Este año, Uruguay conmemora un hito fundamental en su historia: los 200 años del desembarco de los 33 Orientales. Un evento que no solo marcó el rumbo de nuestra independencia, sino que consolidó el sueño de una nación libre, soberana y unificada. El 19 de abril de 1825, bajo la visión de Juan Antonio Lavalleja, un grupo de patriotas, que venía del exilio, desembarcó en las costas de la histórica isla de Oriental para tomar las riendas de una causa que definiría el futuro del territorio. Enfrentándose a un enemigo formidable, con poco más que la convicción de sus ideales y un profundo amor por la patria, los 33 orientales se erigieron como los héroes de una lucha que fusionó la resistencia con el nacimiento de la identidad nacional. A través de este artículo, buscamos no solo recordar los hechos de aquel día, sino también reflexionar sobre el legado que dejaron aquellos hombres y la trascendencia de su acción en los procesos de emancipación de toda América Latina.
LA ORGANIZACIÓN
Los Treinta y Tres Orientales es el nombre con el que se conoce a los hombres que, liderados por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, en 1825, emprendieron una insurrección para reincorporar la Banda Oriental (territorio que comprendía lo que hoy es Uruguay) a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Dada la indefinición de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil, ambos estados acordaron, con la mediación de lord Ponsomby de Inglaterra, establecer un nuevo país el Estado Oriental del Uruguay, actual Uruguay, por lo que el objetivo original de la lucha (esto es, la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata) mutó en la independencia uruguaya.
Uno de los jefes de aquel grupo, Lavalleja, que había combatido contra los portugueses y brasileños junto a José Gervasio Artigas, organizó una expedición militar con el objetivo de expulsar a los brasileños y reunir a la Provincia Oriental con las Provincias Unidas del Río de la Plata, tal como había sido la intención del movimiento.
La expedición, que resultó en la Cruzada Libertadora, contó con el apoyo de algunos ganaderos y saladeristas de la provincia de Buenos Aires que veían en la ocupación brasileña de la Provincia Cisplatina un peligro para sus intereses, ya que los saladeros porteños habían visto mermados sus mercados regionales por la competencia de sus similares de Río Grande del Sur, que se nutrían de las arreadas de ganado de los campos de la Cisplatina.
El brigadier Juan Manuel de Rosas, uno de los representantes más caracterizados de ese grupo, había hecho llegar a los exiliados orientales una importante contribución financiera. Los ricos hacendados Julián Panelo de Melo, Miguel Riglos, Ramón Larrea, Félix de Álzaga, Juan Pedro Aguirre y Mariano Fragueiro, Juan José de Anchorena, primo de Rosas, entre otros, también financiaron con dinero.
En 1868 Rosas trasmitía desde su exilio en Southampton datos curiosos acerca de esa expedición:
A primeros de 1823 Lavalleja comisionó a Gregorio Sanabria, quien más tarde integraría la Cruzada, para que pasara desde Buenos Aires a Colonia, San José y Soriano, contactando con varios patriotas, preparando así la gesta libertadora. Sanabria informó a Lavalleja de su gestión por carta de 14-3-1823, custodiada en el archivo de Entre Ríos, con copia en la carpeta 12 de antecedentes y archivos del Museo histórico nacional del Uruguay.
Desde 1824 un grupo de destacados orientales conspiraba dentro de Buenos Aires con el propósito de organizar un movimiento capaz de devolver a la Banda Oriental su estatus de Provincia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
EL DESEMBARCO
El 1 de abril de 1825 una avanzada de la expedición al mando de Manuel Oribe embarcó en el puerto bonaerense de San Isidro, la épica hazaña inició en la localidad hoy llamada Beccar y desembarcó en una isla del Brazo Largo del río Paraná. El grueso al mando de Lavalleja partió poco después pero, demorado por un fuerte temporal, los expedicionarios se reunieron recién el 15 de abril.
