back to top
domingo, 11 de mayo de 2025
16 C
Salto

Tarde de lluvia

- espacio publicitario -
Diario EL PUEBLO digital
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/pnv7

Domingo, tarde de julio, frío intenso, lluvia y una abrumadora sensación de aburrimiento bastante agobiante e indescriptible, en donde sabía que mis amigos también se encontraban encerrados en sus casas y a la espera de una mejora del clima que nos permitiera jugar un rato para acortar estas vacaciones de invierno; hasta preferíamos ir a la escuela antes que estar aislados del mundo mientras los gotones rompían los charcos de agua y las expectativas de que asomara el sol eran mínimas.
El concepto de lo que sería internet no existía más allá de algún libro de ciencia ficción a los que tampoco teníamos mucho acceso salvo que fuéramos a la biblioteca, ni siquiera el celular -que si bien algunos privilegiados tenían- era un objeto de entretenimiento sino de comunicación. Peleábamos luego de cada viento fuerte para acomodar la antena de la televisión así podíamos ver algunos pocos canales de aire disponibles, hablar de señales por cable era referirnos a lujo, una maravilla tecnológica.
Aquella tarde en especial me quedó bien marcada, como todas las cosas lindas que perduran en el tiempo y se repiten en la memoria y en sensaciones del cuerpo una y otra vez años después, las que se transmiten y perduran sin necesidad de ser actos heroicos o destacadas victorias de los libros de historia, una tarde de cosas sencillas… nada más…
Mi madre se despertó de la siesta estricta de cada domingo, yo había jugado al solitario con las cartas de mi hermano que había tomado sin permiso, entre trampa y trampa gané algunas veces, otras me di por perdido no sin antes destapar los naipes sobrantes intentando adivinar cuál sería. Un aroma atrapante me envolvió, eran tortas fritas recién hechas, amasadas con paciencia y destacadas con ese sabor característico que todavía hoy tengo el placer de poder disfrutar, mi padre también se levantaba y hablaba con sus pocas y justas palabras del clima, de lo que había que hacer en la semana y juntos tomaban mate hasta que en la radio sonara el número extra del 5 de oro. No cabía más que aburrirse y encontrar la manera de pasar el tiempo, apelar a la imaginación y aprender del no hacer nada para inventar historias mágicas e intentar cosas diferentes con las que pasar el tiempo, saber cómo jugar teniendo poco o lo mismo de siempre… eso hoy ya es más difícil… No reniego de los avances ni del entretenimiento de hoy en día, solo creo que ese tiempo obligadamente nuestro pasó a formar parte de un nuevo lujo que en vez de darse naturalmente se necesita buscar a costa de otros ruidos. La inmediatez del “ya” nos obliga a correr detrás de otras cosas que no necesitamos hacer, ya no se leen más libros, ya no nos aburrimos, ya no tenemos que esperar, estamos obligados a actuar sin meditar y a meditar por pocos segundos. Ya no tenemos que crear pues “todo está inventado”, aquellas tardes de lluvia ya no se rigen por entretenernos con cosas sencillas, pues lo sencillo últimamente tiene poca importancia (salvo que tenga pantalla táctil y wifi). A veces extraño aquellas tardes de lluvia, ya no como parte de un recuerdo, sino por aquella extraña sensación de no tener otra posibilidad que despertar de la siesta y perderme en mi cabeza para revolver un poco de la nada.

                                      Juan Pablo Nickleson 
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/pnv7