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jueves, 02 de enero de 2025
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Educar no es solo cambiar

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Siempre hemos sostenido que en la educación está la raíz de todos los problemas de Uruguay, no solo los de seguridad, sino también todos los demás. Hemos afirmado una y mil veces que, mientras no se reconozca que esto es un problema social que no tiene solución de hoy para mañana, seguiremos asistiendo a intentos fallidos.

Los proyectos que intentan castigar con mayor severidad o por más tiempo a quienes delinquen solo contribuyen a que las cárceles se llenen cada vez más, y necesitaremos unas cuantas más para encerrar «de por vida» a los procesados. Hoy, más del 50 por ciento de los presos son jóvenes cuyas edades oscilan entre los 20 y 34 años; las excepciones son pocas, y solo algunos llegan a más de 60 años. Además, la gran mayoría no sabe leer ni escribir bien.

Nadie puede asegurar que un niño que aprende o incorpora conocimientos tiene la capacidad de discernimiento o razonamiento que consideramos imprescindible para aceptar el nivel educativo de un país. Hemos dicho y lo ratificamos hoy: es lógico que nuestros niños quieran ser «narcos» cuando sean mayores, porque son ellos quienes ven que tienen dinero, poder y demás. Lejos, muy lejos, ha quedado aquello de «educación, educación y educación» y de los cambios en el ADN de la educación.

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La premisa ha sido y se ha buscado que más niños vayan a la escuela y que haya menos repeticiones. Hay que entender que esto no es suficiente porque ese niño vive en un contexto familiar que a menudo resulta lamentable. Consideramos que los resultados de una reforma educativa no pueden esperarse en el corto plazo, y un período de gobierno lo es.

En primer lugar, una reforma educativa no puede ignorar la problemática social que implica, y por lo tanto, no se puede dar por satisfecha con enviar o no al niño a la escuela, porque el hecho de que asista o no indica poco. Una reforma que se considere tal debe atender el contexto del alumno y de sus profesores. No somos educadores ni pretendemos serlo, pero si se pretende cambiar las cosas, la primera voz es la de los padres y las condiciones del hogar, es decir, alumnos, profesores y luego las autoridades que orientan estas actividades, cargos a los que generalmente se llega por afinidad política.

Otro aspecto que no puede faltar en el contexto de una reforma educativa es saber cuáles son las causas más frecuentes de la delincuencia. Se dirá que esto no tiene nada que ver, pero sería un craso error. La mayoría de los procesados no sabe leer y mucho menos razonar; son pobres e ignorantes. Muchos de quienes están hoy en el ámbito carcelario no han cursado ni siquiera la primaria completa.

¿Qué es lo que estamos formando, por lo tanto? ¿No será hora de pensar más allá de lo partidario?

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