Cuando ocurren hechos excepcionales con un resultado que no es el esperado, se trata de buscar explicaciones sobre lo qué pasó y encontrar responsables de lo ocurrido. Cuando este hecho se trata de un terrible accidente que le costó la vida a un niño de tan solo dos años de edad que estaba disfrutando de un día de piscina en un parque privado de termas del Daymán, tenemos que obligarnos a hacer una pausa en los reclamos y acompañar a la familia de este niño en su dolor, porque es (o debería ser) lo que una sociedad bienintencionada debe hacer.
Pasado el dolor, aunque en estas situaciones es difícil creer que algún día pase, pero al menos pasado algún tiempo, podemos retomar este debate que ya hoy se ve en las redes sociales buscando saber qué ocurrió y por qué eso que pasó le costó la vida al niño.
Algunos legítimamente lo hacen desde la indignación y su dolor, otros lo hace solo por morbo.
Así que no debería tratarse de buscar responsables o culpables de lo sucedido porque no alcanzo a imaginar el dolor y tristeza que debe existir hoy en esa familia, así como en los funcionarios de la empresa privada involucrada, sino fundamentalmente para saber en qué se falló para que no vuelva a repetirse ese error en otra familia, y debamos volver a sufrir este dolor indescriptible por no haber querido prever lo que debería haberse hecho. Así que acompañemos primero el duelo de esa familia con respeto y estima, y luego, más tarde, veamos qué podemos hacer para que no vuelva a pasar.