El Técnico rural (UDELAR), Carlos D. Bautes; ex técnico asistente del CIAAB; ex asesor de CREA; ex jefe del Departamento Técnico de CALMER. Actualmente asesor agrícola privado, ha publicado un interesante artículo dedicado a la necesidad de atender la conservación de los suelos agrícolas. La nota de referencia fue publicada en la revista digital: «vadenuevo.com.uy» bajo el título: Buscando un nuevo paradigma en la «integración» agrícola ganadera de secano, en los términos que transcribimos seguidamente «En el Uruguay carecemos de un ranking de problemas ordenado según su importancia. Pero la conservación de los suelos agrícolas estaría allí en un lugar muy destacado. La solución no es sencilla y requiere que sea asumida por la sociedad».
Por Carlos D. Bautes (*)
En la década de los noventa, con un marco de competitividad decididamente deteriorado, se abrió paso una nueva base tecnológica a partir de la Siembra Directa (SD en adelante) la cual ofrecía, al menos, una mayor posibilidad de ejecutar los programas físicos. Y formó parte de un nuevo ciclo de expansión de la agricultura. La soja resistente a glifosato y el abaratamiento de este herbicida facilitaron la masificación del uso de la tecnología y la velocidad de la nueva expansión de la agricultura sobre suelos hasta entonces «marginales». La tecnología de SD elimina el laboreo del suelo con arado, excéntricas, rastras, etc., disminuyendo uno de los mayores impactos sobre la erosión y se basa en el control químico de malezas y en el manejo de los tiempos de barbecho para lograr la condición favorable de siembra. Pero la versatilidad de su uso desprevenido también promete hacer más rápido el deterioro de lo «marginal» pues la SD generó la creencia de que «ahora podemos sembrar en cualquier lado» y se lo está haciendo. Sin SD habría boom agrícola de todos modos pero es la velocidad de los procesos de la logística lo que destaca por lejos a la SD. Es incuestionable la consolidación de la SD luego de veinte años de iniciada la etapa de adopción pero téngase bien presente que sembrar con una sembradora de «cero laboreo» no es sinónimo de un mejor manejo del suelo y los cultivos.
La adopción de la SD fue la tercera gran revolución de la agricultura en un siglo, luego de la tractorización y la adopción de la «pradera» en rotación. En efecto, la rotación con praderas permitió continuar con la agricultura de secano al aumentar rendimientos y reducir el costo de producción por tonelada, al tiempo que conservaba y mejoraba el suelo.
En sus comienzos la SD permitió, de nuevo, continuar con la agricultura de secano cuya competitividad se seguía reduciendo, mejorando la gestión del sistema agrícola-ganadero y manteniendo la rotación pasturas-cultivos. La pastura en rotación seguía, en ese paradigma, teniendo el mando del sistema.
Pasada la etapa de adopción de la SD aparecen en el horizonte productos tecnológicos que amenazan aquel paradigma al tiempo que generan nuevas oportunidades
La rotación cultivos-pasturas
A principios de los ochenta se generalizó en el litoral agrícola la «rotación cultivos-pasturas». Implicaba el concepto muy simple de hacer una pastura corta de lotus o trébol rojo y volver lo antes posible a una agricultura básicamente triguera. El trigo era el eje económico del sistema. Dos años de pastura, uno de trigo y, finalmente, otro año de trigo asociado con pradera y recomenzar la rotación. Así de simple y con laboreo convencional. La rotación permitía además una disminución del inóculo de enfermedades a hongos con impacto quizás tan importante como la pradera sobre el rendimiento del trigo de primer año.
Ese enfoque parcial de una rotación cultivos-pasturas tenía una rigurosa lógica económica y dio notorias ventajas a los agricultores que innovaron primero y lograron con la producción animal un subproducto de la producción triguera. Así, el área no laborable de los potreros agrícolas tenía un costo casi cero y funcionaba como «depósito» o «desperdicio de chacras» donde permanecía el ganado en las crisis de las praderas de leguminosas, o esperando ingresar a las mismas.
