La Gruta del Padre Pío en Daymán
San Padre Pío, el capuchino de los estigmas.
– Su aparición junto al lecho de muerte de Mons. Damiani.
– Los guantes que han circulado en la ciudad.
– La gruta de La Aurora.
– Varios testimonios dentro y fuera de la Iglesia.
El próximo 23 de setiembre de 2010 se cumplirán 42 años de la muerte del Padre Pío de Pietrelcina. El sacerdote italiano, que desde el año 2002 fue declarado santo por la Iglesia Católica, tiene una especial relación con nuestra tierra salteña. La vinculación con alguno de los obispos de la Diócesis de Salto, en especial con Mons. Alfredo Viola, el episodio de bilocación ocurrido en la sede episcopal al momento del fallecimiento del entonces Vicario General Mons. Fernando Damiani, el intercambio epistolar con “Toto” Tonna y la Gruta existente en la Estancia “La Aurora” son algunos de los aspectos más destacables de su ligazón local.
Pero además en este Informe elaborado por EL PUEBLO podremos acercarnos a la existencia en Salto de alguno de los guantes por él utilizados (mejor sería hablar de “mitones”, guantes con la punta de los dedos recortadas) que han tenido cierta trascendencia, y que nos acercan a verdaderas historias particulares que, a nuestro criterio, merecen contarse en virtud de la popularidad y arraigo de este fraile en medio del pueblo. Más aún cuando, según los testimonios recabados, es probable que aún hoy se encuentre en Salto un guante (o dos) del capuchino de los estigmas.
Esta investigación periodística procura aportar información, testimonios de fuentes debidamente identificadas y algunas versiones, que se presentan como tales, con la aspiración de que el lector pueda hacerse una idea acabada de la relación del Padre Pío con Salto y de Salto con el santo. Se ha pretendido ordenar y recopilar en una investigación periodística lo que se sabe de la huella del santo en Salto, procurando aportar a la veracidad de los hechos y descartar rumores.
SANTO PADRE PÍO: UNA VIDA EXTRAORDINARIA
Francisco Forgione de Nunzio nació en Pietrelcina, un pequeño pueblo (de unos 3 mil habitantes) de la provincia de Benevento, en la región de la Campagna en Italia el 25 de mayo de 1887. De familia muy humilde hasta los 15 años permaneció junto a ella. Desde muy pequeño sintió el llamado a la orden franciscana y a los 23 años fue ordenado sacerdote. En 1918, luego de la celebración de la misa, se le aparecieron los estigmas visibles por primera vez.
Fray Carlos María Laborde, actual guardián del Convento de la ciudad de San Giovanni Rotondo (en donde vivió el santo), es uruguayo, nacido en Rosario (departamento de Colonia) y en ocasión de una visita a Costa Rica en el mes de noviembre de 2009, fue entrevistado por el programa televisivo “90 segundos” en donde indicó que “la vida espiritual del Pío era extraordinaria y que le llegó a decir que era un misterio para sí mismo”. Fue una vida “compleja, por todo lo que sucedió en torno a él, contradicciones y dificultades, pero que fue vivida con una paz y serenidad increíbles. Vivió siempre su vida del mismo modo, con sus momentos de oración personal y comunitaria, ya que para el santo la oración era como respirar”. Pío orientaba a los peregrinos y penitentes hacia Dios, con empeño en la formación de cristianos coherentes con su fe, de relación profunda con Dios y en la vida sacramental. Sus estigmas nos hablan de una conformidad con Cristo crucificado, desde su corazón. Esos estigmas atraían a las personas, a veces por curiosidad, pero el contacto con el santo permitía una experiencia de conversión muy fuerte de acercamiento a Dios.
