Si callar permitiendo que un inocente permanezca preso durante tres años por un crimen que no cometió no afecta el honor de las fuerzas armadas, no entendemos de que “honor” hablamos.
Sin la tortura, los crímenes y la mentira no afecta el honor de las fuerzas armadas, no entendemos de que “honor” hablamos.
Si el argumento para ocultar los hechos o no darle la importancia que tiene a un crimen, es que ya ha pasado mucho tiempo, “es una causa vieja” y por eso los criminales deben seguir sueltos e impunes, no sabemos de que honor se habla.
Y ni que hablar que la tortura de gente indefensa, atada, como muchas veces sucedió y rodeada de gente armada que lo hizo hasta cometer el más vil asesinato, no afecta el honor de las fuerzas armadas, honestamente no sabemos de qué honor se habla.
De una cosa estoy seguro No son estas las fuerzas armadas que quiero para mi país y si para lograrlo hay que sacrificar generaciones enteras, considero que es justo y necesario hacerlo.
Para mí y esto escribo en primera persona porque no quiero involucrar a nadie en mi opinión, quien tortura y mata es sencillamente un asesino y debe pagar su delito como cualquier otro uruguayo, ya sea de overol o de uniforme militar.
Creo que es tan delincuente quien tortura y mata, como quien lo oculta o indirectamente justifica estos hechos.
Hoy Gavazzo y Silveira autores de crímenes de lesa humanidad y presos, aunque algunos en su casa, siguen disfrutando de jugosas pensiones y jubilaciones muy superiores a los sueldos de un obrero o de un trabajador y mucho más a las jubilaciones o pensiones de estos.
Son sueldones “retribuciones” que les pagamos todos los uruguayos a través de los impuestos, que ellos se dan el lujo de cuestionar y que nos cuestan casi 500 millones de dólares al año.
Hay que decirlo muy claro. Hay políticos que no quieren cambiar las cosas (Ud. los conoce) sino volver a darles atribuciones ocultando los hechos del pasado y buscan y rebuscan cualquier argumento para justificar su posición.
Se nos ha acusado en más de una oportunidad de “odiar” a las fuerzas armadas o de buscar “revancha”. Nada más errado.
Somos respetuosos, muy respetuosos diríamos, de los militares que honran el uniforme, sometidos al poder del pueblo y acatando sus órdenes como un ciudadano más, pero no de aquellos torturadores y asesinos que escudados tras un uniforme son capaces de todo tipo de arbitrariedades.
Eso es lo que pensamos y repetiremos hasta el cansancio.
Alberto Rodríguez Díaz
Que la historia juzgue
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