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domingo, mayo 18, 2025
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Gloria Burgos, ser madre, maestra y sostén de muchas vidas

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Gloria Burgos fue entrevistada porque su vida de lucha y perseverancia puede, como tantas otras, ser ejemplo y hasta un mensaje alentador para quienes atraviesan momentos críticos, complejos.

Ser madre no siempre es inmediato. A veces es una espera larga, terca, íntima. A los 36 años, Gloria Burgos sintió que ese deseo podía con todo. Había pasado por seis intentos frustrados, múltiples tratamientos, pero su voluntad no se quebró y su entrega abarca mucho más que su familia

“Yo tenía 36 años cuando al fin logré ser mamá. Después de varios intentos, tuve seis pérdidas. A pesar de la ayuda de los médicos, nada funcionaba. Hasta que el Dr. Pozzi me dijo: ¿querés seguir insistiendo? Y yo, sí. Yo quería ser madre. Lo sentía desde dentro.”

Un diagnóstico que cambió el rumbo

Fue entonces cuando junto al Dr. Maquiavelo decidieron hacerle un estudio que nunca antes le habían realizado. “Me lo mandaron a Montevideo, al Hospital Italiano. Me salió positivo el anticoagulante lúpico. Eso hacía que la sangre se acumulara en el cordón umbilical y por eso se producían las pérdidas.”

Gracias a ese diagnóstico, Gloria comenzó un tratamiento pionero en el país: inyecciones diarias de un anticoagulante llamado clexane. “Fue todo un desafío. En esa época no se podía inyectar más de 30 unidades, pero gracias a ese tratamiento, Blanquita nació. Prematura, de apenas un kilo trescientos sesenta gramos.”

Blanquita estuvo en cuidados intensivos hasta alcanzar el peso suficiente para ser vacunada y poder ir a casa. A partir de ahí, la vida fue otra. Un amor incondicional, una entrega absoluta. “Apostaba a su evolución. Le di estímulo, seguridad, mirada. Su crecimiento fue normal, aunque hasta los 7 años no equilibró del todo su peso y tamaño con el resto de los niños.”

Pero Gloria no solo fue madre de Blanquita. Fue madre de muchos. Como maestra especializada en educación especial, dedicó su vida a acompañar a niños con distintas discapacidades. “Siempre lo hice con mucho amor, no solo como trabajo, sino como una misión de vida.”

Cuando Blanquita nació, Gloria la llevaba con ella a la escuela. “No me animaba a dejarla sola. Tuve compañeras y directoras maravillosas. Me cedieron un espacio para que pudiera estar con su cuidadora mientras yo trabajaba. Blanquita creció con mis alumnos. Sus pares eran los niños del grupo.”

La independencia de Blanquita

Blanquita creció entre ese torbellino de amor, comunidad y entrega. Fue alumna ejemplar, abanderada. Cuando en quinto año del liceo los docentes comenzaron a faltar, tomó una decisión firme. “Me dijo: mamá, me voy a hacer sexto en Montevideo. Quiero continuidad en mis estudios. Y se fue. Se independizó. Vivió sola en un apartamento, con todas las medidas de seguridad que te puedas imaginar.”

Hoy Blanquita estudia Neurología. Está en tercer año y se va a hacer un posgrado en un hospital en Barcelona. “Se organizó sola. Su economía, su alimentación, sus tiempos. Y ahora que se va, solo siento orgullo.”

El nacimiento de Tugua

En paralelo, fundó el Instituto Tugua, un espacio que hoy funciona con 30 alumnos jóvenes y adultos con discapacidad intelectual. “El Tugua es como mi hijo varón. Ellos me dicen que son mis hijos adoptados. Y es cierto. Porque uno también se hace madre de muchas formas.”

«Tugua es el Instituto de Educación Especial que hace más de 30 años yo creé y dirijo y que ahora en la actualidad está ubicado en Uruguay 1429 que en el momento contamos con 30 alumnos que son todos jóvenes y adultos con discapacidad intelectual y algunas otras asociadas que son egresados de las escuelas especiales . Es un instituto en que funcionan talleres y bueno y hasta el día de hoy los Tugua ,les digo yo, están en contacto con Blanquita se mandan fotos, ese vínculo se mantuvo y bueno en realidad con ella se vive y se vivió y se vive la inclusión.»

El golpe inesperado

Pero la vida volvería a ponerla a prueba. Cuando Blanquita tenía 7 años, a Gloria le detectaron un nódulo en el pecho. “Fue una enfermedad bastante jodida. Me lo descubrí en el baño. Algunos días estaba, otros no. Cuando me lo confirmaron, decidí esperar a que pasara el cumpleaños de Blanquita para contarlo. No quería arruinar ese momento tan lindo que estábamos viviendo.”

Aun en medio del tratamiento, no dejó de pensar en su hija. “Me ayudó mucho Ana Clara Dondo, que la empezó a acompañar en un taller para que entendiera lo que estaba pasando. Siempre tuve una red de afectos que me sostuvo. Por eso yo siempre pienso que se puede salir. Son pruebas que la vida te presenta para demostrar tu resiliencia.”

Una directora itinerante

Su historia en la educación también es una cadena de luchas ganadas. Gloria impulsó la reconstrucción de la Escuela 97, un proyecto que llevó adelante con determinación inquebrantable. “Estuve un año con todo en el auto. Era la directora itinerante. Andaba de escuela en escuela, pero logré que la obra saliera. Me planté en la inspección y dije: hasta que no aprueben la obra, no me muevo.”

La Escuela 97, como el Tugua, es parte de su familia extendida. “Vivimos un periodo de muchas luchas, pero de muchas gratificaciones. Yo nunca me paré del lado del poder, del juzgar. Me paré al lado del maestro, de la madre, del niño.”

El relato de Gloria es la prueba viva de que ser madre puede tomar muchas formas: la biológica, la profesional, la afectiva. Pero todas tienen algo en común: el sostén, la contención, el compromiso.

Uno necesita tener una referencia, un hombro donde apoyarse. Yo siempre estuve para eso. Y también me apoyaron a mí. Y si cometí errores, aprendí. De eso se trata vivir. De amar y seguir.”

Finaliza señalando que » admiro a las madres con las que he trabajado y me he cruzado en la vida, que son unas guerreras Impresionantes, y que realmente me pongo de pie para aplaudirlas. Un feliz día a las madres de ayer, de hoy y de siempre, por las que están y las que no están.”

La foto significativa muestra como ha sido el camino de Gloria y Blanquita, ……navegar juntas en un rumbo pero manteniendo cada una su identidad.

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