En el corazón de Salto Nuevo, frente al Bernasconi, hay un aroma que ya forma parte del barrio: el de las tortas fritas de Noel Facio y Carlos Núñez. Para muchos, son simplemente “las mejores de Salto”; para ellos, son mucho más que una receta o un emprendimiento familiar. Son parte de una historia de esfuerzo, de sacrificio y de un recorrido que empezó muchos años antes de instalarse en Avenida Solari.
El camino de Noel en la venta de tortas fritas nació en el 2004, cuando sus hijos estudiaban en Cuba. Junto a otras dos madres, armaban un pequeño equipo que funcionaba casi como una coreografía: una freía, otra estiraba y otra embolsaba y cobraba. Así, entre turnos, manos en la masa y el deseo profundo de acompañar los estudios de sus hijos desde lejos, comenzaron a vender afuera del zoológico en el parque Harriague.
Noel recuerda ese tiempo como un período de trabajo constante y mucha unión. Con el correr de los años, otra de sus hijas también viajó a Cuba para estudiar Medicina, y la familia siguió esforzándose para sostener ese sueño. Para Noel, cada torta frita que amasó fue también una forma de contribuir al futuro de sus hijos, algo que la llena de orgullo hasta hoy.
Ya instalados en Salto Nuevo desde hace una década, Noel y Carlos continúan con la venta diaria —o casi diaria— de tortas fritas. Saben que el paso del tiempo pesa, que no tienen la misma energía de antes, pero mantienen vivo el hábito de prender la freidora, armar el gazebo y recibir a la gente que los conoce de toda la vida. Y la respuesta del público se ha vuelto parte inseparable de su rutina: elogios, fidelidad y la curiosidad de quienes insisten en saber el secreto de la masa, aunque ellos aseguran que no hay misterios, solo práctica y trabajo a la vista.
Su historia está hecha de días de lluvia bajo el gazebo que casi salía volando, de jornadas en las que amasaron 25 kilos de harina para sacar 750 tortas, y de noches de cansancio que se mezclaban con la satisfacción de haber salido adelante una vez más. Porque, como dicen, esto no es para hacerse rico, sino para vivir, para sostener la casa y para encontrarse con la gente. Él, técnico en electrónica; ella, costurera: dos oficios que conviven con este emprendimiento que ya forma parte de su identidad.
Noel y Carlos son un ejemplo simple y profundo a la vez: muestran que el trabajo humilde, constante y honesto puede sostener sueños, acompañar trayectorias y convertirse en una fuente de orgullo. Y que, aunque al principio la venta les daba vergüenza, hoy no solo no la sienten, sino que la comparten con alegría, sabiendo que sus tortas fritas son parte de la vida del barrio y de la historia de su familia.
Los protagonistas de la historia de vida son Noel Facio y Carlos Núñez, quienes hace 10 años venden tortas fritas en Av. Solari, frente al Bernasconi.
¿Cómo empezó el camino en la venta de tortas fritas, recordás el primer día?
«El primer día no, pero el año sí: en el año 2004, cuando nuestros hijos estudiaban en Cuba. Éramos tres madres. El mío fue a estudiar Educación Física.»
¿Y por qué eligieron Cuba para ir a estudiar?
«Porque queríamos que él fuera a estudiar Medicina, pero como no estaba acá para llenar los papeles, le dije: ‘Bueno, tenés que hacer otra cosa’, y se anotó para Educación Física. Se fue en el 2003.»
¿Dónde vendían ahí?
«En el parque Harriague, ahí afuera del zoológico», expresaba Noel.
«Éramos tres madres: una freía, la otra estiraba y otra embolsaba y cobraba. Después nos cambiábamos.»
«Y en el 2007 se va mi hija, y seguíamos juntando. Mi padre me ayudaba.»
¿Tu hija qué fue a estudiar?
«Medicina. Ella fue en el 2007 y hoy es médica: trabaja en las Termas del Arapey y en la policlínica.»
¿Qué orgullo para vos, Noel, que vendiendo tortas fritas lograste todo eso?
«Y seguimos trabajando, no es que solo eso… Teníamos que hacer muchas cosas, porque de alguna manera uno u otro siempre nos ayudaba», contaba Noel.
¿Y hoy en día están vendiendo tortas fritas en Salto Nuevo?
«Hoy sí, hace 10 años. Vendemos enfrente del Bernasconi y tratamos de ir casi todos los días. A veces vamos, a veces no… ahora no tenemos la misma edad que antes.»
Carlos, ¿cómo es la respuesta de la gente? ¿Qué les dice?
«Nos dicen que son las mejores tortas fritas que han probado, las mejores de Salto, que nunca conocieron una torta frita igual. ‘Cómo se hace la masa’, nos preguntan.»
¿Y ustedes lo cuentan?
«Sí, sí, lo contamos, porque a todos les salen distinto. Va también en la mano, en la experiencia, en la forma de hacerla. Lo nuestro es todo a la vista: no tenemos ningún secreto, no tenemos techo, todo a la vista.»
¿Y el día que llueve?
«No vamos. Muchas veces vamos todos los días, pero últimamente, ahora que está haciendo calor, es complicado hacer masa nueva todos los días, porque lo que sobró de ayer no sirve para hoy. La masa queda chiclosa o no se estira», expresa Noel.
Carlos, un día que les haya ido muy bien, que los haya sorprendido… ¿cuántas vendieron?
«Ese día mi señora amasó 25 kilos de harina.»
¿Y cuántas tortas salieron?
«750 tortas. Ese día le dije ‘nunca más’, porque llegó a casa y no se podía ni mover», comentaba Carlos.
«Era un día que llovía; la gente se llenaba abajo del gazebo. Nos sostenía el gazebo porque volaba, y nos decían: ‘Queremos 20, queremos 30’. Entonces él iba y venía, iba y venía haciendo masa… Cuando él volvía con la masa ya no tenía más», comentaba Noel.
«Esto no es para hacer plata, esto es para nosotros, para la casa. Sabemos que, con eso que ganamos, la ganancia siempre la tenemos que dejar para comprar al otro día. Es poca plata, no es para ir a comprarme dos kilos de asado, es para lo del día.»
¿Se dedican solo a vender tortas fritas o hacen otra cosa?
«Yo soy técnico en electrónica y ella es costurera», expresaba Carlos.
«La torta frita es salir un poco de la casa, tratar un poco con gente», decía Carlos.
«Al principio te sabe como vergüenza… después no», decía Noel.
Noel tiene 7 hijos y Carlos nos decía: «Y a ninguno le da vergüenza que la madre venda tortas fritas.»
¿Se complementan bien en la venta de tortas fritas?
«Sí, sí. Es un ingreso… prácticamente vivimos de eso. Yo puedo tener algún trabajo de electrónica, pero ese es todos los días», concluía Carlos









