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martes, agosto 26, 2025

Algunas reflexiones de García Márquez sobre “Periodismo: el mejor oficio del mundo”

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El notable narrador colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), Premio Nobel de Literatura en 1982, ejerció por muchos años el periodismo. Esa fue su profesión y su pasión. En 1996, pronunció un discurso que tituló “Periodismo: el mejor oficio del mundo”; lo hizo en Los Ángeles, Estados Unidos, en su calidad de presidente de la “Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano”, el 7 de octubre de ese año, al inaugurar la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP – con sede en Miami). De ese discurso, recogido luego en el libro “Yo no vengo a decir un discurso” (2010), hemos extraído tan solo algunos fragmentos (a los que añadimos subtítulos), que nos parecen de una gran actualidad, una generosa invitación a la reflexión y de una brillantez conceptual propia de una de las mejores plumas del mundo.
Fanáticos del oficio
“Hace unos cincuenta años (…) el oficio se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Pues los periodistas andaban siempre juntos, hacían vida común y eran tan fanáticos del oficio que no hablaban de nada distinto del oficio mismo (…) Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulantes y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de lo mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”.
El periodismo se aprende haciéndolo
“Un lema lo decía todo: el periodismo se aprende haciéndolo (…) Llegaban estudiantes fracasados en otras materias o en busca de empleo para coronar la carrera, o profesionales de cualquier cosa que habían descubierto tarde su verdadera vocación. Se necesitaba tener el alma bien templada, porque los recién llegados pasaban por unos ritos de iniciación semejantes a los de la marina de guerra: burlas crueles, trampas para probar la malicia, reescritura obligada de un mismo texto en las agonías de la última hora (…) Era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto”.
Necesidad de una base cultural
“La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era un vicio profesional”.
Los que no tienen ni quieren ni necesitan credencial
“Algo ha cambiado desde entonces. En Colombia andan sueltas unas veintisiete mil credenciales de periodismo, pero la inmensa mayoría no las tienen periodistas en ejercicio, sino que sirven como salvoconductos para lograr favores oficiales, o para no hacer colas, o para entrar gratis a los estadios y otros usos dominicales. Sin embargo, una gran mayoría de periodistas y entre ellos algunos de los notables, no tienen ni quieren ni necesitan la credencial”.
Las transgresiones éticas
“Algunos se precian de que son capaces de leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estas transgresiones éticas obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo: el síndrome de la chiva. No los conmueve el fundamento de que la buena primicia no es la que se da primero sino la que se da mejor”.
De la libreta de apuntes a la grabadora
“Antes de que se inventara la grabadora, el oficio se hacía bien con tres instrumentos indispensables que en realidad era uno solo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usaban todavía para oír lo que se les decía (…) En realidad, el manejo profesional y ético de la grabadora está por inventarse. Alguien tendría que enseñarles a los periodistas que no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, graba pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y al fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral”.
La excusa del derecho
a no revelar la fuente
“Un avance importante es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Cuando no se admitían estas licencias, la noticia era una nota escueta y eficaz, heredada de los telegramas prehistóricos. Ahora, en cambio, se ha impuesto el formato de los despachos de agencias internacionales, que facilita abusos difíciles de probar. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados (…) porque el autor se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente”.
Creatividad de artista
“El sustento vital del periodismo es la creatividad y por tanto requiere por lo menos una valoración semejante a la de los artistas”.

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