El predio que ocupa este parque (hoy declarado Monumento Histórico Nacional) ubicado entre las avenidas Luis Batlle Berres, Enrique Amorim, Candelaria Areta de Amorim y calle Gutiérrez Ruiz, era la quinta de Don Benito Solari, quien donó los terrenos al Municipio de Salto según el testamento firmado el 3 de junio de 1923.

En el documento se establecía la prohibición de fraccionar el bien y la voluntad de Solari en cuanto a que el lugar fuera destinado a un Parque Municipal. Después de los necesarios acondicionamientos (bancos, un lago, una glorieta, jardines), el 28 de diciembre de 1924 se inauguró el paseo. En dicho acto hizo uso de la palabra el Sr. Orestes Lanza (en nombre del Consejo Departamental) y actuó la Banda Popular dirigida por el Profesor Monetti.

Benito Solari fue ganadero y comerciante (1861-1923). Integró la Junta Económico-Administrativa del departamento en varios años. Fue presidente de esa corporación nacional en el período de 1904 al 1906. Su obra edilicia fue importante: reestructura y creación de avenidas, remodelación de plazas Artigas y Treinta y Tres, adoquinación de calles, etc.. Impulsó las actividades agropecuarias y realizó importantes donaciones.
Felices 100 años, Parque Solari. Un salteño como vos, el porta José María Rondán Martínez te cantaba así:
PARQUE SOLARI
El Parque Solari tiene
galerías verdes, verdes,
verdes para el corazón
que en su silencio se pierde.
Los domingos se engalana
de pañuelos inocentes,
y siempre de besos rojos
hasta después de las siete.
Brazos de pinos elevan
trinos de zorzal alegre,
para que el cielo sonría
rocío en madera fuerte.
Ríe el columpio de la fiesta
de enaguas blancas, celestes,
alborotando la tarde
despierta en la clara fuente.
Hay mil colores cautivos
entre alambres grises, crueles,
pero los trinos escapan
hacia los nidos ausentes.
Un puma bosteza, tose.
El mono brinca, divierte
a un hombre curvado al suelo.
José María Rondán Martínez
Se llamaba Leonor García Hernando
Descubriendo a una poeta argentin “injustamente poco conocida”

Quien dice que es una poeta injustamente poco conocida es el escritor y crítico literario -gran estudioso de la literatura de ambos márgenes del Plata- y habitual colaborador de esta página de EL PUEBLO, Alejandro Michelena. Es él quien nos habla en este artículo de Leonor García Hernández; estamos invitados a conocerla:
“Es una gran poeta argentina de la generación de los años setenta injustamente poco conocida. Autora de culto, seguida por pocos pero fervorosos y buenos lectores de poesía, luego de su muerte en marzo del 2001 en Buenos Aires, donde residía (había nacido en Tucumán en 1955), comenzó a interesar a poetas más jóvenes, con los que su obra renovadora sintonizaba.
Formó parte del taller literario «Mario Jorge de Lellis» y del consejo de redacción de la revista Mascaró.
Publicó los libros de poesía «Mudanzas» (1974), «Negras ropas de mujer» (1987), «La enagua cuelga de un clavo en la pared» (1994), «Tangos del orfelinato/Tangos del asesinato» (1999) y «El cansancio de los materiales» en el 2001, del que llegó a ver los primeros ejemplares dos semanas antes de morir.
INGRATOS
Ingratos
los objetos cayeron por la escalera, desentendidos de todo cuidado.
La arenilla de las cosas rotas, como líneas de cocaína en los escalones,
invitan a la fiesta inversa del desastre.
La puerta del balcón está abierta
y el frío colma los platos sucios olvidados sobre el mantel
¿recuerdas cómo oscurecía mi frente bajo el sombrero de ala rota
o el dolor esa aguada esparcida en la noche donde un animal bebe apartado
porque su sed es de ese brillo de agua rara en la oscuridad
la sospecha de que las cosas empiezan a empeorar
es lo único que duerme sobre mi hombro
tranquila Leonor
los vidrios ya están rotos al fondo de la escalera
y asomada al barral
ves los destellos insignificantes de lo que tuvo un orden de belleza y utilidad.
Rabiosos insectos corren por los tabiques porque el ruido de lo que estallaba los quitó de la armonía
tranquila Leonor
serena como el criminal en el momento de quitar el cuchillo de entre los cubiertos
porque en tu mano los objetos pierden su inocencia
y en tu vida los sucesos se ordenan con crueldad
¿recuerdas la corrida en la media, a lo largo del muslo como una vena expuesta
y el sombrío perfume del tiempo que perdías
contemplando actores de teleteatro en las tardes inmensas como otra patagonia en las sienes
eterno femenino
de fastidiados mechones humedecidos en la comisura de la boca
no pidas otro lugar que este descanso en lo alto de la escalera
donde verás el derrumbe de las construcciones;
como ocurre a esta altura de la vida
embebido en acetona el algodón con el que vas a quitarte el esmalte de los ojos.