EL PADRE PÍO Y SU VINCULACIÓN CON LA DIÓCESIS
Monseñor Pablo Galimberti, obispo de la Diócesis de Salto expresó que “al canonizar al padre Pío (el 16 de junio de 2002) se está declarando que vivió, no solamente un día, sino un tiempo importante, y verificado, en forma heroica en cuanto a sus virtudes. Los estigmas que tenía el santo “deben considerarse un aspecto secundario, la iglesia no se fija en ello, no es el criterio. Son fenómenos muy especiales y en la historia se registran el hecho de San Francisco de Asís, y el padre Pío y algún otro. No podemos aislar y no podemos decir que fue este fenómeno el que causó la santidad, para nada. Si fue declarado santo es por la heroicidad de su amor a Jesucristo vivido en las cruces, en las adversidades, en los contratiempos, en los momentos serenos, en forma constante, verificable. La realidad extraordinaria con la cual recibía a los fieles, hacía del capuchino un ser con una enorme capacidad para la escucha, para el conocimiento del alma de cada uno. Se cuenta incluso que quien iba a verlo solamente por curiosidad él ya veía que no había mucha disposición a aumentar la fe, y él mismo separa de la fila a los curiosos”. Galimberti expresó que “Mons. Alfredo Viola (2º obispo de Salto) tenía un enorme aprecio por Pío, a tal punto que también pudo haber contagiado esta amistad a Mons. Fernando Damiani (Vicario General de la Diócesis desde los inicios de la diócesis con Mons. Gregorio Camacho) en los viajes que regularmente efectuaban y que permitieron que el contacto con este hombre tan conocido en Italia se concretara. Y allí tuvieron ocasión de apreciar su figura, su apostolado, sus cualidades y la proyección de santidad.
El guante que se puso en el ataúd de quien lo tenía, ¿fué recuperado?
El dato de la existencia de un guante del Padre Pío en Salto fue el punto de partida para investigar el tema un poco más en profundidad. A raíz de ello es que en pleno barrio Cerro de Salto, en la vivienda ubicada en calle Belén 536, vive el matrimonio integrado por Juan José Zeballos (el “Neno”) y su esposa Celia Abreo (oriunda de Villa Quebracho, pero que hace más de 30 años que vive en Salto). Juan es nieto de Ramona Almeida Pintos de Zeballos y se lo ubica fácilmente porque vende quiniela y otros juegos de azar en calle Zorrilla de San Martín, a la vuelta de su domicilio. Relató a EL PUEBLO que “mi abuela tuvo el mitón del padre Pío desde fines del año 1958”. Su abuela había sufrido un episodio grave por el cual “prácticamente se quemó viva con agua caliente y su hermana María Marta, monja dominica que vivía en Colombia, va a Giovanni Rotondo y se encuentra con el Santo”.
Antes de ello, siempre según la versión de Zeballos, había tejido y llevaba pronto dos mitones, que el padre Pío se los colocó, quitándose uno que fue traída por doña Ramonita con la impresión de su sangre”. Y “mi abuela empieza a sanar, y con ello se dispone a llevar adelante obras y a ayudar a la gente pobre”. Entonces también integra la “Obra San Francisco de Asís” (según reza un certificado que se nos mostró fechado el 8 de mayo de 1961) por la que incluso se vinculó con gente de Tacuarembó (entre ellos un tal padre Domingo que solía venir a visitarla). El lugar en que llevamos adelante la entrevista era el mismo en el que doña Ramonita recibía a la gente que acudía a su casa en busca de que el padre Pío lo ayudara. Al decir de su nieto en la habitación había una especie de “altar”, y el guante estaba ubicado dentro de una especie de canastita, era prácticamente “como un santuario”.
Doña Ramonita era muy católica, vivía tarde y noche en la parroquia y de a poco “la gente fue enterándose y venían de todos lados a ver el guante entre los que también habían argentinos, paraguayos y de otros países”. El mitón “estaba recubierto por una tela, a lo que seguía una banda (una especie de estola que utilizan los sacerdotes) y siempre permanecía en la canastita de mimbre”. Era “impresionante la gente que venía, y en el fondo del predio de la casa habían unas máquinas en donde se trabajaba para los pobres, ya que venían las remesas del extranjero y ellas repartían preparados para los pobres, comida, surtidos. Mi abuela aplicó mucho tiempo el guante. Lo imponía y lo colocaba en donde había dolor y solo ella sabía lo que decía”. Nunca cobró por lo que hacía porque siempre decía que “si lo hacés con fe, te va a ir bien. Todo el día estaba lleno, casi ni dormía. Ella era una persona diminuta y se movía con un bastón”.
