Partió Julio Calcagno, aplaudido de pie

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Por Jorge Pignataro

El pasado sábado 20, a los 87 años de edad, falleció el destacado actor uruguayo Julio Calcagno. Había nacido en Montevideo el 20 de marzo de 1937. El teatro, el cine, la radio y la televisión lo tuvieron como primera figura muchos años.

Desde la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA) lo despidieron con sentidas palabras, de las que extraemos: “Su trabajo en el teatro independiente es inmenso en Teatro del Pueblo, El Galpón, Teatro Circular. Integró la Comedia Nacional y acompañó con tango y poesía a Zitarrosa, Numa Moraes, Mercedes Sosa…Abrazamos a la familia, especialmente a Luna y a su barra interminable de amigos y compañeros y compañeras de camino. Acompañamos tu partida, querido Polo, aplaudiéndote de pie”.

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En sus redes sociales, La Comedia Nacional escribió: “Fue actor de decenas de obras y también director, destacándose su humor y su carisma sobre el escenario. Julio trabajó también como actor en teatro independiente y, asimismo, será recordado por sus personajes en cine (El viaje hacia el mar, El ingeniero, entre otras). Saludamos con profundo dolor a su familia, especialmente a nuestra compañera Alejandra Wolff, a su hija Luna Calcagno Wolff, y a sus seres queridos”.

Por su parte, La Diaria cuenta: “Nacido y criado en Barrio Sur, Calcagno sufrió el asesinato de su padre cuando tenía solamente siete años, hecho que lo marcaría de por vida. Su debut escénico tuvo lugar en la escuela, cuando leyó el poema “Los Reyes Magos” de Héctor Gagliardi ante cientos de personas. Sin embargo, durante mucho tiempo su único sueño fue jugar al fútbol, preferentemente en Nacional, hasta que la salud lo llevó de un proscenio a otro y en 1956 ingresó a la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), como se llamaba entonces a la institución departamental”. Y recuerda estas palabras del propio Calcagno:

“Fui a la EMAD porque, como tenía asma, no podía jugar al fútbol. Me anoté de cararrota, y cuando di el examen lo salvé. Mi familia, mi barrio, mis compañeros, mis vecinos estaban en un lugar completamente aislado. Vivíamos en un barrio pobre pero nuestro”, contó a la diaria en 2018. Cuando se enteraron de que yo iba a hacer la Escuela ya me catalogaron de maricón. Tuve mucho trabajo para que entendieran de qué se trataba todo esto; para mí era muy importante que ellos entendieran por qué lo hacía… Todo era muy rígido (la española Margarita Xirgú era la directora); yo no lo entendía, recién lo comprendí mucho después. Por supuesto que estuve por irme, pero hubo actores de la Comedia, como Alberto Candeau, que me convencieron. Porque yo tenía una gran contra, y es que no tenía cultura; no sabía ni quién era Florencio Sánchez. Por eso también se me hacía cuesta arriba…Margarita decía ‘acá se falta con certificado de defunción’. Y yo si estoy engripado no vengo. Ni que hablar si se muere un familiar. Había reglas muy estrictas que después se fueron flexibilizando. El teatro tiene una cuestión de templo, de iglesia, que hay que bajar un poco y quitarle solemnidad, porque ahí es cuando se acerca más a la gente…En un momento de mi vida me di cuenta de que iba a seguir en el teatro, pero con ciertas reglas propias: dejarme llevar por mi intuición y creer en lo que hago. Cuando venían directores y me decían qué tenía que hacer, les decía que sí, pero después hacía lo que me parecía mejor. Porque no me gustaba discutir, y menos que me marcaran lo que tenía que hacer. Siempre necesité tener libertad, si no, me abría…Para mí lo más importante es el texto, que la obra diga algo. Porque he visto muchos espectáculos de la nueva camada que son bárbaros, pero los olvidás muy rápido”.

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