El 1ro. de marzo de 1853 se realizó el traslado de la antigua Necrópolis salteña, ubicada en el cuadrante compuesto por las calles 19 de abril, Dr. Soca, Asencio y Agraciada – así lo indicó el Prof Abel Buslón.
El traslado obedeció a que la zona dónde estaba ubicada constituía ya un enclave céntrico por esta razón se traslada a una zona más alejada, que hoy adolece de la misma condición que el anterior.
En el centro de la construcción se alzaba una cruz de hierro, la que fue encargada al Sr Ipar, al cual se le pagó por la construcción de esta y un portón de hierro la suma de $ 226,76.
Ese 1ero de marzo se realiza la bendición del Camposanto, que por unos años más seguirá bajo el control de la Iglesia, pasando al Estado en los últimos años de la década del 60 del siglo XIX.
Ese día se realizó enterramiento y con toda la solemnidad que corresponde, pero horas más tardes se celebró el traslado de los restos, contratando un servicio de fiestas para el brindis que costó, $52.
Debemos decir que no todos los restos fueron trasladados, ya que en algunos casos no existían familiares que pudieran hacerse cargo, razón por la cual parte de la estructura funeraria permaneció en los terrenos, desmontándose una vez que fueron adquiridos, no teniendo confirmación de que se hubieran quitado los enterramientos.
Por cuestiones de índole religioso y cultural, la mayoría de los ingleses y alemanes, así como sus descendientes y masones no fueron enterrados en el camposanto, razón por la cual y gracias a la donación de A. Williams, se creó el Cementerio Inglés donde reposan los restos de protestantes o los no confesos como católicos. Antiguo cementerio local.
Lo funerario daba mucho que hablar
Culturalmente se estaba atravesando una etapa de transición en lo que respecta a como se concebía la muerte, si bien no escapábamos a ciertas situaciones de morbo hacia lo macabro, cada vez se hacía más fuerte la necesidad de ocultar la muerte. Esto lo conocía muy bien José Verde Miro, español radicado en nuestro departamento que se dedicaba originalmente a el diseño y construcción de guitarras, rubro que no le dejaba muchas ganancias, razón por la que aprovecha su conocimiento en carpintería para dedicarse a la construcción de ataúdes. En este negocio le fue muy bien y seguramente se debió a su talento para difundir su actividad comercial. Recordados fueron sus velorios simulados en plena vereda del local, ubicado entre las calles Joaquín Suárez y Uruguay. En estos velorios los actores jugaban un papel importante, desde el que hacía de muerto hasta las lloronas, que hacían ver muy real el velorio, dónde lucían los cajones y toda la pompa fúnebre.
El negocio no paraba de crecer y pronto puso en conocimiento de la población sus servicios de cochería muy variados y lujosos, pero también al servicio de quienes menos tenían.
Así entonces incorporaba los carruajes, Venus, Galileo y Humanidad.
El carruaje Venus se destinaba a el servicio de los solteros, el Galileo para personas mayores de edad y el Humanidad para los pobres, los que a su vez contaban con una tarifa especial de 14 pesos que incluían cajón, aparato, velas, carro fúnebre y coche para los dolientes, todo bastante decente, decía don José.
Los entierros de lujo se denominaban fantasía y contaban los carruajes con ocho caballos. También existía un servicio procesional, llamado Israel para personas distinguidas, donde seis personas vestidas de nobles encabezaban la procesión mientras otros cuatro de atuendos humildes llevaban el cajón para que los dolientes no tuvieran que atravesar esta fatigante situación.
PONIENDO EN TELA DE CUESTIONAMIENTO EL RESPETO HACIA LOS MUERTOS
Esta situación se constata por la grave denuncia que realizara Doña Amelia Montaño de Flores, quien reclama en el año 1888, por los ropajes que su madre tuviera en el féretro mortuorio y que constatara días más tarde su falta. No solamente faltaban los ropajes sino también una valiosa e interesante medalla que fuera regalada a su bisabuelo por parte del Gobernador de Buenos Aires, Mauricio Bruno de Zabala.
Las autoridades de la Junta Económica Administrativa ordenaron una investigación, pero sin embargo no se pudo recuperar ninguno de los objetos denunciados.
Las mejoras en el cementerio contribuyen a una mejor higiene
Ocurrió también en 1888, que se crea una sala destinada a depósito de cadáveres y lugar para autopsias, evitando así la antihigiénica costumbre de andar con los cuerpos por los templos, según decía el expediente de la Junta que resolvió que destino darle a un dinero proveniente de la comisión de repatriación de emigrantes orientales.
Los lugares y las formas de enterramiento han variado constantemente a lo largo de la historia de la humanidad, como la cultura, la tradición o la época histórica.
Los cementerios, como espacios urbanos, reflejan de un modo u otro a la sociedad donde se insertan. Es este hecho principalmente el que otorga el valor o la importancia para la comunidad investigadora. Estos lugares que han llegado hasta nosotros, nos sirven como fuente de información no solo del estudio de la muerte,sino también de la vida.