A los cuatro años empezó a dibujar y, a los dieciocho, ya acumula más de mil obras entre dibujos y pinturas. Con una formación recién iniciada en el bachillerato artístico y un camino autodidacta que sostuvo durante más de una década, Melina Sosa integra una generación que busca formación, lugares donde exponer y oportunidades en Salto.
En esta entrevista hablamos de su historia, sus desafíos, su relación con el territorio y su aspiración de que el arte sea un espacio de luz para quien lo mire.
¿Estás empezando el bachillerato artístico?
Sí, recién este año. Es mi primera vez estudiando algo relacionado con la pintura en un ámbito formal. Hasta ahora todo fue por mi cuenta. Siempre me gustó dibujar, pero nunca pude estudiar en talleres o con profesores particulares por el tema económico. Cuando apareció esta oportunidad en la educación pública la aproveché.
¿Cómo fue tu recorrido en secundaria?
El bachillerato está integrado por cuarto, quinto y sexto, pero como tuve que dejar dos años por un tema de salud, estoy, a mi edad, en el inicio. Fue por el síndrome de Tourette, que genera movimientos involuntarios cuando tengo emociones fuertes: estrés, ansiedad o incluso felicidad. Cualquier emoción puede provocarlo.
Ahora estoy mejor, puedo controlar los episodios y estoy mucho más estable. En ese momento no podía seguir estudiando, pero hoy puedo continuar. Quiero destacar que, en mi experiencia personal, el arte también fue una manera de recuperarme de ese síndrome.
¿Sentís que la educación pública te abrió una puerta que antes no tenías?
Sí. Me llevó el querer aprender. Siempre fui muy independiente. Dibujaba porque mi hermana me enseñó cuando era chica y porque yo quería seguir. Pero no tenía medios para aprender más, para acceder a otros espacios. Cuando vi la oportunidad del bachillerato dije “bueno” y entré.
Es bueno cuando el poder público garantiza tu derecho, ¿verdad?
Sí, es excelente poder estudiar arte sin depender de pagar cursos.
¿Pensás trabajar como pintora en Salto cuando termines?
Me gustaría empezar siendo profesora. Después, ver cómo me va. Pero también pienso en irme. Salto es un lugar muy cerrado y no siento que vaya a tener demasiadas oportunidades a futuro. Me gustaría conocer otros lugares, aprender más y crecer. Ser artista profesional es lo que quiero, pero me imagino encontrando esa oportunidad fuera de Salto.
¿Cómo te lleva esa idea de irte?
Bien, supongo, no sé. No tengo una respuesta muy clara.
¿Cómo es tu relación con Salto?
Es mi ciudad, pero al mismo tiempo siento que para lo que yo quiero hacer no hay mucho por donde avanzar.
¿Qué sentís que falta?
Oportunidades. Para personas como yo. Una universidad o algo relacionado con la formación artística, por ejemplo. Una galería de arte donde exponer. Un lugar preparado para mostrar obras, para que haya público, para que se genere movimiento artístico. Como eso no está, una termina pensando que el camino es irse.
¿Cómo empezaste a dibujar tan chica?
Mi hermana me enseñó. A ella le encanta dibujar. Empecé viendo lo que ella hacía y copiándolo. Después seguí por mi cuenta. Dibujaba lo que veía. Era mi forma de aprender. Y así fui creando mis propias rutinas, mis materiales y mis formas.
¿Qué técnicas manejás hoy?
Muchos años trabajé solo con lápiz y color lápiz. Recién ahora estoy empezando a usar pintura. Pero es difícil porque los materiales son muy caros: los óleos, los pinceles, los bastidores, etc. Y como no tengo posibilidad de comprar los mejores materiales, trabajo con lo que puedo conseguir. Igual intento sacar lo máximo de lo que tengo.

Descendiendo desde los cielos
Desde lo más alto del cielo en el último tiempo, veremos allí las nubes abriéndose descomunalmente. Forjando la entrada para que el hijo de Dios regrese por su iglesia…
No será un secreto, no será algo oculto, será un hecho visible para todos los ojos de la tierra.
Mateo 24:30 – Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
¿Cuántas obras llevás realizadas?
No tengo cuenta, no sabría decir. Capaz más de mil en total entre dibujos y pinturas. Algunas las vendí. Ahora me dedico también a vender mis trabajos.
¿Cuánto cuesta una obra tuya?
Una pintura chica está más o menos en 800 pesos. Un dibujo a color, 900. Las pinturas grandes van para arriba. Todavía sigo aprendiendo sobre precios, pero arranca por ahí.
¿Qué diferencias hay entre tus dibujos y tus pinturas?
Los dibujos son en hoja. Las pinturas son en cuadro. Por eso a veces digo que tengo pocos “cuadros”, aunque tenga muchos trabajos hechos.
Mostraste una obra inspirada en Van Gogh. ¿Qué te conecta con él?
Me gusta mucho Van Gogh y la técnica que usa. Me gusta ver sus trabajos, sus colores, su trazo. Lo que más me transmite es libertad. Su trazo es muy creativo, muy libre. Lo siento así cuando lo trato de implementar. No conozco demasiado de su vida, pero sí conecto con lo que provoca su pintura, con su forma de pintar.

