Bartolomé José Hidalgo fue uno de los primeros poetas gauchescos que tuvo esta parte del mundo, esto que se denominaba Provincias Unidas del Río de la Plata. Se conocieron con Artigas y se trataron mutuamente con mucho afecto, lo que acentuó su fama posterior. Pero Bartolomé Hidalgo, a quien hoy recuerda esta página y de quien el sábado se cumplió un año más de nacimiento, también tuvo fuertes vínculos de afecto con Salto. Para resumir, digamos que fue el autor de la letra del Himno a Salto, ese del que cantamos una estrofa en todos los actos patrios.
Nacido en Montevideo el 24 de agosto de 1788, este poeta falleció en Morón (Argentina) el 28 de noviembre de 1822. Actualmente, aunque muchos salteños lo desconozcan (incluso autoridades, según comprobamos hace poco tiempo) hay un tramo de nuestra Costanera Norte que merecidamente lleva su nombre.

Si habrá sido íntimo su lazo con esta parte del norte del país en que hoy vivimos, que hemos hallado publicaciones (tanto uruguayas como argentinas) donde figuran biografías suyas en las que se lo menciona como “nacido en Salto”, o “en la zona que hoy ocupa el departamento de Salto”. Pues no, en verdad nació en Montevideo. Quizás, el hecho de haber estado aquí en el Ayui acompañando al Prócer, sumado a su autoría del mencionado himno, sean elementos que contribuyen a esa confusión.
HIMNO AL SALTO
Orientales! La Patria peligra
Ya reunidos al Salto volad,
Libertad, entonad en la marcha
Y al regreso, decid: Libertad.
Precipitan del desaguadero,
Al indiano que supo triunfar,
En Oriente se pierden los lauros
Que la Patria nos hizo ganar.
Sin recursos, sin otra fortuna,
Que ganar, libertad, libertad,
Los nativos del ínclito Oriente,
Esperamos con ansia entonar.
Gloria o Patria que tus Orientales,
Muerte gritan con harto placer,
Y tranquilos se van a la huesa,
sin cadenas que saben romper.
La valiente jornada del Salto,
Todos prontos ya están a emprender
Su deseo es salvar el sistema,
O en su honor perecer.
De las almas las libres cenizas
Al gran Salto se van a esconder,
Muere el padre, la hermana, el amigo,
Sin que el llanto se mire verter.
¡Salve, oh Salto! mansión destinada,
A los libres que el sol vio nacer
Justo asilo de acción muy heroica,
¡Quién sus timbres pudiera tener!
Orientales la Patria peligra,
Ya reunidos al Salto volad
Libertad, entonad en la marcha,
Y al regreso, decid: Libertad.
Cielito Oriental
El portugués con afán
dicen que viene bufando;
saldrá con la suya cuando
veña o rey dom1 Sebastián.
Cielito cielo que sí,
cielito locos están,
ellos vienen reventando,
quién sabe si volverán.
Dicen que vienen erguidos,
y muy llenos de confianza:
veremos en esta danza
quiénes son los divertidos.
Cielito, cielo que sí,
cielo hermoso y halagüeño,
siempre ha sido el portugués
enemigo muy pequeño.
Ellos traen facas brillantes,
espingardas muy lucidas,
bigoteras retorcidas
y burrufeiros bufantes.
Cielito cielo que sí,
portugueses no arriesguéis,
mirad que habéis de fugar,
y todo lo perderéis.
Voso príncipe reyente
nao hes para conquistar,
naceu sólo para falar,
mas aquí ya he diferente.
Cielito cielo que sí,
fidalgos ya vos entendo,
de tus pataratas teys
todito el mundo lleno.
Vosa señora Carlota
dando pábulo a su furia
quiere faceros injuria 35
de pensar que sois pelota.
Cielito cielo que sí,
¿nao’ conocéis majadeiros
que en las infelicidades
vosotros sois os primeiros?
¿Queréis perder vosa vida,
vosos fillos y muyeres,
he deyser vosos quehaceres
he a minina querida?