Cuando las relaciones de precios determinaron una rotación más compleja ingresaron otros cultivos así como las gramíneas a la fase de pasturas, intentando aplicar el sistema agrícola-ganadero de La Estanzuela. Pero los resultados se caracterizaban por una fuerte variabilidad asociada al clima, al laboreo y a la propia complejidad de diseño. Sustituir la simplicidad de trigo-trigo-lotus-lotus para pasar, por ejemplo, a pradera-pradera-pradera-sorgo-cebada/girasol de segunda-trigo/pradera tenía sus complejidades. Que aumentaban si el trigo era pastoreado. A tal variabilidad en los resultados se agregó desde inicios de los noventa el deterioro en picada del precio en pesos de la producción y el incremento de los costos fijos. Ante tal escenario, la SD prometía bajar la variabilidad de los coeficientes técnicos y quizás eso permitiría «aguantar» la coyuntura adversa de los resultados económicos. Un sistema «más ejecutable» desde el punto de vista del riesgo era un estímulo válido para el nuevo sistema de hacer agricultura.
La rotación cultivos-cultivos (o agricultura continua)
La soja resistente a glifosato abriría definitivamente la puerta a la mayoría de los agricultores, aquellos que generalmente esperan a ver qué pasa con los innovadores para luego animarse a hacer lo mismo. Pero nadie cuestionaba la esencia de la rotación cultivos-pasturas. Y la pastura seguía siendo respetada como el mando de todo el sistema. No obstante, las áreas «no laborables» y los «desperdicios de chacra» seguían cumpliendo un rol secundario y exógeno al «sistema agrícola-ganadero». Más aun: los empastamientos espontáneos tendían a reducirse por el atractivo económico inmediato de agrandar las chacras. Al tiempo que se ganaron áreas agrícolas marginales se debilitaron los sistemas fuertes de freno a la erosión. La SD avanzó hasta extremos que antes respetaba el laboreo convencional como los desagües y los bajos muy saturables.
La mejora de los precios impulsó, de nuevo, una dirección del uso de los suelos en SD hacia «tan ganaderos como sea necesario pero tan agrícolas como sea posible». Y repite la historia de los ciclos de expansión agrícola pero ahora con una nueva tecnología que hace confundir versatilidad de uso con «aptitud» agrícola de los suelos.
Ahora, con relaciones de precios claramente favorables a la agricultura, la oposición cultivos-pasturas en los mejores suelos agrícolas desnudó las debilidades de la fase forrajera de la rotación, acelerando el rumbo hacia la rotación continua de cultivos, sin lugar para la pradera. Es que con trigos o cebadas de casi 4 toneladas por hectárea son muy pocas las praderas que puedan sobrevivir a la competencia en primavera. La salida de la fase agrícola ya no puede dejar instaladas las praderas asociadas, lo que encarece el costo de la fase ganadera. Y la producción ganadera que permaneció fue exigida al máximo en productividad y manejo para «arrimar» con el resultado agrícola, y se transformó en una herramienta de erosión y compactación del suelo por altas cargas; manejo en parcelas y erosión fenomenal en los caminos a la aguada. Así, la transición de la fase ganadera a la agrícola encareció notoriamente la agricultura en tiempos de barbecho, en cantidad y tipo de herbicidas y rendimientos menores. La ruta del nitrógeno aportado por las leguminosas pareció flecharse hacia los desagües, los bajos empastados y las cañadas debido a la mayor velocidad del agua en las chacras «agrandadas».
Recuérdese que el relieve, las pendientes, el largo de las laderas, el suelo, el clima y la pluviosidad hacen que nuestro ambiente agrícola sea diferente a la mayoría de los ambientes agrícolas del mundo. Es que aquí la rotación de cultivos es imprescindible, no sólo por el ambiente sanitario y de plagas, sino también por la necesidad de mantener una cobertura que minimice el impacto de las lluvias y la erosión. El volumen y la calidad de los rastrojos, así como el balance de carbono, comienzan a definir los requerimientos y el tipo agronómico de los cultivares utilizados. Para cada cultivo, y según la posición en la rotación en que se inserte, se hace necesario un diseño varietal predeterminado y con requerimientos específicos a los fitomejoradores. El control de la erosión ya no se puede manejar como un tema «de los cultivos», donde algún sistema de cobertura de rastrojos y de terrazas o canales podría disminuir la velocidad del agua; se requiere un enfoque integral de cuencas. En algunas de ellas los desagües empastados y los bajos son el único freno de la velocidad del agua excedente de la infiltración de las lluvias. Y el rol extraordinario de los bajos empastados y los «desperdicios de chacra» se manifiesta cuando ese sistema se achica por aumento del área cultivada. Bajo SD este debilitamiento hace tan insostenible al sistema como lo fuera la agricultura bajo laboreo convencional. Con el agravante que el mantillo de humus nuevo y rastrojos es más fácilmente desplazado para siempre por las lluvias cuando las cosechadoras sojeras procuran levantar el grano de las vainas inferiores: todo el rastrojo queda literalmente «flotando».
