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martes, 1 de julio de 2025
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Entre el caos y el orden: afilar la sierra

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Diario EL PUEBLO digital
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De alguna u otra manera, la cotidianeidad del empresario se encuentra sometida a una gran avalancha de presiones que terminan por generar desviaciones entre el plan y los resultados. Un enorme caos que muchas veces aturde no necesariamente favorece la posibilidad de encontrar pausas para redefinir rumbos y tomar decisiones clave para el futuro.
Se quiere mejorar sí, sin dudas, pero por alguna u otra razón, ello no es posible y termina por frustrar. Aunque se tengan grandes y bonitas intenciones sobre cómo crecer o desarrollar una organización, aunque se tenga mucha claridad de la visión que se quiera tomar, a la hora de poner a prueba el «gran plan» en más de una ocasión todo se torna cuesta arriba y otras tantas se trunca.

Sin embargo, a pesar de la gran vorágine el empresario necesita encontrar la forma de poder dedicar tiempo no solamente a «trabajar» sino a «cambiar la forma en que trabaja» o en otras palabras, innovar. Y cuando afirmamos la necesidad de hacerlo, la misma no es únicamente imperiosa sino también urgente, mucho más cuando en retrospectiva se termina reconociendo que tal ejercicio, el de detenerse a un costado del camino para saber cómo venimos, es poco frecuente. En el año 1989, Stephan R. Covey publicó el libro «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva», en el cual describe el concepto de «afilar la sierra», tan relacionado a lo que «hay que hacer» a pesar del caos, a través de un cuento:

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Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en un aserradero. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; por lo tanto, el leñador se decidió practicar toda su experiencia.

El primer día al presentarse al capataz, éste le dio una sierra y le designó una zona de trabajo. El hombre entusiasmado salió al bosque y en un solo día cortó dieciocho árboles.

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-Te felicito, le dijo el capataz; sigue así.
Animado por las palabras del capataz, decidió mejorar su propia marca, de tal modo que esa noche se fue a descansar bien temprano.
Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
Triste por el poco rendimiento, pensó que tal vez debería descansar más tiempo así que esa noche decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer se levantó decidido a superar su marca de 18 árboles. Sin embargo, ese día sólo cortó diez.
Al día siguiente fueron siete, luego cinco, hasta que al fin de esa primera semana de trabajo sólo cortó dos. No podía entender qué le sucedía ya que físicamente se encontraba perfectamente, como el primer día.
Cansado y por respeto a quienes le habían ofrecido el trabajo, decidió presentar su renuncia, por lo que se dirigió al capataz al que le dijo:
-Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo.
El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu sierra la última vez?
-¿Afilar? Jamás lo he hecho, no tenía tiempo de afilar mi sierra, no podía perder tiempo en eso, estaba muy ocupado cortando árboles.

De forma inconsciente o no, «vivimos ocupados», y en verdad el no querer «perder» ni un minuto de tiempo, entre tanto ruido y complejidad, no necesariamente permite obtener los resultados que buscamos. El no parar, poner un freno de mano, pensar y organizarse, genera la sensación de que todos los días nos encontramos corriendo atrás de algo y apagando algún que otro incendio. No obstante, se genera la sensación de un gusto a «poco» respecto a lo que en verdad se hizo, una insatisfacción que tiene más que ver con no encontrar el equilibrio, y por ello nuevas y mayores ineficiencias, en el caos que con las energías puestas en hacer que las cosas sucedan.

El objetivo del presente artículo para Link de EL PUEBLO es invitar al lector a reflexionar sobre la importancia de planificar y gestionar entre el caos y orden. Si se reconocieran algunas cuestiones, hechos y tendencias que hacen a la realidad en la que vivimos, tales como los problemas medioambientales, sociales y económicos, quizás haya lugar para redefinir el alcance del papel del sector productivo.

Todo ello, no está desconectado de la importancia de afilar la sierra como un elemento fundamental, tantas veces olvidado porque «no hay tiempo», y éste último, con el valor de las palabras y la conexión que hay con las «cosas» que hacen a cada entorno. Las palabras construyen, y por lo tanto luego del diálogo, acción.

Dificultades para gestionar en turbulencia

Inmersos en una realidad compleja, entra en juego la importancia de la asertividad y el saber diferenciar lo importante de lo que no lo es, justamente cuando el agregar valor tiene más que ver con el foco que con otra cosa. No fallamos en la planificación, la dificultad radica en articular dicho plan con su respectiva implementación, justamente debido a que la volatilidad de los cambios y los elementos que componen el entorno de la organización ocasionan que «la foto» en el que se basa el diagnóstico se mueve, cambia y por lo tanto, es posible terminar ejecutando de la manera más eficiente posible un plan que nos terminará haciendo estrella contra una pared de concreto.

