Cada vez que los intelectuales escriben sobre la situación política, económica y/o sociológica, (que mezcla todas esas materias, y siempre da resultados dispares o contradictorios), meten la consabida frase “pero en nuestra penillanura levemente ondulada…” para concluir que todo sigue más o menos como siempre.
Es una gorda mentira, lindera con el descaro.
Nada sigue como siempre, esta todo cada vez peor, y cada vez que algo llega al punto de la ruptura final, en medio de la alarma de los que les revienta en la cara, luego de grandes conciliábulos, acusaciones recíprocas de procastinación e incapacidad, (absolutamente ciertas), se aplica un “parche” indecoroso, que va acompañado por una nueva factura que habremos de pagar “los nabos de siempre”, en la brillante definición de Tomás Linn.
No solo los indicadores cuantitativos marcan un rezago permanente, sino que los indicadores cualitativos, son alarmantes.
Cada vez somos menos, y más viejos, cada vez la brecha de instrucción, educación y cultura entre niños y adolescentes de los distintos quintiles económicos es mayor y más profunda, el país mezquino en oportunidades, sigue expulsando a los mejores y más intrépidos ciudadanos que van a buscar un mejor destino en el mundo, (exitosamente la mayoría de las veces), que determina que haya una permanente falta de personas con la formación y destrezas que la nueva economía exige.
La gran batalla contra el analfabetismo funcional, la falta de destrezas mínimas en aritmética, comprensión lectora, capacidad de redacción, pensamiento crítico, (la lista es interminable), ha sido postergada; en esta oportunidad, por la discusión de si se va reinstalar la participación de FENAPES y su baracutanga en el gobierno de la enseñanza; mientras una serie de “expertos” de escritorio, desgranan frases llenas de adjetivos inventados, que sobrevuelan los problemas, pero no mencionan las soluciones ni sus costos.
El economista Claudio Rama, que ha analizado exhaustivamente los temas de la educación terciaria, creador de la brillante definición “polizontes académicos”, analiza la actual realidad de la inserción de los profesionales en nuestra economía.
“En los casos de acceso sin selección y baja diferenciación por monopolios como Uruguay, en el sector público se aprecia el continuo desbordamiento de los estudiantes con altas tasas de deserciones de los segmentos medios y bajos, junto con una mayor fuga de las elites hacia las universidades privadas. Enfoques academicistas e ideológicos refuerzan estas tendencias muy marcadamente frente a los enfoques más centrados en competencias del sector privado o en posgrados profesionales. Estamos asistiendo a una nueva realidad donde la educación privada es donde se forman las elites, en tanto en el sector público se habilitan los mecanismos de movilidad social y de reproducción de las capas medias, pero con menos nivel de calidad y alta ineficiencia terminal.”
Se consagra así en la práctica, el éxito cuantitativo de la mediocridad, que es el problema de fondo de nuestra dificultad para trabajar eficazmente en la construcción del futuro.
Es hora de asumir que el futuro de Uruguay, es más peligroso que el de la isleña República de Tonga, amenazada con desaparecer por el aumento del nivel del mar si se derriten los polos debido al cambio climático. Si no hay una toma de conciencia general de la gravedad de la situación, nuestra “penillanura levemente ondulada”, se hundirá en el pantano social económico y político de las repúblicas fallidas, mucho antes que el mar inunde Tonga.