Cielito cielo que sí,
es inmutable verdad
que todo se desconcierta
faltando la humanidad.
¿Qué cosa pudo mediar
para faceros sair
y a nosas terras veir
con armas a conquistar?
Cielito cielo que sí,
con razón ficais temendo
ya has visto fidalgos que
poco a poco vais morrendo.
A voso príncipe reyente
enviadle pronto a decir
que todos vais a morrer
y que nao’ le fica yente.
Cielito cielo que sí,
cielito de Portugal,
voso sepulcro va a ser
sin duda a Banda Oriental.
A Deus a Deus faroleiros,
portugueses mentecatos,
parentes do maragatos,
insignes alcahueteiros.
Cielito cielo que sí,
el Oriental va con bolas,
mirad portugueses que hay
otro don Pedro Sebolas.
Un Gaucho de la Guardia del Monte
(fragmento)
Ya que encerré la tropilla
y que recogí el rodeo,
voy a templar la guitarra
para explicar mi deseo.
Cielito, cielo que sí,
mi asunto es un poco largo;
para algunos será alegre,
y para otros será amargo.
El otro día un amigo,
hombre de letras por cierto,
del rey Fernando a nosotros
me leyó un gran Manifiesto.
Cielito, cielo que sí,
este Rey es medio zonzo
y en lugar de D. Fernando
debiera llamarse Alonso.
Ahora que él ha conocido
que tenemos disensiones,
haciendo cuerpo de gato,
se viene por los rincones.
Cielito, cielo que sí,
guarde amigo el papelón,
y por nuestra Independencia
ponga una iluminación.
Dice en él que es nuestro padre
y que lo reconozcamos,
que nos mantendrá en su gracia
siempre que nos sometamos.
Cielito, digo que sí
ya no largamos el mono,
no digo a Fernando el sétimo,
pero ni tampoco al nono.
Después que por todas partes
lo sacamos apagando,
ahora el Rey con mucho modo
de humilde la viene echando.
Cielito, cielo que sí,
ya se le murió el potrillo,
y si no, que se lo digan
Osorio, Marcó y Morillo.
Quien anda en estos maquines
es un conde Casa-Flores,
a quien ya mis compatriotas
le han escrito mil primores.
Cielito, digo que no,
siempre escoge D. Fernando
para esta clase de asuntos
hombres que andan deletreando.
El Conde cree que ya es suyo
nuestro Río de la Plata:
¡cómo se conoce, amigo,
que no sabe con quién trata!
Allá va cielo y más cielo,
cielito de Casa-Flores,
Dios nos librará de plata
pero nunca de pintores.
Los que el yugo sacudieron
y libertad proclamaron,
de un Rey que vive tan lejos
lueguito ya se olvidaron.
Allá va cielo y más cielo,
libertad, muera el tirano,
o reconocernos libres,
o aDiosito y sable en mano.
¿Y qué esperanzas tendremos
en un Rey que es tan ingrato
que tiene en el corazón
uñas lo mismo que el gato?
Cielito, cielo que sí,
el muchacho es tan clemente
que a sus mejores vasallos
se los merendó en caliente.
En política es el diablo
vivo sin comparación,
y el reino que le confiaron
se lo largó a Napoleón.
Cielito, digo que sí,
hoy se acostó con corona,
y cuando se recordó
se halló sin ella en Bayona.
Para la guerra es terrible,
balas nunca oyó sonar,
ni sabe qué es entrevero,
ni sangre vio coloriar.
Cielito, cielo que sí,
cielito de la herradura,
para candil semejante
mejor es dormir a oscuras.
Lo lindo es que al fin nos grita
y nos ronca con enojo,
si fuese algún guapo… ¡Vaya¡
¡Pero que nos grite un flojo!
Cielito, digo que sí,
venga a poner su contienda,
y verá si se descuida
dónde va a tirar la rienda.
Eso que los reyes son
imagen del Ser divino,
es (con perdón de la gente)
el más grande desatino.
Cielito, cielo que sí,,
el evangelio yo escribo,
y quien tenga desconfianza
venga le daré recibo.