Por: Jorge Pignataro
Víctor Lima y la pena de morir en la miseria y la desolación
Impactante…triste:
Y sí, dejando a un lado sus notables dotes de creador, lo que fue la vida de Víctor Lima, sus últimos años sobre todo, causa pena, mucha pena. Entristece leer, o escuchar aún a algunas personas que lo conocieron, sobre cómo fue la vida de Víctor Lima. Mucha soledad y en algunos momentos, miseria.

El domingo pasado se cumplió un año más de su muerte. Y justamente por esos días, nos encontramos con una página del ya desaparecido diario Tribuna Salteña, del 24 de setiembre de 1970 -es decir a casi un año de su fallecimiento- en la que se transcribe una nota publicada en el sanducero El Telégrafo.

Allí se da cuenta de las penurias que atravesó el gran poeta salteño del que muchos hoy se jactan, pero al que pocos, muy pocos, se ocuparon en su momento, cuando más lo necesitaba, de tenderle una mano.
Hemos sabido también de una carta que Víctor Lima escribiera -unos tres años de morir- al poeta treintaitresino Rubén Lena, en la que le pide ayuda para levantar su ropa, que tenía empeñada.

Pero yendo a la página de El Telégrafo, de la que se hace eco Tribuna Salteña, allí se cuenta por ejemplo que: «El 6 de diciembre de 1969 circuló en Salto la noticia que había perecido ahogado un hombre pobre y desolado. La Empresa Fúnebre J. y O. Picción se ocupó de todos los gastos del humilde sepelio, colocó una tosca cruz de alambre sobre su tumba y el personal de la empresa agregó una placa… Ese hombre era Víctor Lima, el poeta de un centenar de canciones de la musicalidad de nuestro terruño. El autor de un sinnúmero de sucesos en las voces de muchos artistas. El creador de hermosos temas que canta todo el Uruguay.
Y esa fue su muerte. Olvidado por todos (que son muchos) que lograron popularidad gracias a su inspiración. Para él no hubo homenajes póstumos. Para Víctor Lima nadie se acordó de elevar una plegaria por el eterno descanso de su alma. Nació humilde, vivió humilde y humildemente se fue a su última morada».
Más adelante, siguiendo con el tema de su muerte, la nota dice: «…nos enteramos con indignación de cuál había sido el final de la existencia de Víctor Lima: prácticamente ignorado por los «amigos» que se valieron de su arte creativo…».
Se muestra además una fotografía de la tumba y se describe: «…allí podemos apreciar esa especie de ristra, construida ¿por quién? ¿por el gobierno de Salto…por el pueblo…por sus amigos… A por los artistas… por alguna institución? No; construida por el Señor Juan Correa, con sus propias manos…y con su propio dinero…hace aproximadamente cuatro meses, como humilde pero maravilloso recuerdo a quien fuera su compañero de cama en el Hospital Salto cuando Víctor Lima estaba próximo a su muerte.
Y allí yace Víctor Lima. En la tumba 369. Cuando lo traían a su última morada, el sepelio estaba compuesto por los funcionarios de la empresa y dos agentes de policía. ¡Nadie más!…Después se supo que el cadáver desconocido pertenecía a quien había sido en vida uno de nuestros más grandes poetas.
Vergonzoso…Indignante… Triste…No hay suficientes adjetivos…pero existió un Hombre (con mayúscula) que dio una Lección (con mayúscula) a muchos: Don Juan Correa. Bravo, buen hombre…».
La nota finaliza con este párrafo: «Víctor Lima, el poeta que en el Hospital de Salto, cuando apagaban la luz general, iluminándose con una vela escribía con dramático presagio su última obra: Del Hospital a los Cipreses».