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jueves, 6 de marzo de 2025
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Anécdotas, tan solo anécdotas…

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Decía nuestra Directora en una breve nota de opinión publicada ayer, que las anécdotas que envuelven una campaña política son innumerables. Los periodistas, nos guste o no, tenemos (salvo excepciones) que involucrarnos sí o sí en todo ese movimiento especial que se da cada cinco años, porque es nuestra obligación y responsabilidad llevar a la ciudadanía noticias de lo que está pasando. Es nuestro compromiso, así lo veo yo al menos, acercar a la población la mayor cantidad de voces posibles, de quienes protagonizan este tipo de instancias. Por todo ello es que estamos en permanente contacto con los actores políticos (con micrófono, grabador y cámaras encendidos, pero también en charlas informales que naturalmente se dan antes o después de una entrevista), lo que concluye indefectiblemente en nutrirnos, como dice la Directora, de tantas anécdotas. Buenas, malas, tristes, graciosas, hay de las que busque…

Uno llega a sorprenderse mucho también cuando se ha hecho una imagen de ciertos políticos que, luego nada tiene que ver con la que se constata al conocerlo personalmente. Por ejemplo, yo nunca imaginé que Álvaro Delgado iba a tener hacia mí una actitud tan poco cordial en la radio, como la de llegar a una entrevista que habíamos acordado, pero hacerlo tres minutos antes que terminara el programa, entrar “puerta adentro” a la cabina, decir lo que se le antojó e irse prácticamente que disparando (porque aunque sea ya fuera del aire, me hubiera gustado repreguntarle sobre algunos disparates que lanzó). También podría decir, y además sirve para que no se me enojen los del otro lado, que no recuerdo haber entrevistado nunca a un político tan antipático (hasta con claras actitudes de mala educación) como Óscar Andrade, el famoso “Boca”, alguien que en ningún momento de la entrevista me miró a la cara (no apartó los ojos de su celular), e incluso, una revista que se le obsequió (un suplemento de la radio que estábamos regalando a toda visita que recibíamos), la tiró bruscamente sobre la mesa antes de irse, casi como diciendo: No me interesa, regalale esto a otro.

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Pero… ¿Y si mejor contamos anécdotas más agradables? Graciosas, ¿le parece? Digo graciosas de verdad, jocosas en serio. No lo digo con ironía. Porque si así fuese, debería decir que es gracioso que Robert Silva siga tomando su transformación educativa como gran bandera, como si fuera una buena carta de presentación, cuando no creo que haya una sola persona (que sepa realmente del tema) que no reconozca que ha sido un rotundo fracaso. Es más, agreguemos a ese fracaso, que su propio ideólogo la abandonó a mitad de camino para postularse a Presidente de la República sabiendo que sus posibilidades son tan lejanas como las mías de llegar algún día a jugar al fútbol como Maradona o Pelé.

Pero bueno… Volvamos, decía, a lo jocoso mismo. Hace un tiempo estaba entrevistando en Radio Libertadores al Intendente Andrés Lima, cuando parece que en otra radio estaba hablando un director técnico de un equipo de fútbol local. Cuando terminó la nota, una señora llamó por teléfono y pidió para hablar «con Andrés». El Intendente no dudó en atenderla, y de pronto se empezó a ver en su rostro gestos de desconcierto, al tiempo que decía: “Soy Andrés pero…”, “Escuche, yo soy Andrés sí, pero…”…Hasta que cortó. Entonces nos dijo: “Una señora pensó que yo era el técnico de no sé qué cuadro y me recriminaba lo mal que jugamos el domingo y me cortó”.

Seguimos… Y nos vamos más atrás en el tiempo. Aquí una selección de cuatro anécdotas que días pasados publiqué en mis redes sociales y que motivaron (cosa que agradezco) que una persona (maestra jubilada ella y muy seguidora de EL PUEBLO), me dijera: “esto tenés que compartirlo en el diario. Bueno, aquí van…

  1. «Cabeza a cabeza con Malaquina» Elecciones de 1985. Si no me equivoco aquel candidato colorado que se postuló a Intendente, obtuvo 15 o 20 votos en todo el departamento. Sé que lo votaron mucho menos personas incluso, que las que figuraban en su propia lista. Pero al momento de abrir las urnas e iniciarse el escrutinio, el hombre estaba al firme en el hall de la Oficina Electoral. Por una rendija logró ver que el primer voto extraído de la primer urna abierta, era para el Escribano Malaquina. ¡Y el segundo que sacaron era para él! ¡Feliz estaba! Justo en ese momento llega un periodista y le pregunta: «¿Y… Cómo va la cosa?». A lo que responde el candidato: «Va lindo, vamos cabeza a cabeza con Malaquina».
  2. Las paredes saben escribir Era un tiempo, hace muchos años, en que la Junta Departamental hacía gastos inauditos (whisky, cigarrillos, etc.). Comenzó una investigación y las empresas proveedoras expusieron que no tenían por qué perder la venta «si el propio Presidente de la Junta nos encarga y firma todas las boletas». Alguien pretendió entonces hacerle un llamado de atención al Presidente, pero este dijo que «no sabía nada». Le contestaron: «Pero usted firma las boletas». Como seguía negando, decidieron mirar las boletas. Oh sorpresa, la firma que figuraba era (como muestra la foto adjunta) la de la Junta Departamental. «Pero mire usted -dijo un abogado que estudiaba el caso-, nunca pensé que las instituciones agarraran una lapicera y supieran firmar!». (El espacio para Contrafirma estaba vacío en todas las boletas).

3. Astuto El hombre era candidato a Diputado por Salto allá por 1989. Una tarde llegó a una tienda de calle Uruguay, se probó una camisa y la compró. Pero no la pagó. Dijo que «la semana que viene vengo y arreglamos». No la semana siguiente, sino al otro día nomás volvió a la tienda, pero a devolver la camisa. Pidió disculpas, pero dijo que mirándose tranquilo en la casa, no le había convencido cómo le quedaba. Hasta ahí, todo bien. El problema era que había usado la camisa para estar en un programa de TV esa noche, o sea, entre que sacó y devolvió la camisa de la tienda. Dicen que dijo alguna vez: «y sí, no voy a estar comprando ropa para ir a la tele».

    4. ¿No habría un diccionario por ahí? Y muchos años después, atando cabos tras revisar algunas actas, se supo que el mismo edil que en una sesión dijo «Desconozco de qué están hablando pero me opongo», fue el que al terminar una exposición de varios minutos, remató: «Disculpen si ofendí a alguien, créanme que fue todo sin alucinaciones (sic) personales, y si no me quieren creer, me es inverosímil (sic)».

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