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jueves, 24 de abril de 2025
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Algunos apuntes sobre el caso IAVA

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Diario EL PUEBLO digital
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Vaya que dio y sigue dando que hablar la serie de insucesos ocurridos la semana pasada en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo, un liceo de Montevideo más conocido por su sigla IAVA.

En síntesis, digamos que el Director fue sumariado, proceso (de investigación) que mientras esté en curso implicará que cobre la mitad de su sueldo. Pero hay varias cosas que aclarar aún sin entrar siquiera a dar una opinión. Una, es que un sumario no implica desde ya que este funcionario público tenga culpabilidad en algo de lo que se lo acusa; lo que ocurre es, como decíamos anteriormente, una investigación que una vez finalizada recién determinará responsabilidades.

Otra, es que los conflictos en este liceo no son cosa de ahora, hasta podría decirse que son históricos (con esto, que quede claro, no estamos diciendo que esté bien, menos estamos justificando ninguna acción), es un dato real y cada uno podrá interpretar los motivos por los que así sucede.

Por otra parte, hay que dejar bien en claro que la medida que toman las autoridades de la Educación de indicar un sumario, no se deben a que «el Director apoya los gremios», como dicen algunos. Si apoya o no apoya los gremios (afirmación muy amplia), eso es otra cosa. Lo que las autoridades vieron como grave y por ello ordenaron la investigación, es que el Director de un centro de estudios público, hubiera «entregado» un espacio físico del mismo para que particulares (alumnos en este caso, y en su mayoría menores de edad) lo manejaran a su antojo, incluso teniendo ellos la llave del lugar y habiendo introducido allí alcohol, drogas, etc., además de tener el lugar en pésimas condiciones de higiene, con imágenes obscenas pintadas en las paredes…. ¿Y para qué más, además de reuniones gremiales se utilizaría el espacio? No lo sabemos. Pero la presencia de camas, etc, da lugar a pensar muchas cosas. Pues bien, que se investigue entonces.

Parece importante aclarar también que el número de estudiantes que llevaron adelante las medidas de protesta, es casi insignificante en relación a la cantidad de estudiantes con que cuenta el liceo. O sea que esto no fue una movida «de los alumnos del IAVA», como también se ha dicho, sino que fue de apenas un muy reducido grupo.

Ese grupo, y entramos aquí en un punto importante, tuvo un gran apoyo de personas adultas, en especial identificadas con sindicatos (de diferentes áreas) y con un partido político, el que ahora es oposición, el Frente Amplio. Una sociedad no puede ser tan ingenua, creemos, para pensar que tras estos conflictos no hay una enorme «manija» política que tristemente «usa» , sí, usa a jovencitos como portavoces de determinados mensajes.

A un muchacho, casi un niño, solo falta que algunos propongan hacerle un monumento por “lo bien que habló con los medios de prensa”, defendiendo a los sindicatos, al Director que los cobijaba, y justificando hasta las faltas de respeto que hubo, como cuando se coreaba: «el que no salta es un botón, el que no salta es un botón… «. ¿Busca protagonismo este chiquilín? ¿Aspira desde ya a algún cargo político y le viene bien ir mostrándose? Tampoco lo sabemos. Sabemos sí que es un militante político de la oposición, aunque eso no se diga, y tenemos claro además que «hablar bien» (lo que además en este caso no compartimos desde el momento que utiliza un «lenguaje inclusivo» que carece de toda regla y, por ende, legitimidad) no es gran mérito: también Hitler hablaba muy bien desde adolescente, y daba discursos retóricamente brillantes que seducía a masas inmensas.

En fin, ayer me encontraba con este artículo escrito por el ensayista Rafael Gibelli, que es bastante duro en algunas cosas, bastante crudo, pero vale la pena leerlo para razonar. Lleva por título “Todo por un mugroso salón sindical -que ni salón es, porque es corredor-”, y es el siguiente:.

“Chicos sin clases, un rotundo papanatas sumariado y privado de la mitad de su sueldo, chicos a la intemperie marchando como autómatas con consignas -¡diablos!- hasta contra el FMI, la clase política ocupada con estas sandeces, los informativos a todo galope, la policía gastando nafta y recursos humanos en un barullo propio del gallinero de mi abuela.

Todo esto, tan impensable cuanto irracional, por un mugroso salón sindical cuya utilidad es … ¿en un ámbito educativo de adolescentes mayormente menores de edad y sometidos a patria potestad o tutela? … decía, cuya utilidad es, en tal marco, ¡ninguna buena!, ¡ninguna útil realmente!, ninguna eficiente para la mejor y más versátil educación de estos retoños, desde ya, peleados con cualquier clase de buen gusto, reñidos con el más llano sentido común.

Los centros educativos públicos son de todos. No son de los estudiantes. No son de los gremialistas. No son de los profesores. No son de los vecinos. Son de todo «el pueblo» y como todo el pueblo no puede administrarlos ni gestionarlos, delega en las autoridades públicas, su gestión y su administración.

Un director que se niega a hacer lo que le ordenan sus superiores jerárquicos violenta la función pública, un director que permite que los educandos se queden sin clases en solidaridad con su miserable acto de rebeldía administrativa, es un funcionario que demuestra no estar apto para la función por la que se le paga el sueldo. Un director que por defender el uso indebido de un corredor convertido en salón sindical -debiera decir, convertido en un basurero inaudito-, es un hombre que no defiende su condición jerárquica, no defiende el derecho a la educación, no defiende el fin ni el orden públicos y siendo así, es un hombre cuya función debe ser devuelta para que la cumpla quien esté dispuesto a acatar las órdenes superiores desde su puesto sometido a jerarquía administrativa y de cierto, es un hombre dispuesto a violentar el orden público contra una ley vigente que dispone que no se pueden ocupar los centros educativos.

No se puede ocupar centros educativos. Se puede protestar, marchar, quejarse, irradiar panfletos, ir a la prensa, manifestar quejas; pero ocupar no se puede. Lo dice la ley y un funcionario renuente a cumplir con la ley vigente, es un funcionario renuente a cumplir su función.

¿El abuso? El del Director desobediente. ¿Una persecución? La de todos estos «okupas» que con su acometimiento desventurado impiden y trancan que otros estudien y toda esta tergiversación, todo este barullo indolente, por un mugroso salón sindical”.

Sin embargo, me gustaría incluir como final de esta página una reflexión escrita por un salteño, el profesor y psicólogo Bernabé Pagani, que tiene un cierre irónico o poético. O ambas cosas. Y está bueno:

“Con todo esto de la tatucera en el liceo de Montevideo, no pude evitar acordarme de la primera vez que llegué al IPA. Te agredía desde la vereda: la suciedad, las consignas políticas… Las fotocopias se hacían en un salón rodeado de gigantografías del «Che», era como estar en un comité de base. Después te hablaban de la «violencia simbólica» y las imposiciones ideológicas, como si nada. Mentira!, no creen en la democracia; si lo creyeran, no actuarían como actúan.

Siempre diré que había algo que iluminaba un poco ese lugar, que toda la vida me resultó sombrío: había gatos por todos lados. Supongo que por eso, los eliminaron. Siempre se puede estar peor”.

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