Seguramente que no hubo salteño adepto a la causa del fútbol, que no fijó la prioridad el miércoles a la noche, en el partido que sostuvieron Vélez Sarsfield y Flamengo, de ida semifinal de la Copa Libertadores de América.
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Porque además, dos salteños en la escena de Vélez Sarsfield; el Director Técnico Alexander Medina y el zaguero Matías de los Santos.
En la «olla» del estadio de Liniers todo se fue derrumbando en materia de ilusión colectiva, cuando ese nombre de equipo Flamengo, ofreció la fecunda y aplaudible lección sobre fútbol.
El fútbol con todos los condimentos, para que resulte la síntesis del talento, la certeza, el criterio y el apego permanente a una idea capaz de tornarse inapelable, sometiendo sin piedad al pretendido opositor.
Desde este suelo salteño, cabe preguntarse también, cómo puede ser que estos brasileños jueguen así. Porqué alcanzan tan pletórica dimensión, cuando ellos están tan solo a unos cientos de kilómetros de donde nosotros estamos.
Por qué en definitiva pueden desarrollar con tan prodigio de naturalidad, las facetas de un fútbol que no renegará nunca de la condición de espectáculo.
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Los cuatro goles de Flamengo.
El aplastamiento de Vélez Sarsfield, bofeteado en todos los rubros. Las cuestiones tácticas, el monopolio de los conceptos para generar desnivel y la arrasadora cartelería a la hora de prevalecer atacando.
Un todo mágico.
Y cabe preguntarse si es un milagro poder jugar así, o tan solo la consecuencia de quien sabe ser apto, PORQUE ES APTO.
Entonces, prima desde la suficiencia de los recursos, los explota a mansalva y tiñe de impotencia a un rival, expuesto a esa miniatura de exposición.
Por lo demás -convengamos- el fútbol de Flamengo es rehabilitador del fútbol, más allá de los que lo han transformado en negocio.
Flamengo gritó a los cuatro vientos, que LA DEFENSA DEL JUEGO debe ser librada sin más vueltas. Que es necesario atropellar a los carceleros del no se puede.
Porque es posible que se siga pudiendo, cuando el arte saca partido de su valor práctico y hasta sentimental. Por aquello de….¡querer al fútbol!.
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Resta saber si por estos lares, algo podemos aprender. Algo podemos incorporar. Para ser un poco mejores. Para ganar lo que se pueda entre tanta malaria acumulada, con hinchas uruguayos con 45 años de vida y que no han visto un equipo charrúa, sin haber podido ganar ni siquiera una copa de leche.
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Lo de Flamengo fue monstruoso. Un recital para aplaudir de pie.
En la tierra de Leandro Andrade, el «Maño» Ruiz y el «Daro» Rocha entre tantos, aplaudimos también.
No haberlo hecho, la señal misma de la depresión colectiva. O renunciar a la defensa de la alegría.
Del fútbol….¡por el fútbol mismo! El de la esencia. Y no del negocio.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-