucho menos riqueza, mucho menos producción y mucho más pobreza, desempleo y miseria.
El Uruguay no tiene futuro si se sigue permitiendo que los sindicatos utilicen la violencia y tácticas coercitivas para lograr cualquier objetivo, y si no se eliminan todos sus privilegios y fueros propios que son propios de una elite y de una casta medieval.
O los sindicatos evolucionan y adoptan una postura más moderna, colaborativa y orientada a la negociación y el diálogo, buscando siempre el bienestar de los trabajadores sin poner en riesgo la estabilidad empresarial y económica….o seremos testigos de que Yasaki no será un ejemplo aislado.
Lo irónico: ¿saben dónde instalara la empresa sus fábricas?
En países cuyo horizonte es la LIBERTAD.