¿EL GUANTE FUE RECUPERADO DEL ATAÚD?
Doña Ramonita vivió 93 años y falleció en el año 1984. En dicha ocasión la velaron en la casa, celebrándose una misa en el domicilio, con la particularidad de que antes de cerrar el cajón colocaron el mitón dentro del mismo para que quedara con quien era su propietaria”. Según sostinen Zeballos y Abreo “el guante está en un lugar que nosotros sabemos, en lugar resguardado y en secreto. Nosotros lo tenemos y nos encargamos, aunque vinieron varias personas interesadas en lucrar y ofertaban miles de dólares para tenerlo y ponerlo en exhibición”.
Según Zeballos “el guante no es para eso, está cumpliendo una misión que la abuela dejó y era el don que ella tenía”. Agregó que desde hace más o menos un año algunos conocidos se han acercado y le han solicitado que “interceda con motivo de enfermedad de familiares. Cada tanto viene algún conocido que pide y puedo asegurar que sigue haciendo milagros, aunque la gente no lo ve”. Mencionó algunos nombres de personas que han sido “curadas”. Indicó que “al guante no lo llevamos a ningún lado, no lo sacamos de la casa, y hay gente que ha venido, alguna ha estado para morir y se recupera. Si a mí me piden si puedo hacer algo por otra persona yo digo que sí, sin ningún interés”.
EL PUEBLO no pudo tener acceso visual con el mitón, a pesar de la insistencia planteada a la pareja, en función de que “es un secreto que solo sabemos nosotros” indicaron. Si bien es cierto, y no niegan que el guante en ocasión del entierro de su abuela fue puesto junto a su cuerpo en el féretro, manifiestan que en ocasión de la reducción de los restos de doña Ramonita (en junio de 1987), solo estuvo presente Abreo, quien al ver el mitón que iba ser tirado a la basura lo tomó y lo guardó en lugar seguro.
Según Zeballos algunos sacerdotes de Roma se han acercado a la familia en ocasión del proceso de canonización de su vida. Mi abuela era devota del Padre Pío y tuvo como 8 hijos. Y luego de su fallecimiento “la obra social se paralizó, mi padre no quiso seguir y se la entregó a las personas que venían a rezar. Dijeron que iba a seguir pero se disolvió todo. Mi abuela en el Cerro todo el mundo la conocía, por el lado que busque. La Iglesia ayudaba en la obra social que tenía mi abuela. Zeballos quiere que se continúe con la ayuda del guante cuando el ya no esté y actualmente concurren junto a su esposa al “Pare de Sufrir”.
TESTIMONIOS CONFIRMAN GUANTE DE DOÑA RAMONITA
Una señora, que vive en las cercanías del que era el domicilio de doña Ramonita Almeida nos contó su experiencia personal. Luego de su primer hijo “por indicación médica no podía quedar embarazada y una compañera le indicó que fuera a la viejita que es milagrosísima. Al ir le expliqué que quería otro hijo y que el médico me dijo que no tuviera más por el riesgo de mi vida. En el momento en que ella me puso el guante en el vientre yo dije que le mandara un hijo a mi hermana , que no tenía, y que deseaba otro.
Pasó el tiempo y finalmente quedé embarazada, al igual que mi hermana. Pasé un embarazo precioso y fue perfecto”. Según supo “el guante llegó a doña Ramona por intermedio de una hermana monja que se lo trajo del lugar donde vivía el padre Pío y es una pena que al fallecer hayan puesto el guante dentro del cajón”. Al guante lo vió personalmente y supo que doña Ramona con su hermana lo hicieron y se lo mandaron al Padre Pío, pero al usarlo le molestaba y le mandó a decir que si ella le tenía fe por favor lo usara para gente que necesitara, que tuvieron enfermos o algún problema.
