APUNTES EN BORRADOR XVI

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NIÑEZ. Pasó el Día del Niño, que como siempre decimos, más allá del día comercial que es, es un buen momento que podemos usar para pensar qué estamos haciendo con los más chiquitos de nuestra sociedad.

No quiero contrastar las hermosas fotos que engalanaron ayer las redes sociales de todo tipo y color (incluso publiqué una mía en blanco y negro, parece que en ese tiempo no había foto a color en Uruguay porque he podido notar que así venían todas las fotos que son de esos años, fines de los 60), donde la alegría primó. No me considero una gaseosa que busca terminar con la dulzura, pero tenemos que aprovechar estas horas para ver cómo estamos en materia de pobreza e indigencia en nuestra infancia, cómo se alimentan, ¿hay niños que deben comer de la basura para llevar algo a su panza? ¿Cómo pueden estudiar luego tratando de obtener herramientas que le permitan enfrentar su futuro? ¿Tienen futuro? ¿Qué hacemos para asegurárselo? ¿Qué mundo le estamos dejando?

Liliana Castro Automóviles

Observar cómo son las oportunidades para todos los chiquitos por igual, incluso aquellos que puedan tener algún tipo de discapacidad, ahora que psicológicamente se conocen una pléyade de patologías que de hecho termina interfiriendo en el proceso de obtención de conocimientos, lo que obliga a brindarle una atención distinta, ¿cómo estamos en eso? ¿Siguen habiendo escuelas que discriminan a niños por tener una capacidad diferente?

Hace una semana atrás hubo una importante jornada en la sede de la vieja y querible Regional Norte de la Universidad de la República sobre abuso sexual infantil, donde nos enteramos que hay cifras que no se divulgan y que ese tipo de situaciones son más comunes de lo que pensábamos en algunos hogares. ¿Qué hacemos si un niño nos cuenta que es abusado por un mayor? ¿Lo ayudamos o le decimos que no mienta más?

Y la lista de preguntas no termina ni se agota en una simple columna de prensa.

Cuando vemos en la calle a un niño mal vestido o con poca ropa en pleno invierno y nos mira a los ojos, esa mirada nos emplaza sin decirnos nada. Que el Estado interviene en estos temas se sabe, a veces menos de lo que debería, también es verdad, pero en algunos casos, el Estado está notoriamente ausente, y el Estado somos cada uno de nosotros.

Dos días antes del día del niño, una familia fue víctima de un incendio en su vivienda, perdieron casi todo. Cosas como esas pasan casi todos los días. La sirena de los bomberos resuena por la ciudad casi sin descanso aunque con menor intensidad que en el verano, pero eso demuestra que pasan cosas en la ciudad. Por lo general, la precariedad de la vivienda lleva a que haya conexiones eléctricas también precarias, lo que puede provocar un cortocircuito que termine en incendio. Por suerte solo hablamos de pérdidas materiales, pero para esa familia, es un empezar de nuevo. Ni qué decir de los niños que aún en su inocencia siempre esperan algún regalito o al menos algún gesto cariñoso de sus padres en un día especial. Esa familia, pese a las pérdidas, pudo celebrar la vida y estar todos bien de salud pese a lo que les pasó.

Cuento esto para que valoricemos nuestra propia vida, y veamos que si estamos mal, hay personas que tienen la vida más cuesta arriba que nosotros y que sin embargo, no bajan los brazos y siguen luchando, porque de eso se trata vivir, no por uno ni para uno, sino por ese niño que nos mira y nos sigue emplazando con su eterna sonrisa.

Hasta la semana que viene…

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