Por un nuevo paradigma del «sistema agrícola-ganadero»
La sostenibilidad de la agricultura bajo siembra directa comienza a depender cada vez más del sistema de pasturas permanentes de los «bajos» y «desperdicios de chacras». Paradojalmente, para obtener una mayor y más sostenible producción agrícola, el sistema deberá ser más ganadero. Nuevamente, pero integralmente, el mando del sistema lo tendrá la pastura.
Esta visión fundamenta el destino ganadero asociado a la agricultura en los «suelos agrícolas». Con participación de pasturas en la rotación, o sin ella, los sistemas serán más agrícolas si se convierten en más ganaderos.
Subir «la cota ganadera» hasta donde lo indica la foto es lo mismo que «achicar» el área agrícola; en contrapartida, permitirá aumentar los rendimientos futuros. Significa acortar el largo de las pendientes y mejorar el frenaje del agua y la captura de nutrientes fugados de la agricultura. Significa una composición diferente de pasturas permanentes a instalar en dichas localizaciones. En efecto, se trata de pasturas permanentes y no praderas trianuales típicas de la rotación (aunque sea significativo el aporte de las especies introducidas y «domesticadas»).
Por eso, la diversidad genética de las forrajeras nativas va a tener la oportunidad que merece en una concepción racional de manejo de suelos, plantas y animales. Esa oportunidad será de tiempos lentos pero de mejoras acumulativas, en contraposición con los mejoramientos rápidos, costosos e insostenibles en términos de ambiente y de competitividad.
El impacto de los excesos y los déficits hídricos será menor en el área agrícola por la condición del suelo y las coberturas; y también en la propia área de pasturas por una mejora acumulada de sus componentes físicos. La sumatoria de los factores en juego terminará bajando la variabilidad de los coeficientes técnicos y económicos agrícolas y ganaderos. Esto será un paso crítico, nuevamente, en la mejoría de la «ejecutabilidad» de un sistema verdaderamente integrado y de gestión más competitiva.
Para visualizar mejor el proceso de cambio: hacer lo inevitable con los bajos y laderas, pero haciéndolo más grande; más sistemático; más productivo; más sostenible; y definitivamente, más rentable, subiendo por las laderas hasta una cota agrícola de menor riesgo.
CON RESIEMBRA
SIN RESIEMBRA
IGUAL SUELO. IGUAL
PENDIENTE. IGUAL
SIEMBRA. DIFERENCIA:
EL MANEJO ANTERIOR
Se indica en cada mitad la cota agrícola máxima propuesta.
Cuanto más tiempo de uso agrícola, mayor el deterioro del suelo. El proceso es más lento en los mejores suelos y más rápido en los marginales. Hoy, en pleno boom agrícola, los suelos más marginales tienen muy poquitos años en el juego y por eso todavía no han mostrado el cataclismo que nos acecha (del tipo sufrido por la chacra de la izquierda). Hoy, por un simple tema etario, la mayoría de los técnicos no tiene noción cabal de este problema gravísimo.
La dirección propuesta del trabajo requiere una masa crítica
Los desafíos son diversos, entre ellos: Estudiar diseños territoriales y espaciales desde las necesidades específicas de la agricultura y de la ganadería con un enfoque integral de las micro-cuencas. Profundizar el estudio de las rotaciones, con pasturas y sin ellas, con cultivos tradicionales y alternativos, y el diseño específico de tipos agronómicos de cultivares para las mismas. Estudiar la introducción de especies forrajeras que mejoren la productividad de las áreas de pasturas permanentes que «forrarán» las cuencas, así como su manejo y requerimientos de nutrientes. Revisar sistemas de pastoreo específicos para el tipo de pasturas permanentes presentes, teniendo en cuenta el suelo y la topografía; apuntando al desarrollo de una cultura de manejo del suelo como sustrato vivo.
