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Columnas De Opinión
Ignacio Supparo
Ignacio Supparo
Ignacio Supparo Teixeira nace en Salto, URUGUAY, en 1979. Se graduó en la carrera de Ciencias Sociales y Derecho (abogado) en el año 2005 en la Universidad de la República. Sus experiencias personales y profesionales han influido profundamente en su obra, y esto se refleja en el análisis crítico de las cuestiones diarias, con un enfoque particular en el Estado y en el sistema político en general, como forma de tener una mejor sociedad.

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LA FANTASIA SOCIALISTA

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La ley no es el resultado de la voluntad de los hombres, sino una manifestación de la razón universal.

Tomás de Aquino

Una de las características del socialismo es creer que las leyes, como si fueran una fábrica, crean la realidad; creer que la ley positiva, la ley escrita por los burócratas de turno, puede revertir o pervertir para bien el curso de la historia; creer que un relato bien hecho puede reemplazar a una realidad que los fastidia. Un relato puede servir para que un hombre actúe de una determinada manera, pero per se no crea realidad de igual modo que no la crea la música. Se puede con una ley engañar a un hombre para que se equivoque o para obligarlo a hacer lo que no quiere hacer, pero nunca de adentro de un Parlamento va a salir nada que cree una riqueza que previamente lo hombres no supieron crear. A la realidad le importa nada de lo que los legisladores digan en sus floridos discursos, por más gritos que den y por más aplausos que cosechen.

Sólo el trabajo productivo vendido en el mercado crea riqueza genuina; las leyes emanadas del Parlamento sólo tienen la potestad de entorpecer y hasta de destruir esa creación de riqueza. Una ley podrá decir lo que quiera: «Los elefantes a partir de hoy volarán usando sus orejas como alas; o los ciudadanos pobres dejarán de serlo porque con esta ley así lo dictamino; o les garantizo que ya no se discriminara….», pero la realidad sigue su curso como si tal ley nunca hubiera sido promulgada. 

Es el orden espontaneo, las tradiciones, las costumbres, los hábitos, los usos, los verdaderos legisladores y en una democracia verdadera el Parlamento lo único que debería hacer es dictar una ley que refleje esas manifestaciones; es importante saber que la ley positiva nunca precede a la ley consuetudinaria, es al revés. Nuestros legisladores se desconectan de la realidad, ignorando olímpicamente que la ley, por sí sola, no puede transformar la naturaleza humana ni los lazos sociales profundamente arraigados. Han decidido transformar nuestra realidad en un orden formal agobiante, inundando nuestra vida con todo tipo de regulaciones y leyes escritas, siendo el pueblo víctima de una injustificada inflación legislativa, con leyes que se solapan unas a otras y que incluso son contradictorias. Por conveniencia y por interés el legislador decide dar la espalda a las tradiciones y con total arrogancia y soberbia pretende crear realidad con el dictado de un mero texto emanado de decisiones consensuadas dentro de un recinto. Sin embargo, esa pretendida realidad no ocurrirá si no está plasmada en los hábitos de los ciudadanos. Los legisladores no son seres superiores y carecen de capacidad para crear realidad de la nada. 

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Las tradiciones y costumbres, que han evolucionado a lo largo del tiempo, son el reflejo de las experiencias colectivas y tienen un peso significativo en la vida cotidiana.  Ignorar estas realidades lleva a la creación de leyes ineficaces y contraproducentes. Plinio el Viejo, expreso: «La costumbre es el mejor maestro

Una ley que ignore todo lo antes referido y pretenda imponer una realidad inexistente a la fuerza, lo que si puede hacer es empobrecer, destruir, quitar riqueza, pero nunca crear. Las vastas leyes de impuestos y regulaciones expoliatorias lo que sí tienen capacidad de hacer es impedir al pobre salir de la pobreza, a la clase media convertirla en clase baja y al rico, clase media, cosa que hartamente confirma la evidencia histórica, pero lo que nunca podrá hacer con su mera enunciación intencional, es que el pobre deje de serlo. Se puede usar la ley para sacarle a unos y regalarles a otros, pero la expoliación y la limosna de creación fructífera no tienen nada. La persona que no sepa o no quiera crear riqueza, ninguna ley escrita hará que la cree. La ley solo puede condenar la agresión de la riqueza ajena siendo impotente para producir tal riqueza.

El intento de promover a la fuerza del garrote legal la igualdad de género, sin considerar el contexto cultural y social, deriva en que esas leyes no sean aceptadas o respetadas en la práctica. 

El socialismo no concibe que la lógica del mercado, que no es otra cosa que millones de decisiones individuales que buscan cada una su propia y momentánea eficiencia, sea lo que impulse el progreso, la prosperidad y el ritmo de la historia; los socialistas fantasean con la idea de que la historia la crean sus discursos demagógicos, los legisladores iluminados y los historiadores revisionistas, los hechos para ellos son creados por las palabras y no por las acciones que los preceden.

Pero es eso nomas, una fantasía, un burdo engaño. 

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