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martes, 1 de julio de 2025
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Hablemos de Nicaragua

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Diario EL PUEBLO digital
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En muchas ocasiones
hemos dicho que toda Edictadura debe rechazarse: de izquierda, de derecha, con militares,
sin militares, como sea. Dictadura es dictadura, y aunque por su-puesto las dictaduras tienen diferencias según el contexto del país o la región en que se dan, no fue-ron, no son, ni serán nunca un modelo a defender. Esa es nuestra opinión. Y nos ha llevado a discutir largamente alguna vez con quienes demuestran rechazar una dictadura pero según de qué lado provenga, y a eso no lo compartimos.

Ahora queremos referirnos a lo que vive Nicaragua y que pensa-mos no debemos verlo como caso aislado o situación alejada. Pare-ce un buen ejemplo a analizar y trasladarlo con el pensamiento a hechos cercanos, de tiempos anteriores y de estos también.
Por eso coincidimos plenamente con el Intendente de Salto: «como actores políticos, tenemos una res-ponsabilidad de carácter histórico de decir Nunca Más a las dicta-duras de ningún tipo», dijo el Dr. Andrés Lima, que con mucho én-fasis sostuvo que la situación ac-tual de Nicaragua «es una dicta-dura».
Incluso hay matices dentro de la misma izquierda uruguaya. José Mujica entiende que «a Ortega se le fue la mano», afirmación que parece demasiado suave a nues-tro entender. En cambio Lima (en carta enviada a la militancia fren-teamplista) afirma, insistimos, que «Nicaragua es una dictadura».
¿Qué más dice el texto del Intendente salteño? Por ejemplo esto: «Cuando vemos un régimen político que no respeta los derechos civiles y políticos de la ciudadanía, cuando vemos un Estado que es cooptado totalmente por un partido único que se dedica a utilizar todo el aparato de las instituciones para perseguir, criminalizar y eliminar a todo tipo de oposición, no cabe más que llamar a este régimen por su nombre: Dictadura». Y agrega en otro pasaje: «Acallar las voces en el mundo de inter-net es una tarea titánica y muy difícil. Para alcanzarla el régimen se ha dedicado a colocar en la cárcel a todo tipo de periodismo que sea independiente y que ten-ga, a criterio de Ortega, un sesgo no favorable al gobierno. Es allí como se ha llegado a tener a dece-nas de periodistas presos y cientos de periodistas exiliados. Una cifra que sorprende: Los tres principa-les medios de comunicación del país operan desde el exterior pro-ducto de todas las persecuciones padecidas».
A Lima, a quien en otros temas tantas diferencias nos separan, en este caso debemos darle la absoluta razón. Porque además nos resulta totalmente acertada la forma en que continúa argumentando y llega a proponer al go-bierno uruguayo que «adopte una medida similar a la que ha tomado el gobierno de Chile ofreciendo la nacionalidad a quienes queda-ron apátridas producto de la marginación que el régimen de Ortega ha hecho. Esa acción responde a las más altas tradiciones de respeto a la democracia y derechos humanos que tiene nuestro país».
Dice en otro momento con plena razón; «la tiranía no distingue entre derechas e izquierdas… Nicaragua es una Dictadura». Por otra parte, entendemos preciso compartir algunos pasajes ex-traídos de una crónica del «The Washington Post», con detalles sobre la violación de los derechos humanos por parte del matrimonio izquierdista Ortega-Murillo:
«Romper un récord, por lo general, se asocia con algo bueno. «Obtener el mejor resultado», apunta la definición. Pero cuando se trata de Nicaragua, el país gobernado por la pareja dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo, todo significado se torna contrario, para peor. Recientemente, el país apareció en las noticias por romper el récord de violaciones a los derechos humanos en 2022 (…) la dupleta Ortega-Murillo apresó en 2022 a 235 personas por sus ideas políticas. Un número solo superado por los 674 casos de presos políticos en 2018, cuando estallaron las protestas sociales que fueron brutalmente reprimidas por fuerzas policiales y paramilitares sandinistas (…)
Un cementerio de más de 3,000 organizaciones civiles clausura-das, cuyos bienes han sido confiscados. Mientras que la libertad de prensa sufrió más de 700 agresiones, aparejado con el cierre de 31

