La figura de la Madre en la poesía de Salto
Es habitual que cada lunes, esta página de Cultura de EL PUEBLO ofrezca creación literaria en estado puro, es decir, sin agregados de comentarios, interpretación ni opinión. Los textos desnudos. Es habitual también que los creadores que se muestran sean salteños, o estrechamente vinculados a Salto y, casi siempre, contemporáneos. Esta vez, en el marco del Día de la Madre celebrado ayer, lo que sigue es una breve selección de poemas cuyos autores son salteños en su totalidad y, con las excepciones de Marosa y Elder, todos vivos.

Es habitual que cada lunes, esta página de Cultura de EL PUEBLO ofrezca creación literaria en estado puro, es decir, sin agregados de comentarios, interpretación ni opinión. Los textos desnudos. Es habitual también que los creadores que se muestran sean salteños, o estrechamente vinculados a Salto y, casi siempre, contemporáneos. Esta vez, en el marco del Día de la Madre celebrado ayer, lo que sigue es una breve selección de poemas cuyos autores son salteños en su totalidad y, con las excepciones de Marosa y Elder, todos vivos.
Y si digo tierra entiéndase los huesos de mi madre…
Y si digo tierra entiéndase los huesos de mi madre
Cuidar ese almohadón de verde y flores
Que también es el destino
Pero si digo madre no digo tierra
Digo imperio de la voz que llega
entre la noche y el luminoso mar.
Pero los huesos de mis padres
están al sol
solos
protegidos por mi mano
que los toca y envuelve
la historia que me enseñan
no tiene matices
sino un temblor
que nos une.
Leonardo Garet
Imposible ausencia…
-A mi madre Vitalina-
¿Qué importan
los muros
del olvido
y el vacío que crea el morir?
La distancia
no ataja
a la estrella
y el amor es camino sin fin.
¿Qué importa
si trepa
el silencio
la plenitud
de tu antiguo jardín?
Como el agua
está pronta
a ser sol,
y el aire se vuelve jazmín,
hoy
toda mi sangre
te copia
y mi aliento te hace vivir.
Hoy
todos mis ríos
desatan
su andar impetuoso hacia ti.
José Luis Guarino
Mamá…
La tarde se prolonga
en un interminable
deseo de quietud.
Inmóvil
borroneada la forma.
El polvo de la nada
absorbe el llanto.
Corazones desazonados.
Deambulamos
queriendo retener
el tiempo.
El cielo de la habitación
se hizo invisible.
Sobre mi madre
suavemente descendió
una lluvia
de clavelinas.
Nidia di Giorgio
Esa es mi madre…
Esa es mi madre.
Se lava la cara y vuelve a la cocina.
Ese es tío Jesús, que llegó anoche de Sao Borja
y se acostó borracho.
Ahora es papá el que saca agua del aljibe.
El balde baja con un golpe seco
tras el chirriar de la roldana.
Ahora es papá de nuevo.
Da a beber a los perros,
a las gallinas
que hace rato escarban
en busca de un milagro.
Ruidos de mamá, papá, tío Jesús
a la hora de regresar a la luz,
a sus diminutas
historias cotidianas.
Solo ruidos.
Golpes de suerte apenas
que percibía difusos desde mi cuarto
en una lejana mañana de agosto
en que ninguna cosa cambiaría en el mundo.
Elder Silva
Madre…
-Ya inalcanzable-
Solo poder sobrellevar el tiempo
hasta matar la muerte de los otros.
Recobrar la mirada cerrada para siempre,
ver la mano perdida,
frágil flor de marfil lejana y sola
en su silencio inmenso;
revivir ese amor dulce y sereno
más allá de su grieta sin regreso,
oír su voz ya de aire, ya memoria,
llenando de ternura el gran vacío,
la enorme soledad sin luz, sin eco.
Solo cambiar el curso de los astros,
levitar las montañas,
volver al primer día,
no haber nacido nunca,
ser simplemente piedra
o guitarra o estrella
o ribera de un río:
solo poder sobrellevar la vida.
Margarita Muñoa