En nuestras calles y rutas, la seguridad no debería ser una opción ni un accesorio: es una responsabilidad compartida. Sin embargo, cada día se observa una realidad que preocupa: motociclistas que cumplen formalmente con la normativa —como usar chaleco reflectivo— pero circulan en motos sin luces, sin espejos y con maniobras de sobrepaso que desafían la mínima prudencia. El cumplimiento parcial de la ley no garantiza seguridad si se ignoran otras reglas esenciales.
De igual manera, peatones y conductores enfrentan riesgos al cruzar por cebras ignoradas o al circular detrás de vehículos que avanzan a velocidades extremadamente lentas en rutas, generando situaciones de riesgo innecesario. El tránsito seguro no se logra con formalismos aislados: exige respeto integral por la normativa y, sobre todo, sentido común.
Es imprescindible que todos los usuarios de la vía comprendan que la seguridad vial no se negocia. Las reglas de tránsito existen para prevenir accidentes y salvar vidas; el chaleco reflectivo solo cumple su función si se circula con luces encendidas, espejos en condiciones y maniobras responsables. De igual modo, el respeto por las señales, los límites de velocidad y el comportamiento prudente en rutas congestionadas no puede depender del azar ni de la buena suerte.
Los organismos de control y la sociedad tienen un rol decisivo: sancionar incumplimientos, educar sobre la importancia de respetar las normas y fomentar una cultura de responsabilidad. Sin embargo, ninguna campaña será efectiva si cada conductor y peatón no asume su cuota de compromiso. La seguridad vial es responsabilidad de todos; ignorarla es un riesgo que podemos evitar si aplicamos la ley y, sobre todo, el sentido común.
Solo con educación, respeto y responsabilidad compartida lograremos calles y rutas más seguras, donde el cumplimiento normativo deje de ser un trámite y se convierta en un hábito que proteja vidas.