Entre los cielos y la eternidad
La mezcla de una pintura conocida por muchos, la noche estrellada de Van Gogh, y de Jesucristo. La presencia de Él siempre está allí, iluminando cada estrella de la noche. El alma apagada que esté dispuesta a ver, se encenderá.
Mostraste también una pintura para un concurso donde aparece una niña con una luz. ¿Qué significa para vos?
Es una obra muy especial para mí. La niña me representa. Es la luz en medio de la oscuridad. Es como representar a una sociedad rodeada de violencia, de desigualdad y, aun así, mantener encendida esa llama que tenemos adentro, nuestra alma encendida. Yo siento que es importante mantener esa luz aun cuando hay oscuridad afuera. Esa obra muestra lo que creo, lo que me sostiene, mi fe.

Derribando tinieblas
Esta obra representa el contraste de una sociedad inundada por las tinieblas, y una llama que perdura encendida en búsqueda de un cambio. Con la esperanza de que la violencia, la desigualdad y la discriminación que existe allá afuera no afecte a su luz interior, luchando día con día para que no se apague… Ser la luz en medio de la oscuridad.
La luz aparece como una línea de trabajo. ¿Qué querés transmitir en tus obras?
Quiero que las personas se sientan identificadas cuando las vean. Muchas veces la gente pinta desde la tristeza. Yo quiero transmitir lo contrario. Quiero que quienes se sienten mal o tristes encuentren paz. Mis pinturas reflejan cómo quiero sentirme yo y lo que quiero que las personas vean por medio de mi fe y mis creencias. Quiero acercar a las personas a esa luz, a esa calma.
¿Creés que ese deseo podría limitarte?
No. Yo quiero eso. Quiero llegar a las personas. No siento que me limite, al contrario.
¿Estás mostrando tu obra en redes?
Sí. Hace poco empecé a subir mis trabajos para hacerme más conocida de a poco. Es mi forma de empezar a mostrarme. Siento que es importante, porque para que tu obra crezca tiene que ser vista.

El lenguaje de fuego
El dibujo representa el encuentro simbólico y la unión entre dos culturas, la uruguaya y la China. Por un lado, el gaucho haciendo el asado representa a Uruguay. Y por el otro, el gigante dragón chino encendiendo con su aliento de fuego la parrilla, ambos ayudándose mutuamente. Para el uruguayo el asado es más que carne al fuego, es unión y tradición, un momento de encuentro entre seres queridos para disfrutar.
Aunque somos diferentes en muchos aspectos, ambos compartimos el lenguaje de fuego, el amor por la comida y la unión a pesar de las barreras del idioma.
¿Sentís que ya tenés un proyecto artístico definido?
Sí. Creo que sí. Tengo claro lo que quiero: seguir creciendo, seguir pintando, hacer que mis obras lleguen a la gente, seguir ese camino que ya empecé desde muy chica. No tengo mucho más que decir, porque es eso, simplemente, lo que quiero.
Conclusión: la gran incógnita
Lo que queda después de hablar con Melina es simple: tiene 18 años, una disciplina que cualquiera quisiera tener y una claridad que no necesita explicarse. Pintó toda la vida sin apoyo, sin talleres, sin materiales caros y sin un lugar donde exponer.
Aun así construyó una trayectoria larga y estable. Dice lo que piensa sin vueltas y entiende, como si fuera algo natural, que Salto no le ofrece lo que necesita para seguir creciendo.
La pregunta que me interpela es: ¿qué Salto estamos construyendo para nuestros jóvenes? ¿Hasta cuándo naturalizaremos que se vayan?
Porque si una joven con este nivel de trabajo siente que para crecer debe irse, entonces, el problema no es ella; es la ciudad. Melina ya sabe lo que quiere, la gran incógnita es: ¿qué quiere Salto?









