La política uruguaya atraviesa un tiempo de definiciones donde los liderazgos marcan el rumbo, y en particular la Coalición Republicana (CORE) se presenta como un proyecto que debe todavía probar su capacidad de consolidación. No alcanza con haber alcanzado el gobierno de Salto, sino que el verdadero desafío consiste en sostenerlo, ampliarlo y hacerlo creíble ante la ciudadanía pero con los ciudadanos que apoyaron este esfuerzo.
Como dijo Carlos Albisu, “el liderazgo no se ejerce solo con palabras, se confirma con los hechos”, y como recordaba Marcelo Malaquina, “la política no es un fin en sí mismo, sino un servicio al vecino, al ciudadano que confía en nosotros”.
El debate entonces se centra en si la CORE continúa como un proyecto en construcción o si logra ampliar su alcance, convocando a nuevos liderazgos que inevitablemente deben surgir y renovarse en un tiempo donde la sociedad ya no tolera estructuras rígidas ni dirigentes eternos. La incorporación de nuevas figuras políticas, con ideas frescas y compromiso real, es lo que puede dar vitalidad a un proyecto que de lo contrario corre el riesgo de agotarse en sí mismo.
En este punto, es necesario mirar con atención a Salto, único departamento gobernado por la Coalición Republicana. El ejemplo salteño debería servir como laboratorio político y administrativo: si la CORE logra dar respuestas allí, con gestión, con transparencia y con resultados visibles, podrá demostrar que es un proyecto viable a nivel nacional.
Pero si en Salto se repiten las viejas prácticas de hace 15 o 30 años, si no se cumplen las promesas o se reciclan los mismos nombres en los mismos cargos, el desencanto ciudadano será aún mayor y sin dirigencia conforme no existe proyecto alguno.
No se trata solo de cabezas de listas descontentos, que existen, ni de cargos de confianza: el papel de los militantes de a pie, de los dirigentes barriales y de las bases sociales es trascendente y deben ser escuchados e integradoras a gobernar.
Son ellos quienes sostienen el día a día de la política, quienes golpean puertas, quienes ponen la cara en la calle y quienes recogen el pulso real de la ciudadanía. Una coalición que ignora a su gente, que se encierra en acuerdos de cúpula, pierde fuerza y sentido.
Las orgánicas partidarias deberían funcionar como contralor y motor de propuestas, pero muchas veces parecen ausentes, sumidas en una luna de miel prolongada del primer gobierno de la Coalición Republicana, sin un cuestionamiento crítico que enriquezca la gestión.
La política precisa control interno, debate, renovación y, sobre todo, claridad en los objetivos y alguien que comience a decir las cosas de una vez porque no es anticiparse o no tener paciencia es reflejar lo que ocurre en silencios y voces que diagnostican entre el sentir popular.
El liderazgo, bien entendido, no es simplemente ocupar un lugar de poder. Es guiar, marcar un rumbo, convocar a otros, ceder espacios cuando es necesario y construir consensos sin que se pierda la identidad de cada sector. Salto tiene la oportunidad de demostrarlo: gobernar con cercanía, con participación real, con apertura a los nuevos líderes y con resultados que impacten en la vida de los salteños.
La ciudadanía espera respuestas, y aunque a veces parezca paciente, siempre da señales claras de lo que quiere. El mensaje está en las urnas, en la calle, en la vida cotidiana. La unión hace la fuerza, pero esa unión debe ser honesta, programática y efectiva.
El desafío de la CORE y de quienes conducen los destinos de Salto es tomar nota de esa confianza que se les otorgó. Lo tienen presente. Y es justo señalar que Marcelo Malaquina y Carlos Albisu son hoy los tenedores de la llave del entendimiento aunque ya existen especulaciones con otros líderes o liderazgos a formar porque nadie descansa solo se analiza y ejecutan estrategias, y de la posibilidad de desarrollo depende de ellos. De ustedes dependerá que esa puerta se abra para el futuro de Salto. GECS.
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