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viernes, 14 de marzo de 2025
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“Reconquista”, el libro de cuentos de Carlos Octavio Bordoli

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Llegó días pasados a nuestra Redacción un libro publicado hace poco tiempo, que sinceramente desconocíamos. Vale la pena leerlo, adentrarse en una narrativa bien cuidada y que, por los temas que aborda, demuestran una sólida y amplia cultura de su autor, de profesión abogado. Nos referimos al libro “Reconquista”, de Carlos Octavio Bordoli.

Transcribimos hoy, de modo de abrir a los lectores de EL PUEBLO un pequeña ventana para asomarse a este mundo creado por Bordoli, la primera parte del relato titulado Libertad.

Antes, conocemos más de la obra a través de estas palabras de la escritora Margarita Heinzen: “Reconquista es un libro de ocho cuentos, en su mayoría extensos, tanto que algunos podrían dar lugar a una nouvelle. La mayoría tienen un tono legendario, como de cronista de Indias, de descubrimiento de nuevos mundos, aunque no sean nuevos. Los cuentos narran viejas historias en lugares remotos o historias contemporáneas, aquí cerca y nos pasean desde la prehistoria a los Sioux o las pampas, a las selvas malayas, a la antigua Asiria, a jerusalén o l montevideano barrio de Belvedere. En cada lugar, las voces en lenguas nativas -principalmente los nombres de lugares, personas o cosas- se mezclan con naturalidad en el texto. La constante de estos cuentos es la existencia de un elemento fantástico, un dislocamiento de la realidad, un pequeño desfasaje que nos hace pasar auna dimensión no explicable.
También los caracteriza la omnipresencia del destino, como si los personajes estuvieran cumpliendo con los designios ya escritos por una mano invisible e inexorablemente fueran a su encuentro, o tuvieran una misión superior.

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Marcha por la Vida - Viernes 28 de marzo, 19:15hs

Bordoli nos pone en contacto con su universo, con reflexiones sobre la vida, el destinoy los miedos, en boca de los personajes o de un narrador, cuya voz acompaña y guía al lector por el texto, a la manera de un novelista de otro tiempo…”.

LIBERTAD
No puedo recordarlo hoy más que como un vívido sueño, o como una historia antigua que mi mente recrea a fuerza de haberla oído de otros. No ya como un recuerdo, sino como algo ajeno, lejano, que, sin embargo, ha plantado en mí una certeza tan profunda que envuelve, ratifica e indemniza la lejanía con la que percibo lo sucedido en aquellos días. La fuerza del aprendizaje vuelve aquello nítido y real, férreamete anclado en el fondo de mí mismo, y me sostiene de pie en medio del más violento terremoto de mi vida; de ese brutal intento de socavar los simientos de mi ser, de desintegrar las partes que lo conforman. Lacerar mi carne no les resulta suficiente castigo, suficiente tormento pra que este resquicio de humano en que me han convertido, para que pague el no haber revelado lo que nunca supe; por eso ahora se empeñan, con menos tino y menos resultado, en lacerar mi mente, mi espíritu y mi razón.

Lo que ellos ignoran es que este espíritu que soy no puede ser golpeado, ni quemdo, ni aislado, ni torturado. Porque una vez que se ha mirado al espejo, diáfano de sí mismo y se reconoce, ya nada en este mundo puede corromperlo.

Les confieso a los que hoy conocen mi historia, que de haber sabido algo, quizá hubiera cantado como un benteveo, al menos durante aquellas primeras semanas; luego, tal vez ya no. Porque la increíble capacidad de adaptación del hombre le permite acostumbrarse a todo, incluso a las más inhumana y miserable existencia, por fuerza de reiteración, como yo me acostumbré a este helado y oscuro cuarto donde me pudro en vida. Donde las técnicas de tortura psicológica más oscuras y retorcidas están siendo ensayadas noche a noche en mi persona.

Pero no canté, no escucharon escaparse una sola palabra del vallar de mis dientes, ¡ah, pero infeliz de mí!, no por valentía o fidelidad, debo confesarles, sino por la triste condición de ignorar por completo todo aquello sobre lo que con tanto ahínco me interrogan.

Nada tuve que ver jamás con el Movimiento de Liberación Nacional, ni con ningún otro grupo revolucionario o comunista. Siempre fui un libre pensador, inclinado más al anarco-individualismo que al socialismo o al comunismo; de cualquier modo, no fui ni seré jamás un individuo de ideologías políticas o un activista de ninguna clase, y siempre estuve más afín de la liberación del propio ser, que a la de cualquier país.

Pero sucedió que en mi mala hora, el destino quiso que algún idiota de fecunda imaginación, de forma deliberada o por mera torpeza -así lo supongo, porque al pensar en un arbitrario hecho del azar es demasiado doloroso-, me denunciara a los militares como subversivo.

Un llanamiento nocturno, algunas amistades, y un par de ediciones de Trotsky, Marx, y por qué no, también textos de Gandhi, me grajearon sin debido proceso y sentenciado en la sospecha el fin de mis días como hombre libre; de hecho, podría sostener que el fin de mis días como hombre a secas, si a esta condición le aparejamos el respeto a las más básicas dignidades inherentes a cualquier ser vivo.
Sé que cualquiera de estos días, dos de ellos entrarán a la celda para cederle mi lugar al próximo infeliz. Me duele saber que ya no volveré a ver la luz del sol, a paladear una comida copiosa, o un baño caliente en esta vida.

La cercanía del fin late a cada momento con más claridad, más inminente y fatal. Mas entre tanto suplicio no es ya dicha cercanía tan aterradora. Sin saberlo, estos trogloditas, enfermos de inhumanidad y porfía me han hecho un gran regalo, de que, en medio del tormento, y como consecuencia casi definitiva de este, recordé.

No como se recuerda una memoria, o una anécdota, sino más bien, algo así como una remembranza del amor maternal, un recuerdo casi abstracto que brota del corazón, el recuerdo de aquella certeza que hoy me invade, me consuela y me eleva glorioso por encima de estas, mis oscuras circunstancias, iluminándolo todo con la luz incandescente de la verdad.

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