Ayer se cumplieron dos años del fallecimiento del poeta Elder Silva, el autor de “Mal de ausencias”, “La frontera será como un tenue campo de manzanillas”, “Agua enjabonada” y tantos otros libros publicados en Uruguay y en el extranjero. Nacido en Pueblo Lavalleja (donde hoy el salón comunal lleva su nombre) el 13 de noviembre de 1955, si bien se desempeñó como docente, periodista y gestor cultural, fue a nuestro entender, ante todo poeta. De vestimenta siempre colorida y algo extravagante, cabello al viento y lentes gruesos, estamos seguros que más que su poesía fuera leída, le gustaba recitarla a él mismo, recitales donde realizaba verdaderos espectáculos con la voz, los compases en la lectura (en la que alternaba versos en portugués o en portuñol) y los movimientos corporales. Aunque dijo alguna vez que le gustaría morir en su pueblo natal, “con los ojos abiertos, extendido en un campo de avena, escuchando la música del viento entre las plantas”, quiso el destino que Elder Silva Rivero muriera en Montevideo en la gris jornada del 29 de agosto de 2019. Vaya hoy como recuerdo, esta brevísima selección de su poesía:

INVITACIÓN
Me llamas por teléfono
para invitarme a salir al cine
a ver la última película de Kusturika,
donde abundan croatas fugitivos
y gitanos pobres.
Te digo que de la resaca de anoche
aún sobrevive el dolor de cabeza.
Quedamos para otro día.
No me atrevo a decirte la verdad:
que mi único deseo hoy
sería ver morir la tarde tras los cerros
por las resecas calles de Pueblo Lavalleja.
CABELLOS AL VIENTO
Hermosa,
como un campo de nomeolvides,
has pasado al mediodía para el almacén.
Anoche me decías que para ser feliz
hay que cruzar el puente.
Hay que ir más allá del Arapey Grande,
a la hora en que se van los pájaros
sin mirar nunca para atrás,
porque los huesos de los parientes
pueden pedirte que regreses.
Has pasado para el almacén
con el cabello suelto.
Levanté los ojos del libro de Macedonio
y he leído en tus sandalias el futuro
y he caminado contigo
(a orillas de tu boca)
por un silencioso campo de nomeolvides.

EN SIMULTÁNEO
Muere una tarde suave
tras la parroquia de Pueblo Lavalleja.
Los tarumanes envejecen
al lado del centro de salud
sitiados por perros vagabundos.
Entre las sombras que escarban
estos pedregales
la calle se extiende
y mira hacia donde nadie regresa todavía.
Cosas sin importancia,
que suceden a la vez
-en simultáneo-
en una vida que, sola, se disuelve
como un alkazeltzer.
NOTAS SOBRE LA DURACIÓN DEL AMOR
Nuestro amor fue tan fugaz
como esos instantes
en que uno oprime el spray
del desodorante
al salir de la ducha.
Fue el señalero de un Fiat Uno
al doblar por la avenida.
Acaso una bala perdida
contra un muro
en la noche secreta
de la urbe (unánimemente)
atolondrada.
RECUERDO DE VOS
No son muchos.
Destaco el helecho
que me regalaste para
mi cumpleaños
(y que en parte se lo
comieron las hormigas),
una foto en Tiatucura
entre el verde del Salsipuedes
y tus ganas de retorcerle el
cuello al mundo.
Y esas medias caladas
que te quedaban sex,
pero que arrolladitas entre
mis medias,
son poca cosa
y dan un poco de lástima.