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martes, marzo 4, 2025
Columnas De Opinión
G-Irónico / Gonzalo Fernandez
G-Irónico / Gonzalo Fernandezhttps://ironiamagna.com
Gonzalo Fernández, "proyecto de escritor caminante", cuento con algunos trabajos independientes, y he participado como colaborador en la Revista Al Límite - Del Plata, y en la Revista Opción Médica. En mis diferentes alter egos suelo mutar a G-irónico y El Puntito de la J, dos personajes que buscan el humor irónico y negro de situaciones diarias y cotidianas.

Sobreviviendo a los conciertos

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Llega una etapa en la vida en la que uno empieza a valorar elementos que antes daba lo mismo que estuvieran o no. Por ejemplo, cuando te invitan a un concierto y respondés con una pregunta: “¿hay dónde sentarse?”. Porque el asiento pasa a ser un elemento fundamental para poder disfrutar cómodamente de algunas cosas que antes disfrutabas sin prestarle atención a nada.

Y créanme que supe estar adelante, en el medio, en el foso, y supe sobrevivir, al grito de guerra y de honor, similar al de bajar al propio infierno y volver sano y salvo de él, para poder seguir contándolo a las generaciones futuras. Sobreviví al cigarrito ese que pasa adelante tuyo con olor dulzón, en el mejor de los casos, que no está formado por tabaco. Sobreviví a las bebidas que uno tiende a comprar, que ya de entrada te las dan en un vaso de plástico, cosa de que no sepas realmente qué estás tomando. Y sobreviví, y sobrevivió el hiper hormonado activo que se te para al costado a hacer pogo, saltando como un canguro desequilibrado. Porque no le importa qué está sonando, el tipo empieza a saltar con la primera nota musical que escucha, así sea un concierto de piano clásico. Y sobreviví, y sobrevivió a que no lo terminara matando yo, el que se te para del otro lado del que hace pogo y te canta todas las canciones. “Hola, pagué la entrada para ver y escuchar al señor que está ahí adelante, no para escucharte a vos, haciendo un cover o un playback malo, porque todavía no te sabés todas las letras y lo rellenás con sonidos guturales espantosos”.

Y ni hablemos del sonido. Porque claro, en tus años mozos, no te importaba estar pegado a los parlantes, sintiendo cómo los bajos te sacudían hasta las entrañas. Ahora, con un poco más de experiencia (y algunos decibeles menos de audición), te encontrás buscando un lugar lo suficientemente lejos como para no quedarte sordo, pero lo suficientemente cerca como para ver algo que no sea una pantalla gigante. Pero claro, siempre está el detalle de que, por más que te coloques en el lugar “ideal”, el técnico de sonido se encarga de hacer que el bombo de la batería suene como un martillo neumático en tu pecho y los agudos de la guitarra te perforen el tímpano. 

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Pero bueno, lo que les contaba antes es siempre y cuando pudieran llegar a la puerta y lograran entrar, porque vamos, que hay conciertos y conciertos. 

Y cada vez más, por viejo, o porque simplemente me gusta un poco más la tranquilidad, preferiré ver un concierto por televisión o, en el mejor de los casos, ir a uno de esos llamados “íntimos”, en los que unos pocos disfrutemos un rato de música. Aun si tengo que aguantarme durante todo el rato a un tipo cantándome todas las canciones, aun si tengo que tomar quién sabe qué cosa que me den en un vaso. Porque, sobre todo, lo que más valoraré, y a lo que más importancia le doy, es que cuando me den ganas de ir al baño, voy a poder ir, sin tener que hacer filas.

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