Mucha gente frecuentaba la casa de esta diminuta figura que con su bastón recibía a toda hora a lo que considera una verdadera “romería”. Tiene registros fotográficos de doña Ramonita con el “hijo que le pidió al Padre Pío”. “Teté” y Paulina García Frossio, son dos vecinas cercanas que indicaron a EL PUEBLO que “esa señora no sabemos como se hizo del guante del padre Pío… tenemos una idea pero no fuimos testigo de eso. Se había hecho como un culto medio retirado de la Iglesia Católica, entonces un sacerdote dijo cuando murió la “viejita” vamos a poner los guantes en su cajón. El guante era usado normalmente en el grupo de oración que integraba la Sra Almeida, que se reunía en su casa, pero había gente que se acercaba por curaciones de enfermos. El grupo lo tenía como adoración y como reliquia pero había gente que más bien lo entendía como curandero o gualicho. Piensan que al desaparecer físicamente la doña, y por el temor de que se perdiera el verdadero sentido del guante, eso habrá motivado que se lo pusiera en el cajón. Ambas conocían a “doña Ramonita, que vivía cerca del Colegio Parroquial, era muy católica, y tenía el guante como una cosa especial”. Otros vecinos indicaron al diario que han sentido “un rumor, nunca lo vieron, y que se decía que había una viejita que había sido enterrada con el guante”. También indicaron que “había un mitón del padre Pío en el lugar donde funcionaba el Colegio Parroquial”. Saben de la existencia del guante, pero no de “adónde fue a parar”.
EL PÁRROCO, UN OBISPO Y UN LIBRO
El Padre Zenón Carazollo es italiano (de Verona) y es el actual párroco de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús. En vida de doña Ramonita solía visitarla. Consultado para este informe indicó que “Doña Ramona integraba un grupo de oración del padre Pío, y cuando rezaba ponía el guante arriba de la mesa, que en realidad era un mitón perteneciente al padre Pío. La famosa Ramonita era muy católica y varias veces yo concurrí a sus reuniones. Era laica pero era una especie de monja “eterna” y vivía en la casa contigua al entonces Colegio Parroquial, sobre calle Diego Lamas cercano a la esquina de Julio Delgado”.
El padre Zenón tuvo oportunidad de ver el guante más de una vez, que “lo tenían bien guardado y cuando se reunían en oración lo exponían para rezar”. Consultado sobre cómo llegó a Salto, indicó que “a través de Monseñor Viola, que viajó a San Giovanni Rotondo, auque no sé como llegó a manos de doña Ramona. En aquel tiempo los curas de la ciudad no le tenían mucha simpatía a este guante del Padre Pío y cuando Ramonita murió, el padre Víctor Couto (que era el encargado de la Parroquia del Cerro) creyó que era la ocasión para que dicha reliquia se fuera junto a quien la poseía y de esa manera se colocó junto a su cuerpo en el féretro, y se terminó la historia”.
