El pasado martes estuvo en nuestra ciudad para presentar su último libro, “La Sucesión Presidencial”, el Ministro de la Corte Electoral José Garchitorena, con quien dialogó EL PUEBLO sobre detalles y anécdotas que surgen de la lectura de dicho material de consulta que se torna ineludible para los estudiosos de la historia y de la política de nuestro país.
– ¿Para quién escribió este libro?
– En realidad este libro lo empecé a escribir para mí. Tengo cuatro libros publicados, pero ninguno lo empecé a escribir pensando en publicarlo, fue a partir de una inquietud personal, me gusta mucho el Derecho, la historia, el Derecho Electoral y la materia electoral, este libro tiene un poco de todas esas cosas. Pero si tengo que dar una explicación un poquito más profunda, yo creo que todos los libros que he escrito hasta ahora son libros que buscan resaltar el valor de la institucionalidad uruguaya, sobre todo para que tomemos conciencia del capital que tenemos, que hemos construido a lo largo de más de 200 años de historia y que hoy nos corresponde a nosotros preservar para legar. En el fondo, es ese el hilo conductor que está en todos estos libros, es eso, es mostrar la excepcionalidad uruguaya, porque lo es, como el comentario que nos hacen invitados internacionales cuando vienen a presenciar nuestros comicios o amigos cuando uno viaja, y todos se maravillan de la democracia uruguaya como una excepcionalidad, de que nuestros presidentes puedan convivir y compartir una mesa, un debate, una reflexión en países donde los presidentes terminan presos o están peleados entre ellos. Y eso en definitiva no es casual, eso es producto de una construcción de mucho tiempo donde involucro a todos los uruguayos, que sucesivamente han ido tomando la posta en la materia. La finalidad última entonces es mostrarles a los uruguayos la rica historia política, electoral e institucional de Uruguay, no solamente para que estemos orgullosos de ella, sino también para que la defendamos y la preservemos.
– Pese a que han existido en la historia de nuestro país 68 gobernantes, usted prefiere decir que son 44 presidentes electos en titularidad, 20 presidentes del Senado en ejercicio de la Presidencia de la República, 4 Consejos Nacionales de Gobierno, lo que totaliza los 68 gobernantes. Cuando uno tiene que elegir un método de cómo seguir la institucionalidad del país, debe elegir de qué manera va a expresarlo. ¿Por qué eligió esta forma de enumerar o de marcar las presidencias, habiendo otras formas de hacerlo?
– Hay muy pocos libros que hablan de los presidentes y la mayoría son más bien biografías. La diferencia de este libro es que trata de la sucesión presidencial. Ese es el hilo conductor de todos quienes gobernaron el país. Cómo llegó cada uno. Y yo notaba que había diferencias en cuanto a la enumeración de las presidencias. No es como en Estados Unidos, que es muy fácil, porque desde Washington a la fecha tienen un presidente cada cuatro años, y es muy fácil saber qué presidente es Trump. Pero en Uruguay es más difícil. Y llegué a la conclusión que, en definitiva, el problema era que no manejábamos un mismo criterio. Había que fijar uno. Yo elegí un criterio, puede haber otro.
Naturalmente uno podría tener en cuenta exclusivamente los presidentes constitucionales, pero si no tenemos en cuenta aquellos gobernantes de facto, la historia nacional no se entiende. Porque el país, aún en los gobiernos de facto, sigue funcionando, se siguen tomando decisiones. Entonces, de alguna manera, había que tenerlos en cuenta. En cuanto a las personas que ejercieron el Poder Ejecutivo de manera constitucional, hay diferencias, porque hubo quienes fueron electos en titularidad para ese cargo, y otros que lo ejercieron provisoriamente. En titularidad, pero provisoriamente. No estoy hablando de un vicepresidente que sustituyó a un presidente porque está de licencia o se fue de viaje oficial. No, estoy hablando de que, sobre todo en el siglo XIX, sucedía que el presidente se elegía de manera indirecta, lo elegía la Asamblea General, el 1 de marzo. El 1 de marzo siempre fue la fecha de asunción de los gobernantes de Uruguay. Salvo en la época de Terra, que asumió en el mes de mayo, Baldomir también, y en la dictadura militar, que pasó a ser en el mes de setiembre. Pero eso ahora me parece más por un tema de los avatares políticos, más que por una decisión. Pero si no, en nuestras constituciones siempre fue el 1 de marzo.
