- espacio publicitario -ACTIVAradio - Streaming Generación X Liliana Castro -Automóviles
Home COLUMNAS de OPINION CAMBIO DE RUMBO: una apuesta a la VIDA 

CAMBIO DE RUMBO: una apuesta a la VIDA 

67
Familia
- espacio publicitario -
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/u23y

Todas las familias deben saber cómo resistir las falsas sirenas de la cultura de la muerte. No podemos seguir adelante con la muerte como única base de nuestra civilización. Debemos hacerlo con la cultura del amor que da la bienvenida a la vida

Juan Pablo II
Familia

Es inevitable quedarse perplejo ante la persistente promoción de la cultura de la muerte, donde la muerte de los seres humanos es vista con cierto favor. 

Esta cultura se traduce en una batería de medidas que implementa el sistema político, educativo y sanitario, como ser: la legalización y promoción de aborto (a la carta); la eutanasia; el fomento constante del uso  de todo tipo de métodos anticonceptivos, esterilizaciones, etc; el mensaje de que la postergación de la maternidad es beneficioso; hablar de planificación familiar y de derechos sexuales y salud reproductiva; en la imposición a la fuerza de una ideología metafísica de corte sexista como lo es la de género o genero fluido; el relativismo del sexo; el feminismo radical; la cultura del descarte y el ataque incesante a la familia tradicional y a la maternidad, entre muchas otras.  

- espacio publicitario -

En el caso de Uruguay, una vez que se legalice la eutanasia habrá cerrado el circulo de la cultura de la muerte, permitiendo la eliminación de la vida humana en sus dos extremos, desde la concepción hasta la muerte natural del ser humano. 

Amén de que denigrar la vida y la dignidad es un mensaje pésimo para nuestros hijos y para la sociedad toda, esta cultura mortuoria tiene efectos devastadores sobre la demografía de un país, y mucho más en el nuestro, donde la situación demográfica es alarmante. 

Hoy Uruguay no tiene tasa de reemplazo poblacional y de persistir este descenso de la fecundidad nuestra civilización en poco tiempo tiende a desaparecer. Cuando las muertes empiecen a superar a los nacimientos, se producirán cambios difíciles de comprender, iniciándose un espiral de descenso demográfico exponencial que será imposible de detener. 

Menos llantos de bebés. Menos niños en las escuelas. Más casas abandonadas. Más residencias de ancianos. Hoy es habitual que una persona mayor diga que sus abuelos tuvieron seis hijos y que sus padres cinco porque sus generaciones creían que era bueno tenerlos, mientras que hablas con un joven y te dirá que solo tendrá un hijo o no tendrá, sencillamente no vale la pena tener tantos hijos. Sin dudas que el mensaje de la cultura de la muerte ha sido muy efectivo, impregnando en la psiquis de nuestros jóvenes, y hoy somos testigos de la consecuencia de relegar la vida. 

¿Cómo ha sido posible un avance tan significativo de la “cultura de la muerte”? 

El apoyo decidido de colectivos, grupos e instituciones públicas y privadas que fomentan esta cultura a través de mensajes engañosos que se presentan a la sociedad como conquistas y derechos sociales, bajo el paradigma de vivir una libertad individual desligada de cualquier horizonte ético.

El mundo entero enfrenta hoy un estancamiento poblacional y un descenso en la fertilidad, lo que representa un retroceso sin precedentes en la historia que hará que las fiestas de primer cumpleaños sean más raras que los funerales. Si esto ocurre, la pirámide de población se invertirá. En lugar de una base de trabajadores jóvenes que sostienen a una franja más estrecha de jubilados, tendremos más ancianos que jóvenes y con ello la economía, y todo sistema mutual, colapsara. 

Los demógrafos pronostican que, en la segunda mitad del siglo o quizás antes, la población global va a iniciar por primera vez un descenso constante, lo que tendrá un efecto social, cultural y económico devastador.

De acuerdo con las proyecciones de un equipo internacional de científicos publicadas el año pasado en la revista The Lancet, para 2100, 183 países y territorios —de 195— tendrán tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo.

A pesar de esta gravísima situación, nuestros gobernantes insisten en imponer una cultura que no favorece los nacimientos, y prueba de ello es la reciente noticia de que el año 2023 fue el año en que nacieron menos bebés desde hace 127 años. Esa es la cruda realidad: población envejecida y menos nacimientos. El cierre de escuelas por falta de alumnos ya está pasando en nuestro país.

Esta preocupante realidad impone la necesidad de torcer el rumbo y la única forma de revertir este declive demográfico exponencial es apostando por la cultura de la vida , poniendo a la vida en el lugar que se merece, y a partir de allí adoptando medidas que promuevan la dignidad humana, la vida, la familia, la maternidad y la crianza de los hijos. 

Es impostergable abandonar la ética del egocentrismo y relativismo moral en la que nuestra sociedad está sumida, en ese narcisismo de “lo mío” (“mi cuerpo” “mi decisión” “mi autodeterminación”, “mi proyecto”), en donde el derecho a nacer depende del deseo de la mujer, y entonces la vida queda condicionada a hijos deseados y no deseados. Es impostergable alentar una sociedad que apueste por la promoción de la cultura de la vida y que sea ese el mensaje que discurra hacia nuestros hijos.

Esto significa hablar menos de cómo realizarse un aborto y más de lo hermoso que es tener un hijo, que nos van a acompañar toda la vida; hablar menos de la maternidad como una pérdida de tiempo o una cruz que nos puso Cristo en esta vida que posterga nuestros proyectos y ambiciones personales y más de ese único y maravilloso privilegio de ser mamá; menos de tratamientos hormonales, transexualidad, géneros y cirugías para cambiar el sexo, y más en el fomento de la familia, que crie hijos sanos y felices.  La educación, la salud, los medios de comunicación y las políticas públicas deben estar orientadas al fomento del respeto y la defensa de la dignidad humana. 

Lo cierto es que la “cultura de la muerte” no es verdadera cultura sino una anticultura, pues sólo hay verdadera cultura allí donde hay humanización, respeto a todos los hombres y mujeres, comenzando, precisamente, por ese bien que posibilita la convivencia de la sociedad: el de la vida de cada uno de nosotros.

Como padres: ¿Qué mensaje queremos dejar a nuestros hijos?

El único: el de VIDA.

Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/u23y
- espacio publicitario -