El respeto y la tolerancia no deberían ser excepciones en la vida política, pero muchas veces terminan siéndolo. Por eso vale la pena detenerse en lo ocurrido en la última sesión de la Junta Departamental de Salto, el pasado jueves dos de octubre, cuando se llevó adelante un llamado a sala que reunió a ediles y representantes de la Intendencia. Más allá de la importancia del asunto tratado, lo que quedó como señal positiva fue la forma en que los ediles se comportaron durante el debate.
Para varios de ellos era la primera vez que intervenían en un llamado a sala. Esa circunstancia, naturalmente, genera nerviosismo, ansiedad y cierta inseguridad. También es novedoso el marco político en que se desarrolla esta legislatura: una Junta Departamental integrada solamente por dos partidos, pero con corrientes y miradas diversas dentro de cada uno. En este escenario, era fácil imaginar un intercambio cargado de tensiones, con gestos de confrontación y discursos que priorizaran el impacto antes que la construcción. Sin embargo, lo que ocurrió fue diferente.
Las dos bancadas mantuvieron firmeza en sus posturas, como corresponde en la defensa de sus ideas y convicciones, pero lo hicieron con altura, seriedad y respeto. Se demostró que se puede discrepar con fuerza sin caer en agravios, que es posible sostener la palabra propia sin descalificar la del otro, y que la política local puede dar un mensaje distinto al de la crispación que tantas veces domina la escena nacional.
Ese comportamiento marca un buen inicio para la nueva integración de la Junta. No porque los ediles deban estar de acuerdo en todo, sino porque entendieron que la ciudadanía espera de ellos debate y no espectáculo, compromiso y no griterío. La seriedad con la que asumieron este primer desafío envía una señal constructiva hacia la población: la política puede ser un espacio de tolerancia y madurez.
Salto necesita instituciones fuertes y confiables, y la Junta Departamental es una de ellas. Sus integrantes tienen la responsabilidad de representar la voz de la gente y de controlar la gestión del gobierno departamental, pero también la oportunidad de demostrar que la democracia se fortalece con respeto mutuo. Lo visto en esta sesión es apenas el comienzo; habrá momentos más difíciles, debates más ásperos y temas más complejos. Lo importante será que, aun en esas circunstancias, se conserve el mismo espíritu de convivencia que ahora se ha mostrado.
En definitiva, cuando los representantes se tratan con respeto, no solo se dignifica la política: también se honra a los ciudadanos que los eligieron.