medios de comunicación independientes (en su mayoría comunitarios y administrados por la Iglesia católica), y el exilio de otros 100 periodistas. A la postre, el sistema migratorio se ha encargado de poner alambradas en todas las fronteras del país con la decomisación de pasaportes, destierro o impedimento de ingresar o salir del país a sujetos considerados golpistas (…) Reguero de muertos va quedando a lo largo de México y en el fondo del Río Bravo, es el éxodo de nicaragüenses huyendo hacia el norte. Al menos 328,443 ciudadanos y ciudadanas salieron del país. En otras palabras, 4.9% de la población de Nicaragua, calculada en 6,664,400 de habitantes. Según Raza e Igual-dad, la de 2022 es «una cifra que supera los 161,269 que salieron en 2021, cuando también se había marcado un récord en el historial migratorio de Nicaragua (…)
Un ejercicio constante de sobrevivencia que suele generar un velo de pretendida «normalidad», de la cual el régimen saca mucho provecho (…) El ciudadano sabe que una queja contra el régimen conduce a prisión. Un hartazgo por el alto precio de la canasta básica.
La decepción de no tener universidades donde estudiar sin ser controlado por el oficialismo. Un país donde las dos últimas elecciones han sido «una farsa» para consolidar un régimen de partido único, con los 153 municipios ahora gobernados por el Frente Sandinista. Un sitio donde profesar la religión católica es perseguido (…) Nicaragua es un país en fuga, sin proyección ni esperanzas sobre todo para las y los más jóvenes (…)
El éxodo ha sido tal que los mata

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eros se han quedado sin destaza-dores; en el campo las mujeres están arando las parcelas debido a que los hombres escasean. Se han ido albañiles, carpinteros, plo-meros, armadores, ingenieros, topógrafos… mano de obra que al sector construcción, uno de los más pujantes históricamente de la economía, le hace falta. Y así suce-de en otros sectores productivos. Un éxodo que el gobierno no reconoce porque -vaya habilidad de los autócratas- sacan rédito de ello. Los que se van envían remesas familiares a los que se quedan casi de inmediato, semanas o meses después de que logran establecerse en el extranjero. Es una ganancia perversa: el dinero de las remesas alivia a unas 850,000 familias y también generan poco más de 15% de los impuestos re-caudados por el Estado. El régimen se libra de un poco más de 200,000 desempleados. Estos números relacionados a las remesas van en auge cada mes (…)
El país está extenuado, según la última encuesta de CID-Gallup publicada este 24 de enero: 62% de los nicaragüenses coinciden que el país va «por el camino equivocado», mientras 55% de la población desaprueba la gestión de Ortega y Murillo. Una percepción sobre la administración sandinista que se mantiene en números rojos desde el estallido social en 2018, con un índice de -20%. No obstante, la pareja presidencial insiste con esta pretendida «normalidad»: repiten que han «recuperado la paz». Dicen que no la van a volver a perder y eso es suficiente argumento para justificar las perennes detenciones en el país y, sobre todo, tener a más de 200 presos políticos. Al menos 40 de los reos de conciencia están en El Chipote, la temida cárcel de la

dictadura, bajo aislamiento y tratos crueles e inhumanos.
Sus familiares los visitan a cuenta-gotas y bajo chantaje (…)
Ortega y Murillo también han comenzado a apresar a funcionarios de alto nivel de los cuales des-confían (…) El caso más reciente es el del comisionado Adolfo Ma-renco, encargado de la inteligencia política en la Policía Nacional y figura del círculo de hierro presidencial. Así van cayendo otros, quienes son apartados de sus cargos o les imponen restricción migratoria por temor a que vayan a Estados Unidos a «cantar». Ante este panorama, la comunidad internacional se habitúa a la «normalidad» y se engolosina con los dictadores nicaragüenses que, desde hace ya mucho, han malea-do América Central…».
Finalmente, volvemos al Intendente salteño y le decimos: tiene razón, Andrés Lima, ustedes como actores políticos, nosotros como comunicadores sociales, y en definitiva todos, ante tan sólidas de-mostraciones, deberíamos decir que «Nicaragua es una dictadura» y ante eso sostener con mucha firmeza: ¡Nunca Más!

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