Otras tantas veces, aunque parezca una cuestión muy «psicológica» o sobre la cual hay poco lugar para definir un «lineamiento metodológico», simplemente se posponen cosas que no se consideran urgentes e importantes. Sin embargo, más que reprogramar actividades y lograr así un mejor uso del tiempo, lo que ocurre es una omisión de acciones que se deben hacer y que podría generar problemas que no tienen marcha atrás: «no nos interesa hacer productos más sostenibles, siempre se hicieron las cosas así y no nos queremos complicar en la generación de un nuevo proyecto, es arriesgado».

En las pausas, redefinir conceptos

Dentro de la inmensa cantidad de datos, a pesar de la gran abundancia de información, se torna dificultoso afilar la sierra y lograr identificar las relaciones de causa-efecto de las oportunidades y amenazas del entorno. El aprendizaje organizacional, fundamental para la supervivencia del empresario irremediablemente trae consigo aspectos que atañen a los equilibrios entre continuidad y cambio, entre orden y caos, y como si las decisiones que guían el accionar de los directivos se comportaran como un «péndulo», entonces allí, habremos resuelto gran parte de las paradojas del mundo actual: pensar con un nuevo paradigma, basado en la complejidad.

Resulta evidente que pensar de otra manera la forma en que se gestionen las empresas, implica redefinir la forma en que entendemos el papel tanto de las empresas como de los empresarios. Por esto es que las palabras y su conexión con «las cosas» son fundamentales.

Si lo anterior no fuera cierto, entonces replicar una concepción de que las empresas como tales buscan como «eje central» satisfacer necesidades de un segmento de clientes para obtener un lucro, no necesariamente irá en consonancia con el rumbo que tomen los hechos y tendencias políticas, económicas y sociales.

Cuándo pensamos en el concepto empresa, ¿en qué pensamos?, ¿con qué conectamos la palabra empresario?, ¿con qué imagen asociamos el concepto de empresario exitoso?, ¿Qué pasaría si la nueva empresa y por lo tanto se nueva definición estuviera simbióticamente relacionada con resolver problemas medioambientales?
 
El lenguaje de acuerdo a Fernando Echeverría (1998), es por sobre todo, lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que son. Los seres humanos según Echeverría, se plantea, son seres lingüísticos, seres que viven en el lenguaje y a partir de ello, la importancia que el mismo tiene para la comprensión de la sociedad.

De igual modo y en línea con el párrafo anterior, el lenguaje es generativo; en más de una ocasión hemos argumentado el impacto que tienen las palabras y con ello, el mensaje detrás de Words Build Worlds o en español Las Palabras Construyen Mundos.

Tomando en cuenta que los seres humanos se construyen a sí mismos en el lenguaje y a partir de él, entonces la forma en que conectamos las palabras y las cosas nos lleva a dimensionar el valor de construir una nueva retórica empresarial. El emprendedor no solamente busca «hacer plata», ¿y si el emprendedor también resuelve problemas de nuestros tiempos?
 
En línea con la asociación de palabras y la importancia que tiene el lenguaje como medio, definiciones tales como la transición ecológica de las empresas podría mover la aguja y en el futuro incidir de buena manera en nuestro entorno.

Niños con tapabocas por la existencia de una pandemia mundial, la aceleración del deshielo de los polos árticos y antárticos, desigualdad creciente y un deficitario acceso a servicios de alimentación y vivienda para millones de personas alrededor del mundo. Si el caos tiene alguna o muchas caras, alguna seguramente sea similar a una de las imágenes que mentalmente pudiéramos construir a partir de leer las palabras que hacen al anterior enunciado.

A modo de conclusión

El debilitamiento y aparición de nuevos paradigmas no es una novedad. El gran desafío es lograr entre «tanto ruido», afilar la sierra y repensar los rumbos y el papel que el sector empresarial en su conjunto tomen, el papel que quieran jugar. Las presiones y «dispersiones» legítimas o no del empresario siempre estarán, pero ello no quita del mapa la importancia de encontrar pausas.

Miles de iniciativas filantrópicas, programas de gobierno y ONG´s trabajan en sumar a los grandes desafíos a los que hicimos referencia sobre el entorno. Sin embargo, no necesariamente la velocidad con la que se resuelven los mismos, sea suficiente como para percibir que en el futuro cercano alguno sea resuelto. Pero a pesar de ello, poco termina siendo de forma comparada el impacto si las contrastáramos con los resultados que traerían procesos de reflexión, entre tanto caos, que permitan visibilizar al sector empresarial que la sostenibilidad pueden existir nuevos mercados y oportunidades que aún no fueran exploradas.
 
Lic. Nicolás Remedi Rumi

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