Un año más de la Revolución del Quebracho

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Por Jorge Pignataro

Se cumple hoy un año más de la “Batalla de Quebracho”, para muchos llamada “Revolución del Quebracho”. Es común que en diferentes sitios de internet se lea este párrafo: “La Revolución del Quebracho fue una desigual batalla que se produjo en Uruguay entre el 30 y 31 de marzo de 1886, al enfrentarse las fuerzas revolucionarias que nucleaban a partidarios blancos y colorados, al mando de José Miguel Arredondo y Enrique Castro, con las fuerzas del gobierno de Máximo Santos”. Pero sin dudas se puede indagar en otras fuentes y profundizar sobre el tema. En esa búsqueda es que hallamos una material publicado por la propia Administración Nacional de Educación Pública, donde bajo el título “Revolución de Quebracho” se lee:

La Revolución del Quebracho fue una batalla que se produjo en Uruguay en una villa en el noroeste del departamento de Paysandú, sobre la cuchilla del Queguay al norte del arroyo homónimo, entre los días 26 al 31 de marzo de 1886.

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El problema de la reelección del General Máximo Santos (1885)

En el año 1885, la plana mayor del santismo dominaba en el gobierno pero la situación política era inestable, y la opinión adversa. La finalidad inmediata del santismo ante la proximidad del término del período del General Santos, era hacer triunfar su continuidad en el mando. Para ello siguió un proceso que no pudo sobrellevar el peso de la oposición, cada vez más intensa. En un primer momento posibilitó el acceso de Máximo Santos al Parlamento Nacional (marzo 1885). Posteriormente se hizo elegir como futuro presidente de la República al Dr. Francisco A. Vidal, incondicional de Santos subordinado a su fortísima influencia.

La presidencia del Dr. Francisco A. Vidal y la Revolución del Quebracho

La presidencia del Dr. Vidal, destinada a efectuar la reelección inmediata del mismo Santos, levantó gran oposición. La designación de Máximo Santos como Ministro de Guerra apresuró la rebelión que desde los últimos meses de vida del gobierno anterior, se preparaba en la República Argentina.

La rebelión de 1886 llamada Revolución del Quebracho, no tuvo carácter partidista. Fue una rebelión del legalismo contra el militarismo. El enfrentamiento fue llegando de manera cada vez más inevitable. Por un bando estaban Francisco Antonio Vidal, nuevo senador del artificialmente creado departamento de Flores, preparando sin pudores la continuidad de Santos. Por otro lado, la Junta Revolucionaria actuando en Buenos Aires con representantes de los tres partidos a su frente: con el colorado Lorenzo Batlle, con los blancos Juan José de Herrera y Martín Aguirre, con el constitucionalista Gonzalo Ramírez y con presencia del Coronel Gaudencio, Jefe político montevideano de Pedro Varela en los primeros años del proceso dictatorial. Entre el 30 y el 31 de marzo se llevó a cabo la batalla, por unos denominada del Quebracho, y por otros de Puntas o Palmeras de Soto. Cuando cesó el fuego, los revolucionarios tenían más de 200 muertos y más de 600 prisioneros.

La revolución no duró ni una semana, desde el 26 hasta el 31 de marzo. El general Máximo Tajes, designado para mandar las fuerzas del gobierno, venció y capturó a casi toda la fuerza revolucionaria. Los prisioneros fueron puestos en libertad, después de su traslado a Montevideo, en un gesto político que benefició a Santos a la opinión pública.
Cuando la rebelión estuvo sofocada se activó el proceso que concluiría con la reelección del General Santos, para el que se creó la mayor jerarquía militar conocida en el país con el grado de Capitán General del ejército nacional. El 21 de mayo se proclamó a Santos senador por el departamento de Flores; se logró la renuncia del presidente del Senado y se eligió de inmediato a Santos para reemplazarlo. El 24 de mayo, el Dr. Vidal renunció a la presidencia de la República que fue ocupada automáticamente por Santos en su carácter de Presidente del Senado. Esta regulada sucesión en el Poder Ejecutivo se conoce en la historia nacional como “la dinastía Santos-Vidal”

EL QUEBRACHO: También el hecho ha sido tomado como bandera por el Partido Colorado. A modo de ejemplo, digamos que hace pocos días, se leía en el Correo de los Viernes (con firma del salteño Leonardo Vinci): “Universitarios citadinos entre los que se encontraban tres jóvenes que luego se convertirían en Presidentes de la República, decidieron marchar al combate. Batlle y Ordóñez, Williman y Campisteguy, junto a otros centenares de su generación, tomaron las armas para enfrentar a la tiranía militarista, tras haberla combatido con la pluma. Teófilo Gil y Batlle escribían en “La Razón” terribles artículos. “¡No hay atropello que no hayan realizado; no hay crueldad que no hayan ensayado en sus víctimas; no hay crimen que haya sido barrera para apagar la sed de sus innobles apetitos!”. Paz Aguirre contaba que “En una brumosa madrugada de fines de febrero de 1886 los revolucionarios embarcaron en la dársena norte de Buenos Aires. Una travesía serena pero de menguadas raciones(…) Apenas algunas galletas y medio jarrito de vino por cabeza, en medio de nubes de mosquitos, viajando sin “rumbo a altas horas de la noche en medio de la naturaleza dormida”. Acurrucados en la proa, en los botes y en cuanto lugar ofrecía alguna protección, los jóvenes ebrios de ilusiones soñaban con la libertad de la Patria.”. Una vez en nuestra tierra “recorrieron kilómetros en medio del lodo, bajo lluvias torrenciales, con los pies casi descalzos, con sus ropas en andrajos, hambrientos y ateridos, conocedores de su manifiesta desventaja frente a un ejército de línea mucho mayor en número, armas y adiestramiento…”. Uno de los revolucionarios, Javier de Viana relataba en su libro “Crónicas” que mientras marchaban, la fatiga era “… cada vez mayor. La cartuchera semeja un anillo cortante que se hunde en la cintura y la mortifica a tal punto que parece que llevamos el cuerpo cortado en dos mitades (…) La sed, el hambre y el sueño son tres monstruos que se unen para torturar nuestros pobres organismos (…) La orden es no hablar, lo que no evita que se oiga repetidamente la frase ¡A Santos, si pagarás por todo esto…!”. Pronto comenzó la jornada sangrienta. Justino Zabala Muniz escribió “Las balas golpean sobre el campo reseco, pasan silbando por el aire de fuego de aquella tarde en los Palmares de Soto, o se aplastan en una gran mancha mojada y roja, en la frente de un compañero. Batlle anda entre ellas…” y les grita a sus camaradas ¡Adelante! ¡A la carga, que las balas del tirano Santos no matan! Pero matan. Matan en la carne de una juventud heroica. Matan. Cae Napoleón Gil, hermano de Teófilo “Y Batlle tiene apenas tiempo de sostenerlo en sus brazos. Lo tiende amorosamente en tierra mientras los aires, alrededor, están sacudidos de descargas. Lo ve agonizar.” Al otro día Batlle vio llegar a Teófilo Gil y se abrazaron en silencio. Ya había llorado sin lágrimas a su hermano muerto y dijo “Dime Pepe, ¿cómo se portó mi hermano en la lucha y en la muerte? Batlle respondió de inmediato: Con heroica serenidad”.

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