El obispo de Melo, Mons. Heriberto Bodeant, quien fuera Obispo Auxiliar y Vicario General de la Diócesis de Salto nos indicó que “me contaron una vez, gente de la parroquia del Cerro, que un guante estuvo dando vueltas por el barrio, que lo llevaban para algún enfermo, que pertenecía a una doña de la comunidad y cuando ella murió, el cura colocó el guante dentro del cajón para que fuera enterrado con ello”. En el libro “P. Pío de Pietrelcina: Testigo de Jesús Crucificado entre los hombres del siglo XX” (Tercera edición aumentada, agosto de 1975) se expresa que “la religiosa dominicana María Marta, obtuvo para su hermana la gracia de la curación de un terrible mal por medio de un pañuelo que estuvo en contacto con un guante usado por el P. Pío”. Asimismo se agrega que había sido tejido por ella y llevado a San Giovanni por Monseñor Viola. El padre Pío se lo probó y al no poderlo usar se lo devolvió”
La historia del Padre Ernesto Popelka también relacionada
El sacerdote Ernesto Popelka es fundador, junto al padre Luis Pedro Montes (jesuita ya fallecido) el 15/8/80 de la Institución Dalmanutá. Se encuentra en Tijuana (México) donde Dalmanutá tiene uno de sus centros de atención espiritual y en donde reside desde hace 10 años. Relató a EL PUEBLO que hay una historia particular “que se desarrolla un poco en Italia y otro poco en Uruguay, en Salto”. Su tía abuela “Clara Popelka, de paseo por Italia, por Giovanni Rotondo, con su esposo van a visitarlo y cuando el santo viene saludando a todos los peregrinos, que le besan la mano, cuando llega a mi tía abuela le retira la mano y para sorpresa de todo el mundo dijo que ella no había ido ahí por devoción sino por curiosidad”. De allí en adelante pasó llorando, desconsolada porque le había quitado la mano y su esposo a los días volvió a ver al padre Pío, y le contó lo sucedido, extremo que el santo recordaba, y fue ahí cuando el padre Pío observó que se había arrepentido y convertido, y delante de todos se quita el mitón dándoselo a mi tío para que se los entregara a mi tía abuela. Ese guante ella lo trajo a Salto, aproximadamente sobre los años 1952 – 1954 y estuvo mucho tiempo en una escuela de monjas que “no recuerdo, en una cajita de madera y vidrio que se podía mirar”. Muchos años después, en Montevideo, “mi mamá que estaba por darme a luz (soy el primer hijo) se le complicó el parto, y enterada la tía Clara fue a buscar el guante al Colegio, lo pidió prestado con la cajita y se vino a Montevideo, y puso la caja debajo de la cama de mi madre y le dijo que el Padre Pío le iba a ayudar, y al día siguiente nací sin ningún problema, y mi madre parece que hasta me sacó de la sala de partos en brazos, ayudada por el médico. Todo era como si fuera un milagro”. Popelka no sabía nada de esto hasta muchos años después, ya prácticamente por ser ordenado sacerdote, porque ese hecho había quedado como una anécdota de la familia”. Indicó el sacerdote que pasados los años “me ordenan sacerdote y cuando voy a celebrar una de mis primeras misas en Montevideo, que llevó adelante el grupo de oración del padre Pío, llega el director de dichos grupos y me acerca el guante para abrir la cajita y que yo la tocara. En ese momento yo dije que a ese guante lo conocía desde mi nacimiento y lo pude tocar”. La tía Clara murió hace muchos años, y el padre recordó que todas las vacaciones venia y las pasaba en Salto. Ese guante luego fue donado a los grupos de oración del padre Pío, y “el último dato que tengo es que lo tenía el encargado de dichos grupos que vive en Rocha. Además de ese guante “creo que hay dos guantes más que han venido de Italia hacia Uruguay, no es único, auque sí es el único que conozco”.