Entonces, como digo, el criterio que adopté fue ese. Tener primero en cuenta la Constitución vigente en cada momento, y analizar si el acceso de la persona al Poder Ejecutivo se hizo o no de acuerdo a los términos de la Constitución vigente en cada momento. Y luego distinguir aquellos que, o bien fueron elegidos en titularidad para el cargo, o bien aquellos que lo ejercieron en titularidad pero provisoriamente. Y luego aquellos que lo hicieron absolutamente de facto. Y entonces, numeré exclusivamente a los que fueron elegidos en titularidad. Puse en negrita también a los que fueron constitucionales pero provisoriamente. Y naturalmente, sin negrita y sin número, aquellos que ejercieron en el gobierno de manera inconstitucional, digamos.
– Algunos detalles que tiene este libro que son muy interesantes en lo anecdótico. Se tomó el trabajo de incorporar a la historia de la elección de cada presidente, sobre todo por la Constitución de 1830, por la que eran elegidos por la Asamblea General, el número de votos que tuvo cada presidente electo. Obviamente hay algún lugar donde están esos datos, pero no hay duda que hizo un trabajo de hormiga.
– Todo está en las actas del Parlamento, que en realidad están digitalizadas. Uno puede acceder a ellas a través de la computadora. Al principio iba a la biblioteca del Palacio, hoy lo hacía desde mi casa en la computadora porque está todo allí. Como todas las cosas hoy en Internet. Lo que hay que saber es buscar, porque la información es abrumadora, pero está todo allí. Pero efectivamente, la Constitución del 30 estableció que el presidente de la República se elegía el 1° de marzo cada cuatro años por parte de la Asamblea General, que es la reunión de la Cámara de Senadores y la Cámara de Diputados. En esa época, bajo esa Constitución, e incluso hasta 1932, el Senado estaba integrado por un Senador por departamento. O sea que empezamos con nueve senadores, que fueron los que había en 1830. Tengamos en cuenta que al norte del Río Negro había un solo departamento que era Paysandú. El último departamento en crearse fue Flores, en 1885. Ahí llegamos a 19 Senadores. Y hubo 19 senadores hasta 1932. Después vino el Golpe de Terra y la Constitución del 34 ya estableció los 30 senadores que tenemos ahora. La Asamblea de ambas Cámaras sesionó hasta 1925 en el Cabildo de Montevideo. Allí se tomaba el voto nominal de cada Senador y cada Diputado, que a viva voz decía a quién votaba. Ahí está el dato fidedigno de cuántos votos tuvo cada candidato.
Como decía el doctor Herrera, en 1922, el último presidente electo de manera indirecta fue Baltasar Brum, que tuvo la particularidad de que no asumió en el Cabildo, sino que asumió en el Paraninfo de la Universidad. Eso también surge de las actas. Y en 1922 fue la primera elección presidencial directa. Como dijo el doctor Herrera, ganó el ingeniero José Serrato. Lo que no dijo es que quien compitió con el doctor Serrato por el Partido Nacional fue el doctor Luis Alberto de Herrera. Fue la primera candidatura del doctor Luis Alberto de Herrera la de 1922. Herrera fue el candidato en el 22, en el 26, que estuvo a 1.500 votos de ganar. Fue la elección más reñida en la historia electoral del país, la de 1926. No fue la del 71. Tal vez la del 71 fue la más polémica, porque hasta el día de hoy algunos irresponsablemente hablan de fraude, por eso en 2011, cuando se celebraban 40 años de la elección del 71, decidí hacer esa investigación que se publicó en el libro, no para defender el resultado electoral, sino para defender justamente la institucionalidad, la confianza en el sistema electoral que es el principal activo de cualquier sistema electoral, la confianza de la gente. Me preguntan si Uruguay tiene el mejor sistema electoral, y yo digo no sé, es el que nosotros confiamos.
