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sábado, abril 12, 2025
Columnas De Opinión

NADA DE MALO EN ADOCTRINAR POLÍTICAMENTE

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Estimados lectores,

Estamos convencidos de que los partidos políticos deben dar el mayor espacio posible a la juventud, no solamente por una cuestión de renovación –necesaria y siempre oportuna–, sino también por una apuesta al futuro compromiso que deberán asumir algún día, sea tan solo con el voto (lo que no es poca cosa), como con la militancia; dos formas de ejercer el derecho-deber de participar en las cuestiones que hacen a la vida política del país que, si son blindadas y munidas de herramientas de discernimiento, son mejores aún.

Desde hace algunos años, las colectividades vienen realizando (enhorabuena) elecciones juveniles en las que participan muchachos (hombres y mujeres) desde los 14 a los 29 años; estas han permitido que muchos vayan perfilándose como futuros líderes entre sus iguales, lo cual nos da un poco de respiro ante la envejecida dirigencia (de todos los partidos) que representan tiempos diferentes y visiones distintas del mundo, la región y el propio Uruguay.

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Ahora, renovación generacional no siempre significa estar aggiornado. Muchos jóvenes que en su momento eran “prometedores” terminaron demostrando, más temprano que tarde, su absoluto conservadurismo, y lo que es peor, su anquilosamiento en viejas prácticas y mañas que fueron, en cierta medida, causantes del descreimiento de la ciudadanía.

Tuvimos y tenemos el honor de conocer a muchos dirigentes de otras épocas que, sin embargo, a diario, nos enseñaron y enseñan a mirar hacia el porvenir (Jorge Batlle, Julio María Sanguinetti, Enrique Iglesias, José Mujica, Luis Alberto Lacalle Herrera, entre otros); aduciendo que, si bien el ayer constituye algo que debe conocerse para saber en qué mundo vivimos y por qué este es como es, nuestro deber como “gurises” es proyectarnos al mañana, tomando las experiencias de ese pasado, impulsándonos en el hoy.

Creemos que es harto importante para lograrlo que las colectividades impartan a las nuevas generaciones una sana enseñanza. La misma debería consistir, en primer lugar, en preguntar sencillamente por qué se simpatiza con ese partido, y de ahí arrancar, dependiendo de la respuesta. Saber qué es Uruguay; de dónde proviene, por qué se es colorado, blanco, izquierdista, y dentro de esas tendencias, batllista, herrerista, wilsonista, socialista, comunista, etc.; brindaría a ese futuro líder o militante la amplitud de criterio para observar si realmente se siente consustanciado con ese ideal, esos valores y principios; dándosele la oportunidad (que al ser joven la tiene de mayor manera que un adulto y no corre el riesgo de ser catalogado de “panqueque”) de cambiar de rumbo si le place.

El sentirse identificado con tal o cual tendencia; el verse atraído por tal o cual tradición, y vaya si las hay en nuestro país; el compenetrarse con una determinada filosofía que se transforme en una orientación en la vida misma, más allá de lo netamente político-partidario, constituyen, sin lugar a dudas, herramientas imprescindibles al momento de abordar la vida política con seriedad, honestidad y responsabilidad.

No es una tarea fácil, pero sí necesaria. No se puede admitir de alguien que pretende dirigir, que confunda el 18 de Julio con el 19 de Abril; o el tiempo de Rivera y Lavalleja con el Neobatllismo. Un colorado no puede desconocer a los Batlle, Grauert, Brum o Rivera; un frentista no puede no saber quién fue Frugoni o Vivián Trías; un blanco no puede sorprenderse con el nombre de Timoteo Aparicio, Berro, Giró o Diego Lamas; pues al hacerlo, no entenderá, será imposible que lo haga, cómo llegamos a ser el país que somos; y un político que desconozca la historia de su pueblo, desconoce la esencia del mismo y será, no tengamos dudas, un muy mal líder.

Ni que hablar si carece de absoluto involucramiento con su tendencia ideológica. No es lo mismo ser liberal que conservador; comunista que socialdemócrata o demócrata cristiano o socialista; menos que menos, anarquista, fascista o –aunque no lo crea, los hay, también– nazista.

El joven debe poder saber hacia qué horizonte tomar, y por qué defiende tal o cual pensamiento; sin mentiras ni intentos carentes de toda honestidad intelectual, de tergiversarle el pasado, estafándolo en su derrotero elegido. Claro, esto es difícil y no todos los “profesores” ostentan dicha honestidad; pero si no se intenta…

El presente de nuestra política nos demuestra cómo el uruguayo reniega de muchos malos hábitos de sus dirigentes; por eso, consideramos que el adoctrinamiento político evitaría muchos males, y el conocernos, también.

No damos crédito a que muchos educadores, padres y referentes se hayan rendido ante el: «¿Qué importa la historia, la tradición o el pasado?»; «¿Para qué me sirve? ¿En qué influye en mi vida?». El darnos por vencidos ante esas muletillas culturales afianza colosalmente la mediocratización de la sociedad y es, no tengamos la menor duda, la forma más vil de subestimar al menos formado.

Amerita, entonces, recordar las palabras del padre de la historiografía moderna, el francés Marc Bloch, quien con mucha sabiduría sostuvo que: «La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado».

La historia es cíclica. Y el hombre es el único de los animales que se afana en tropezar muchísimas veces

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