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Luis Alberto Thévenet, un poeta para rescatar y redescubrir

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Por: Jorge Pignataro

El nombre de Luis Alberto Thévenet está vinculado fuertemente al periodismo de nuestra ciudad (algunas radios primero y luego los diarios Tribuna Salteña y El Pueblo). También a las clases de Literatura en Enseñanza Secundaria. Fue un salteño ampliamente apreciado al que muchos recuerdan como un buen profesor y escritor. Lo más conocido de lo que escribió son las crónicas, especialmente las recogidas en su único libro: «Sucedió en Villa Naranjo», de 1970. Pero fue además un hombe que se sintió atraído por la creación poética y que dedicó gran tiempo de su vida a escribir poemas. Es quizás lo menos conocido de su personalidad. Y es entonces esa faceta, la de poeta, que hoy EL PUEBLO quiere rescatar y redescubrir. Antes, digamos que Luis Alberto Thévenet nació en Salto el 22 de abril de 1908; vivió algunos años en Montevideo y en Concordia, y falleció en 1973.

CAMPESINA

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Marcha por la Vida - Viernes 28 de marzo, 19:15hs

Las princesas son tristes y lánguidas;

ancestrales lágrimas enturbian sus ojos,

mientras tú, regalas color y sonrisas

a todos los vientos…

Yo te vi pasar, un día;

ibas, de la fuente a la alquería

llevando sobre el hombro, el cántaro

rebosante de agua matinal…

Tú, ingenua muchachita;

yo hombre de ciudad

donde el loco tráfago la ilusión marchita

y el becerro de oro se erige en deidad…

Ibas, sueltos a la brisa los hilos sedeñosos

de tu cabellera; ibas derramando

la gracia inocente que te da un presagio

singular; ibas entonando

la canción aquella, única en esencia

pero que difiere todas las mañanas…

Quedé nostalgioso de tu ambiente puro;

envidié los sueños, el gozo, la luz,

la dicha inefable y el amor sincero

que eres capaz de dar.

GLORIA

Blanco es tu nombre; blanco

tu rostro es, como la nieve de las cimas

que solo tiñe el rosicler del alba…

Tu almita es blanca, cándido capullo

donde las hadas, primorosas, traman,

hilanderas sutiles, la impalpable

madeja de los sueños…

Y, entre tanta blancura, tu nocturna

mirada sin confines, resplandece…

Y cantas! Y sueñas! Y en tu voz divina,

los señores del ritmo, sus amores

y sus penas dicen y sus visiones inefables…

Porque una vez tuve la dicha de escucharte;

porque una vez, tus ojos me ofrendaron

su mirada ideal, regalo excelso

y tu sonrisa me llenó de gloria,

hoy me postro a tus pies, para loarte,

cual rendido trovero, ante la dama!

EL AMOR QUE NO FUE

Tal vez ya no te acuerdes de aquel triste viajero,

pálido de bohemia y ávido de soñar

que, cuando tú pasaste, con andar hechicero,

su amor te confesara en pleno boulevard…

Era de azul y gracia tu vivir quinceañero;

brillaba en tus pupilas, honda luz estelar

promesa de la dicha inefable que aún espero

y que si no te encuentro, nunca podré lograr…

Malos vientos torcieron el rumbo del viajero;

juraron nuestros labios un voto lastimero,

ante ese adión incierto que estruja el corazón;

Y a veces, adivino tu faz idolatrada,

en la silueta efímera de alguna bella amada

que aviva los rescoldos de la vieja pasión.

NADA MÁS

Fueron momentos de embeleso,

aquellos de nuestro amor;

miradas sublimes, ardientes besos…

primavera loca, que no volvió.

Nos detuvimos en un sueño

de eterna felicidad;

y en la inconsciencia no advertimos

que todo sueño es vanidad!

Sin lástima, el hado protervo,

toda su saña nos volcó,

y el nido tibio que forjamos

quizá para siempre destruyó…

Grata añoranza bienhechora,

vierte en el ánimo dulce paz:

¡Es lo que queda de aquella hora:

un recuerdo doliente…Y nada más!

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