EL GUANTE DE LA FAMILIA LO TRAJO MONSEÑOR VIOLA
El Dr. Luis Invernizzi Popelka, pertenece a una familia salteña profundamente católica, a tal punto que cuando el primer Obispo de Salto (Gregorio Camacho) llega a la ciudad queda hospedado en la casa de sus abuelos, porque no tenía lugar en donde residir, y don Victor Popelka (que era cónsul alemán en Salto hasta que ascendió Adolf Hitler) fue el padrino de dicho prelado al momento de su toma de posesión de la Diócesis. Confirmó a EL PUEBLO de la existencia de “un guante que era de la familia Popelka”, pero dicho guante “fue traído por Mons. Alfredo Viola en ocasión de una de sus idas a Europa. Una de esas veces consiguió por una monja que estaba encargada del lavadero, en donde se lavaban los mitones (guantes con los dedos fuera) de lana tejida, y se lo trajo a mi abuelo, don Víctor Popelka, padre de Clara Popelka y de mi mamá y de unos cuantos Popelka más, entre los que estaba Ernesto (padre del sacerdote radicado en Tijuana al que EL PUEBLO entrevistó)”. Advierte que “el padre Pío no era de dar guantes a nadie ni nada, además era muy restringida la visita al santo, ya que para visitarlo había que pedir permiso al Obispo italiano”. Dicho guante quedó en poder de Clara, que vivió siempre con el abuelo Víctor. De ese guante tenía conocimiento mucha gente de Salto, católicos, y los pedían en caso de enfermedades, de operaciones para acompañar al paciente. El guante era uno solo y, para conservarlo la tía le había hecho un sobre con unas placas radiológicas que había conseguido papá, que se lavan con hipoclorito y quedan trasparentes y estaba todo cosido los bordes, en un estuche de plástico”. Invernizzi lo vio varias veces, y “cuando me operaron de apéndice, a los 10 años, marchó el guante conmigo a la sala de operaciones”. Un buen día el guante empezó a pasar de mano en mano y se perdió el control por la tía Clara de quién lo tenía. Acontece luego que un buen día fallece una señora, y un sacerdote del Cerro se enteró que estaba el guante del padre Pío en poder de esa señora. Evidentemente el uso del guante del Padre Pío estaba prácticamente utilizándose como un amuleto, casi como un símbolo supersticioso, o milagroso y de esa forma lo entendió la Iglesia y también el sacerdote del Cerro. Entonces se decidió cortar con la historia del guante, ya que se había desvirtuado totalmente el sentido desde el punto de vista religioso, y se decidió que lo mejor era ponérselo a la señora que falleció con el guante en el cajón, y de esa manera se cortó esa cadena de malas interpretaciones de lo que es la religión verdadera”.
EXISTENCIA DE OTROS GUANTES EN SALTO
Sixto Monetta, sacerdote que ha abandonado los hábitos hace unos años pero que fue Secretario Canciller de la Diócesis de Salto, indicó “que Mons. Viola trajo un guante y se lo dio a unas señoritas que eran consagradas y que estuvieron mucho tiempo en una casa cercana al Colegio Parroquial del Cerro (en Diego Lamas y Julio Delgado). Al parecer una de estas laicas tenía cáncer y fue curada por el padre Pío, y el santo le envió un guante que consiguió traer Mons. Viola. Esas señoritas daban testimonio de oración del padre Pío, y cuando había algún enfermo le llevaban el guante y rezaban, dentro de lo que es una devoción”. Monetta llegó a ver dicho guante, “pero nunca sentí nada especial, pero dicen que cuando traían a un enfermo despedía como un olor a rosas, que era el olor típico del padre Pío”. Dicho elemento, expresa el ex sacerdote, “el último que lo tuvo fue el padre Emilio Ghidotti (otrora Párroco de la Catedral y Vicario General de la Diócesis, ya fallecido), y yo no lo ví mas en el Obispado, y me parece que en uno de los viajes que hizo Mons. (Daniel) Gil Zorrilla fue devuelto al Convento de San Giovanni Rotondo en una caja, y pienso que ahí estaba el guante, justamente para que no fuera mal utilizado, ya que al final se había agarrado para manipulación y para cualquier cosa”. Por su parte EL PUEBLO pudo acceder a información que refiere a la existencia de otro guante en poder de una señora de la zona del Cerro que en ocasión de un viaje a Europa con sus padres (en la década del 50) lo consiguió, del que mucho no se sabe, porque la señora vive sola.
