A medida que el COVID-19 se propaga por todo el mundo, también lo hace la desinformación”. Con la participación de la periodista María Fernanda Ferreira.
El pasado jueves se llevó a cabo el seminario web de caracter internacional para periodistas “Cómo informar sobre nuevas variantes de COVID-19, desarrollo de vacunas, medicamentos, así como la variedad de medidas sanitarias” con prestigiosos panelistas de relieve mundial, que están vinculados con los medios de comunicación más importantes del mundo. María Fernanda Ferreira , periodista de DIARIO EL PUEBLO, participó del mismo, cuyo objetivo es ayudar a la comunidad periodística que se encarga de transmitir nuevos desarrollos en torno a la pandemia.

Expertos en salud y ciencia y periodistas de diferentes regiones del mundo conversarán sobre los desafíos profesionales para informar sobre COVID-19; acceso inequitativo a la información; datos en constante evolución sobre COVID-19; mutaciones y variantes del virus; y contextos globales para periodistas que cubren nuevos desarrollos en torno a la pandemia. Los medios de comunicación también tienen un cometido a la hora de mitigar los efectos de la información errónea y la desinformación. Las plataformas donde se originan y propagan las campañas de desinformación pertenecen a actores privados. La dinámica de las redes sociales basada en algoritmos y centrada en la publicidad ha resultado ser uno de los principales vehículos de difusión de contenido falso. Por esta razón, las medidas adoptadas por el sector privado se incluyen en este informe, aún cuando no vayan necesariamente destinadas a empoderar a la
ciudadanía.
Todos sabemos cómo han sucedido los hechos: el 8 de diciembre de 2019, un paciente en la ciudad de Wuhan, China, sufrió una fuerte neumonía de origen desconocido. El 31 de diciembre; las autoridades sanitarias chinas informan a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre unos casos de neumonía atípica en Wuhan, provincia de Hubei. El 9 de enero, China confirma la primera muerte relacionada con estos casos. 12 de enero; China hace pública la secuencia genética del síndrome respiratorio agudo severo del coronavirus 2 (SARS-CoV-2). Un día después, Tailandia informa el primer caso importado de COVID-19. A partir de entonces, la pandemia se acelera y nos lleva atropelladamente al 2 de abril, cuando se confirman oficialmente un millón de casos en todo el mundo. Unas semanas antes, el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, destacó durante su discurso en la Conferencia de Seguridad de Munich que el COVID-19 no es simplemente una crisis de salud.
«No solo estamos luchando contra una epidemia», declaró Ghebreyesus, «estamos luchando contra una infodemia» donde la desinformación es mucho más rápida y fuerte que el virus.3 Desde entonces, los ejemplos de cómo esta infodemia se ha extendido junto con el coronavirus se han vuelto cada vez más viscerales. Cuando el equipo del Instituto para la Sociedad y Tecnología (ITS) y Digital Future Society se reunieron por primera vez, nuestras conversaciones iniciales fueron sobre España y Brasil y sobre los hechos que han puesto las prácticas de desinformación en la era de los medios digitales en la agenda del debate público.
Como muchos, estábamos preocupados por las estrategias de comunicación asociadas al surgimiento de los partidos de derecha en ambos lados del Atlántico, una mayor polarización de la sociedad y una creciente desconfianza en las instituciones públicas y el conocimiento científico. Queríamos explorar lo que el equipo de ITS había aprendido de las elecciones nacionales brasileñas de Jair Bolsonaro en 2018, así como de las elecciones anteriores y cómo WhatsApp, con más de 120 millones de usuarios en Brasil, había cimentado las bases para la difusión de la desinformación durante el último período electoral.
UN PARADIGMA ACELERADO E INCIERTO.
En este momento, hay un sentimiento global de aceleración, de precipitarse hacia el futuro. Se torna verdaderamente un gran desafío cómo lidiar con la desinformación desde una perspectiva de empoderamiento ciudadano colocándonos en el centro de la pandemia del coronavirus y su infodemia. A medida que el COVID-19 se propaga por todo el mundo, también lo hace la desinformación. Estamos constantemente sujetos a una escala invisible de recopilación de datos en nuestras vidas digitales, en los que se incluyen datos sobre nuestra localización e interacciones sociales. Vemos las noticias diarias sobre la propagación y el contagio del virus.
También escuchamos mucho ruido y consumimos grandes cantidades de contenido en redes sociales, a menudo relacionadas o alimentadas por las mismas instituciones públicas que deberían liderarnos en este momento de incertidumbre.
Los líderes mundiales han sido promotores de la polarización de la información relacionada con la pandemia del coronavirus. Algunos han adoptado un punto de vista, que luego han cambiado repentinamente, como han sido los casos del norte de Italia y Reino Unido. El empoderamiento ciudadano para comprender, desactivar y romper estas “cadenas” de información es más urgente que nunca. Es probable que la atmósfera
oscura que se reproduce en línea impregne lentamente nuestras calles y comunidades. La desinformación es inherente a cualquier ecosistema de información. Como observamos en este informe, la desinformación ha existido mucho antes del coronavirus, y permanecerá mucho después de que el virus haya sido domesticado. Sin embargo, lo que actualmente estamos presenciando y experimentando personalmente es una escala y armamento de información sin precedentes. Necesitamos adelantarnos a este proceso y anticipar las
verdaderas consecuencias sociales que se generan online. Los temas de desinformación agrupados bajo la etiqueta de “coronavirus” no son nuevos, pero sus promotores han estado utilizando la pandemia para impulsar sus propias agendas todavía más. Necesitamos apoyar, cuidar y empoderar a aquellos que sufrirán el mayor impacto de estacrisis mientras brindamos las herramientas para reducir la brecha digital, la desigualdad y la marginación. Solo entonces podremos avanzar un paso más para reducir la posición «privilegiada» que los grupos de desinformación tienen sobre el coronavirus en este momento en la red.