Marta J. García es una salteña que escribe desde siempre (fue integrante del grupo Perfiles de Salto), aunque su afinidad por el arte es más amplia que la vocación literaria: no le es ajeno el dibujo, la pintura y más.
Cuando hace unos días EL PUEBLO hacía referencia a Hugo Longa Motta, excelente pintor salteño, nacido en Guaviyú de Arapey, Marta decidió enviarnos una carta en que rememora los tiempos compartidos con el artista. Hoy transcribimos lo medular de la misma.
Además, incluimos en esta página un poema de Marta.
LA CARTA:
Prof. Jorge Pignataro
Presente.
Estimado Jorge: Justo esta semana sale en el diario un comentario sobre Longa, que cumpliría 88 años, igual que yo; que el lugar donde nació es por los pagos donde nací yo también. Pero lo más importante: ¡Fue mi condiscípulo en el liceo!.
Si mal no recuerdo, fue en 3er. año, en el salón que queda primero, entrando al pasillo de la izquierda. Era un compañero más, quizás un poco más serio, no estaba tanto para la «pavada» y bromas adolescentes.
Nunca olvidé cómo dibujaba. Cuando nosotros estábamos por la mitad del trabajo, él ya había terminado. Ya fuera figuras lineales, naturaleza muerta, pájaros, etc. Y a nosotros nos parecía perfecto su trabajo.
Siempre leí lo que salía sobre él, sobre todo en El País, incluso una nota exclusiva. También sale en los grandes remates de obras de arte en Montevideo.
El dibujo de él era único, su estilo no se podía confundir, era de Longa. Lástima que murió joven.
A mí también siempre me gustó el arte, en todas sus expresiones; pero creo que lo mío no pasó de lo mediocre. Pero creo que los salteños, tenemos algo especial en distintas disciplinas. A mí, no me hubieran dejado ir a lo de Czifferi a aprender algo, aunque me encanta dibujar.
Un abrazo virtual.
Marta
EL POEMA:
Madres del ayer
Miro mis manos
hoy arrugadas
llenas de líneas marcadas.
Son las mismas
parecidas a alas
de bailarinas
que supieron lavar
en agua helada
en los inviernos
que supieron hacer tortas de cumpleaños,
planchar pañales
húmedos de lluvia
que tejieron, cosieron
ropas de niños,
pero a la vez
también bordaron,
pintaron, y aún pueden hacerlo,
inventaron pequeñas esculturas
y no dejaron de escribir, dibujar,
porque su dueña
nunca dejó de soñar.
Hoy añosas, siguen moviéndose
tal vez, ya no detrás de sueños
pero siguen acariciando una flor
sintiendo su belleza.
Marta J. García