En la noche del 18 de abril Lavalleja y sus hombres embarcaron y avanzaron cuidadosamente por las islas del delta del Paraná, evitando la vigilancia de la flota brasileña. Aprovechando la oscuridad, cruzaron el río Uruguay en dos lanchones y desembarcaron en la Playa de la Agraciada, también conocida como «Arenal Grande», la madrugada del día 19 de abril. Allí desplegaron la bandera de tres franjas horizontales roja, azul y blanca, colores tradicionalmente usados desde los tiempos de Artigas, no solo en la Provincia Oriental sino también en otras de la región rioplatense.
CUANTOS Y QUIÉNES FUERON LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES
El número de los expedicionarios de 1825 ha sido objeto de diversas controversias a partir de la existencia de varias listas de integrantes, publicadas entre 1825 y 1832. Según una investigación de Jacinto Carranza durante los años cuarenta, existen 16 listas diferentes de nombres y en total se menciona a 59 personas. Si bien el número de 33 es el oficialmente aceptado, los nombres difieren de un listado al otro. También debe sumarse el hecho de las deserciones de algunos de ellos, lo que hizo que sus nombres no fueran incluidos posteriormente.
Finalmente, cabe agregar que no todos eran orientales, ya que según el historiador Aníbal Barrios Pintos, hubo cuatro argentinos, cuatro paraguayos y uno nacido en Mozambique (Joaquín Artigas). El cordobés Simón del Pino fue el único de los cruzados que estampó su firma en el acta de la Declaratoria de la Independencia.
La lista de los Treinta y Tres, generalmente reconocidos está compuesta por:
Juan Antonio Lavalleja– Francisco Lavalleja – Manuel Lavalleja – Juan Acosta – Basilio Araújo – Juan Arteaga (quien hallaría la muerte en la batalla de Ituzaingó, es incluido en varios listados) – Felipe Carapé – Andrés Cheveste – Carmelo Colman – Manuel Freire – Javier Chávez Zibil – Santiago Gadea – Tiburcio Gómez – Ignacio Medina – Manuel Meléndez – Avelino Miranda – Santiago Nievas – Ignacio Núñez – Dionisio Oribe – Manuel Oribe – Juan Ortiz – Ramón Ortiz – Simón del Pino – Celedonio Rojas – Juan Rosas – Gregorio Sanabria – Atanasio Sierra – Andrés Spikerman – Juan Spikerman – Jacinto Trápani – Agustín Velázquez – Pablo Zufriategui – Andrés Areguatí
LEGADO
El desembarco de los 33 Orientales no solo marcó un punto de inflexión en la lucha por la independencia, sino que sembró los cimientos de la identidad nacional uruguaya. Su gesta representó la unión de voluntades diversas por un bien común: la libertad del pueblo oriental y la recuperación de su soberanía.
El legado de aquellos hombres trasciende lo bélico. Encarnaron valores como la valentía, el compromiso patriótico, la resistencia frente a la opresión y la capacidad de organizarse colectivamente frente a un enemigo poderoso. Su acción inspiró el espíritu republicano que caracterizaría a la futura nación uruguaya.
Hoy, el legado de los 33 se expresa en múltiples dimensiones: en el respeto por la democracia, en la defensa de la autodeterminación, en la memoria histórica preservada por generaciones y en los símbolos nacionales que evocan su sacrificio. La bandera de los 33 —con su leyenda «Libertad o Muerte»— continúa flameando como recordatorio de que la independencia fue conquistada gracias al coraje de quienes soñaron con un país libre y lo hicieron posible.
A dos siglos de aquel 19 de abril de 1825, el eco del desembarco de los 33 Orientales sigue resonando en la memoria colectiva del pueblo uruguayo. No se trata solo de recordar una hazaña militar, sino de comprender el coraje, la visión y el compromiso de un grupo de hombres que pusieron todo en juego por la libertad de su tierra. Su legado no vive únicamente en los libros de historia o en las estatuas que adornan plazas: vive en los valores democráticos, en la defensa de la soberanía y en la construcción cotidiana de una patria más justa. Conmemorarlos hoy es también comprometernos con el futuro, con la responsabilidad de mantener viva esa llama de independencia que encendieron hace exactamente 200 años.