La bilocacion en oportunidad de la muerte de Damiani
Monseñor Pablo Galimberti expresó respecto del tema que “yo lo he escuchado en boca de personas allegadas a esta diócesis y al Obispado, de modo que puedo decir que hay gente que lo trasmite de esa manera. No tengo razones para negarlo, pero tampoco tengo argumentos de investigación personal, pero consta por versiones de personas confiables que este hecho poco común ocurrió, es eso que se le llama el fenómeno de la bilocación”. De esa manera el prelado relató los episodios “en los momentos en que estaba agonizando Mons. Damiani, durante el año 1941, se estaba desarrollando en la diócesis el congreso eucarístico diocesano, hay una inauguración del seminario y van a llamar a Mons. Barbieri, en aquel momento arzobispo de Montevideo, se levanta para asistirlo y ve en el corredor una figura de un hombre con hábito franciscano, y eso lo sorprende siendo él un franciscano. Al consultar sobre la existencia de algún otro franciscano en la casa, se le responde que él es el único. De ahí se comenta que esa era la gracia especial que Dios le hizo a Monseñor Damiani de este fenómeno”. Finalmente en el libro “P. Pío de Pietrelcina: Testigo de Jesús Crucificado entre los hombres del siglo XX” se indica que en el año 1949 Mons. Barbieri fue a San Giovanni Rotondo y tuvo un coloquio con el padre Pío, y le preguntó si había sido él aquel capuchino que en Salto había asistido a Damiani en la hora de su muerte. El P. Pío no respondió pero su actitud aseguró a Barbieri que no se había equivocado y sonriendo le dijo: “he comprendido”.
La Gruta en “La Aurora” mira a Pietrelcina
El espacio más importante en la región dedicado al santo Pío lo constituye la gruta erigida en la zona del Río Daymán, en un terreno particular perteneciente a la familia Tonna, sobre lo que el obispo Galimberti expresa que ““Toto” Tonna, propietario de la Estancia La Aurora “se carteaba, había un intercambio epistolar con el padre Pío”. Cartas que después fueron quemadas, según le han dicho a Galimberti, porque había cosas personales. “De esa manera Tonna quiso expresar ese aprecio hacia el padre Pío construyendo esa gruta en su estancia y ahí quedó. Después sucedió otro fenómeno paralelo, extraño, de gente que pensó a decir o comentar que en esa zona terrestre hay fenómenos energéticos. Sobre ello yo no me pronuncio, no soy entendido, hay especialistas que podrán decir sus opiniones, sus juicios. Pero si vemos el mapa “la gruta está mirando hacia Pietrelcina”. La construcción estuvo a cargo de la familia Tonna y de unos cuantos colaboradores anónimos.
Otras huellas en Salto
RELIQUIA EN PARROQUIA CATEDRAL
En la parroquia San Juan Bautista (Catedral) existe una reliquia del santo. Consiste en un trozo muy pequeño de la tela de las gasas o similares que cubrían la sangre de los estigmas. Está en un relicario y es expuesto en ocasión de la fiesta del santo, tanto en el templo como en algunas capillas de la jurisdicción parroquial, principalmente en la contigua a una gruta erigida en memoria del franciscano. El padre Gustavo Langone, actual cura Párroco de la Catedral indicó que fue traída de Italia, no recuerda por quién, extremo que confirma Sixto Monetta, ex sacerdote (que fue Vicario Parroquial de la Catedral), el que estima que fue traída por el padre Emilio Ghidotti o Mons. Marcelo Mendiharat. La Gruta, ubicada en calle Cervantes y Morquio, fue inaugurada el 2 de mayo de 1999, fecha de su beatificación y la figura del santo, de tamaño natural, fue construida por un artista salteño.
CUADRO EN EL TEMPLO CATEDRAL SIN UN GUANTE
En uno de los nichos del templo de la Parroquia Catedral San Juan Bautista el 23 de setiembre de 2005 fue inaugurado un cuadro del artista plástico salteño Hugo Rossi, en donde se puede contemplar la figura del Santo Padre Pío, que mide 3 metros de alto por 1,50 de ancho y fue bendecido por el entonces Obispo Mons. Daniel Gil Zorrilla.
En dicha obra puede apreciarse que el santo tiene un solo mitón (guante) en su mano derecha. Consultado por EL PUEBLO el artista, radicado definitivamente en Montevideo desde sus 20 años, respecto de la motivación de su obra y en especial del detalle de un solo mitón, nos indicó que “El Padre Pío cargaba con la cruz de sus estigmas y para representar dichos estigmas fue que solo puse uno de ellos, y así se pudiera ver sus heridas”.