Este domingo 15 de setiembre me desperté súbitamente a las 6.30 por el sonido de la alarma que indicaba que había un misil en camino. ¿Alarma en Modiín?, me pregunté, sabiendo que en la ciudad en la que estoy viviendo hace unos pocos años, no es muy común, aunque ya ha habido. Habrá empezado la guerra fuerte contra la organización terrorista Hezbolá de la que se habla hace tiempo, me dije rápidamente. Ahora ya sabemos que no, todavía no, y que el misil había sido disparado desde Yemen hacia el centro de Israel, detonando alarmas en enorme cantidad de localidades israelíes, despertando por cierto a mucha gente.

A los pocos segundos, oigo dos fuertes estruendos. Cerca. Espero que sean las interceptaciones, pensé. Después se confirmó que en efecto era algo de eso, no la caida del misil. Tan cerca que minutos después, en el grupo de whatsapp de la Policía llegaron fotos de la estación de tren en Paatéi Modiín, con daños en la escalera mecánica en camino a los andenes, por el impacto de fragmentos del misil interceptador. Si alguien estaba en esa escalera en ese momento, indudablemente estaría ahora internado. Ineludiblemente, pensé…qué cerca de casa. Cuando tomo el tren de la estación central de Modiin a Tel Aviv, la primera parada en la que se detiene a recoger pasajeros es precisamente esa, Paatéi Modiín.


Para quienes no lo viven, un corto relato sobre la dinámica que se desata en una situación así. Dado que mi esposo ya había salido al trabajo corrí a la pieza de mi hijo menor pensando que quizás no oyó la alarma. No estaba, y entendí que de la salida anoche con amigos había ido directo a lo de su novia. Quedaba entonces sólo buscar a la perra y entrar con ella al refugio. En Modiín, así como en gran parte de la zona afectada esta vez, hay un minuto y medio para resguardarse. Un enorme lujo por cierto, comparado con los pocos segundos o tiempo cero que tienen en el norte, donde a veces hasta impacta primero el cohete disparado desde Líbano y luego se oye la alarma, por la inmediateza geográfica. Lo mismo en muchas zonas del sur.


Pues apenas cerré la puerta de la pieza blindada, comenzó la carrera de siempre. Llamar a la radio a avisar y más que nada, ver que todos mis seres queridos están bien. En ese momento no sabía aún si había alarmas también en Tel Aviv y la zona metropolitana a su alrededor. Pensé que en el caso de nuestro hijo mayor y su familia, no hay de qué preocuparse ya que la pieza blindada es la habitación de los niños, y que mi hijo y mi nuera irían en cuestión de tres segundos allí, quizás sin que mis nietos (de 3 y 5 años) se despierten siquiera. Eso, claro, si es que no se habían despertado antes de la alarma lo cual pasa a menudo, bien temprano. Pero no había sonado nada allí, aunque sí en otra zona de la ciudad en la que viven.
Me preocupaba más mi hija del medio, que vive en Tel Aviv con su esposo y su hijita de algo menos de un año, en un departamento sin habitación blindada. El edificio tiene refugio a la entrada, pero hay que bajar dos pisos por la escalera. Es posible por supuesto, pero con una bebita en brazos es otro desafío. ¿Y si su esposo había salido más temprano? ¿Y si está dándole mamadera a la chiquita? ¿Y si está en el baño? En todas esas cosas uno piensa. ¿Y si se apura por la escalera y se tropieza? La cabeza no deja de dar vueltas.
Y Dani, mi esposo, que había salido y por la hora estimé que aún no había llegado a destino, me ganó de mano y me llamó antes que yo alcance a llamarlo a él. “Todo bien, estaba en la parada, corrí a un edificio y me resguardé allí”. Y agregó: “Fue muy cerca, veo en el cielo las señales de las interceptaciones, fue arriba nuestro”.
En realidad, no es que se interceptó el misil, ya que éste finalmente cayó en una zona descampada, pero sí se disparó más de un proyectil hacia él y esos fueron los sonidos potentes de explosiones. El estallido del misil mismo donde cayó, no lo oí.
Pasaron unos minutos y salí de la pieza protectora, dudando si sería seguro ir a ducharme. Decidí que hay que seguir con la rutina normal y que en el peor de los casos, correré otra vez al refugio.
Y lo central fueron las proporciones.
Como recordar que estos momentos de tensión lo viven desde el 8 de octubre absolutamente todos los días, varias veces por día, los habitantes del norte de Israel, por los disparos de los terroristas de Hezbolá.
Y que lo vivieron durante años y años los habitantes del sur, por los disparos desde Gaza.
Y que a veces la alarma ni da tiempo de refugiarse.
Y pensé ¿entraremos todos en el refugio si suena la alarma cuando estemos reunidos en la noche de Rosh Hashaná? Ahí ya sería no solamente con nuestros hijos y sus familias sino también con gran parte de nuestra familia más amplia, mis hermanos y sus familias, mamá, mis primos, sobrinos, mis suegros y algún agregado que felizmente siempre llega. ¿Y cómo garantizar que todos corren al refugio sin asustar a los niños? ¿Cómo maniobrar entre la celeridad y la serenidad?
Y luego llegan las preguntas estratégicas. ¿Por qué las alarmas sonaron casi a último momento? ¿Por qué un misil disparado a 2.200 kilómetros de Israel, al que le lleva 15 minutos llegar, no fue interceptado antes de cruzar la frontera? ¿Alguien se durmió? ¿Otra vez?
Estas tomas son del canal de Telegram de @HananyaNaftali , mostrando de lejos el impacto del misil disparado desde Yemen. Hubo 9 heridos, pero no del misil mismo ni de los fragmentos del interceptador que cayeron en tierra sino por lesiones sufridas durante la corrida al… pic.twitter.com/nvREUBsqCG
— Jana Beris (@JanaBeris1) September 15, 2024
Y más a fondo…¿hasta cuándo?
¿Cuándo nos dejarán vivir en paz?
Como dijo Golda Meir: cuando amen a sus hijos más de lo que odian a los nuestros.