– El siglo XIX fue bastante convulsionado en nuestro país, donde varios presidentes o gobernantes sufrieron atentados de vida, pero usted sostiene que sólo un presidente fue asesinado. ¿Podría contar esa historia?
– Sí, el único presidente que murió asesinado en el ejercicio de la presidencia fue Juan Idiarte Borda, el 25 de agosto de 1897, en la calle Sarandí, camino de la Iglesia Matriz a la Casa de Gobierno en Plaza Independencia . Es el único mandatario asesinado en ejercicio del gobierno. Después hubo presidentes que sufrieron atentados. Batlle tuvo un atentado con bomba en su primera presidencia. Terra sufrió un disparo en el Hipódromo de Maroñas en ocasión de la visita de Getulio Vargas, presidente de Brasil. Máximo Santos a la salida del Teatro Solís, que le perforó la cara, terminó renunciando a la presidencia y falleciendo poco después. Murió muy joven. En esa época los presidentes eran muy jóvenes.
– Siendo Uruguay tierra de inmigrantes, no logro entender de dónde viene ese sentido por la institucionalidad oriental que usted refiere permanentemente.
– No tengo la respuesta, puedo ensayar alguna hipótesis. A ver, hechos. Lo que es la Banda Oriental, la Provincia Oriental después, era un territorio absolutamente despoblado. Se calcula que en 1830, son estimaciones, muy cuestionables por cierto, había 70.000 personas en este territorio. Un territorio con una despoblación que estaba concentrada al sur del río Negro y sobre la costa del Río de la Plata y, eventualmente, hasta Rocha. Al norte estaba Salto, el puerto, porque se llegaba por el río y poco más. Pero, como digo, era un territorio despoblado y era un territorio también que, a diferencia de otros territorios del Imperio Español, o de los portugueses, no teníamos una élite económica o burguesa sólida, no había una iglesia fuerte, no había un ejército formado. Entonces, esa debilidad de los particularismos hizo que la construcción de la institucionalidad del Estado se impuso frente a todos los intereses sectoriales que en otros lugares condicionaron la creación de esos Estados y el desarrollo de esos Estados. Tal vez ahí esté parte de la explicación.
Otra parte es que históricamente los orientales fuimos muy de las asambleas. Artigas apenas empieza la revolución, en la Quinta de la Paraguaya, las Instrucciones del año XIII, todo en base a los representantes de los pueblos. Había cabildos también, ya en la época colonial, en cada localidad por más pequeña que fuera. De hecho, la fundación de cada centro poblado se entendía cuando se instalaba el cabildo, que era una representación muy popular porque era de elección de los vecinos. Entonces, había una cultura de asamblea, una cultura de representación, que fue lo primero que hicieron los 33. Desembarcan el 19 de abril, el 29 se incorpora Rivera, y ya enseguida se instala en la Asamblea de la Florida el gobierno provisorio. Rápidamente, la revolución tenía que darse una institucionalidad, sobre todo para presentarse ante las Provincias Unidas para recibir su apoyo militar.
Si no estaba el apoyo de las Provincias Unidas, era impensable que Rivera con sus 300 dragones y Lavalleja con los 33, que capaz eran 40, que bajaron en la Agraciada, pudieran enfrentar al ejército del imperio brasileño. Y eso después fue la fragua en la que se fue formando la nacionalidad oriental primero y uruguaya después. Que fue un proceso que ya para 1908, el primer censo, teníamos un millón de habitantes. Ese salto de 70.000 a un millón se explica por esa inmigración que se integró también a la nacionalidad oriental sobre todo a través de la política y de los mandos. Y eso también es una particularidad. Porque rápidamente se empezó a trabajar sobre todo en el campo y las peonadas eran parte del ejército.
Eso fue de alguna manera socializando y generando esa cultura cívica que genera la adhesión al caudillo primero, al doctor después, al dirigente político. Y bueno, creo que todo ese caldo de cultivo fue lo que genera esa particularidad uruguaya de la institucionalidad, la búsqueda de la institucionalidad, como digo en el libro.









