“Pinchinatti”, la obra maestra del centenario Espalter
“Pinchinatti también tiene madre
Pinchinatti también tiene fe
Pinchinatti es un hijo de pueblo
Pinchinatti trepa, ¡yo lo votaré!…
Las mujeres suspiran por él
y los chicos, que también lo quieren
dicen: mi papito se parece a él…
Pinchinatti también tiene madre
Pinchinatti también tiene fe
Pinchinatti, un hijo de pueblo
Pinchinatti crece, yo lo sigo a él…”

¿Se acuerda de esos versos? ¿Recuerda la canción? Seguramente si usted tiene más de 40 años hasta los habrá leído al tiempo que tarareaba su melodía.
Cuando el mes pasado se cumplieron 100 años del nacimiento de Ricardo Espalter, una de las cosas que primero me vino a la cabeza fue el personaje Pinchinatti. Es probable que sea porque estamos en medio de un año electoral y uno escucha cada cosa…Cosas que, aunque dichas en serio, parecen más cómicas que las que decía (queriendo que fueran cómicas) aquel notable personaje de la televisión uruguaya que irrumpió hace 35 años, para las elecciones de 1989.
A los más jóvenes en cambio, haya quizás que explicarles que era aquel un momento de esplendor del humor uruguayo (y rioplatense): “Hiperhumor”, “Plop”, “Decalegrón”…Y entonces también surgen nombres en el recuerdo: Espalter, D’Angelo, Almada, Julio Frade, Graciela Rodríguez, Berugo Carámbula…y tantos más tan entrañables. Y conviene explicarles que en ese contexto el gran Ricardo Espalter hace un personaje, de nombre Pinchinatti, que representaba a un candidato a la Presidencia de la República. Sus propuestas eran desopilantes, maravillosamente desopilantes. Por supuesto que era todo parte de un show, no se postulaba a nada, pero los actos los hacía realmente y desbordaban de gente y ovaciones. Es más, hubo uruguayos que el día de las elecciones de 1989, optaron por anular su voto, con tal de introducir en el sobre una papeleta con la que votaban a Pinchinatti.
Espalter y su creación de nombre Pinchinatti eran fruto de “Decalegrón”, que en general los montevideanos miraban por Canal 10 Saeta TV los lunes de noche, y nosotros (los del interior) la repetición que hacía la Red, en canal 8, los martes.
Fíjese usted qué interesante el razonamiento que hacía un periodista de Montevideo Portal hace unos 5 años: “En los últimos años todos hablan de los «outsiders» de la política, un fenómeno creciente que surge como producto de la falta de credibilidad del sistema político o el agotamiento de las figuras tradicionales. El ascenso de Donald Trump es el ejemplo más emblemático que se usa para graficar este descreimiento, pero hay otros casos, como el del exfutbolista liberiano George Weah o el comediante ucraniano Volodimir Zelensk. En Uruguay, la aparición de Juan Sartori y su éxito en tan poco tiempo demostró que también había un vacío para ocupar, o al menos un hartazgo con los estereotipos del político tradicional. 30 años atrás, sin embargo, un outsider verdadero pero sin pretensiones de lograr otra cosa que hacer reír se convirtió en un fenómeno de masas en Uruguay. Tanto, que asustó a sus propios creadores. En nuestro ciclo de repaso de viejas campañas, recordamos los videos de Pinchinatti, «el hijo del pueblo», el político encarnado por el comediante Ricardo Espalter en Decalegrón. Pasaron 30 años desde que el «putismo» (ideología derivada del PUT, Partido Unificado de los Trabajadores) se convirtiera en un fenómeno popular, pero su vigencia está intacta”.
La palabra “outsider” significa algo así como “intruso”, un “raro” que se mete en determinado ámbito. Es lo que hizo Pinchinatti. Pero no solo en broma pasan estas cosas. Hace poco tiempo hubo quien se acordó de él para compararlo con Juan Sartori. ¿Por qué? porque se trata de figuras que rompen esquemas, que asoman como de la nada y se instalan en la política. ¿Podríamos incluir también en esa categoría a Javier Milei? Tal vez. Claro, lo de Pinchinatti no tenía ninguna aspiración en serio, en cambio Sartori y Milei sí, a tal punto que uno consiguió ser Senador de la República y el otro Presidente de la República Argentina.
No está de más recordar que el fenómeno llamado Pinchinatti puede dimensionarse si se piensa que supo llenar el Palacio Peñarol con su acto final. Julio Frade recuerda que el objetivo era crear una figura para las elecciones del 89 y así surgió este personaje, “que tenía ideas absolutamente de vanguardia, pero una vanguardia bastante cómica».
¿Qué proponía Pinchinatti? Proponía por ejemplo: que cuando hubiese paro, se pusiera todos los autos oficiales al servicio de la población (“el auto del Presidente hará el recorrido de la línea 125 para que vean que Pinchinatti es un hijo del pueblo», decía); así como transformar al país en «una gran oficina pública de América Latina» para que «todos los uruguayos sean empleados públicos”, que camiones cisterna repartieran nafta y querosén; entre tantos delirios más.
Pero muchos recordaban también a través de él, a Domingo Tortorelli, un político de los años 40 que proponía cosas tales como: rutas en bajada para ahorrar combustible o canillas de leche en las esquinas.
¿A qué se debía el éxito de Pinchinatti? Seguro que no solo a que la gente quería divertirse. Seguro también, a que mucha gente estaba aburrida de discursos políticos “serios” llenos de promesas irrisorias (¿ya pasaba eso hace 35 años?).
Hay que decir también que el éxito crecía tanto que hubo un momento que los propios artistas “se asustaron”. Se dieron cuenta que mucha gente estaba siguiendo “en serio” a Pinchinatti, esto podía distorsionar el escenario electoral y entonces debieron salir a aclarar (¿se lo pidieron los propios partidos políticos?) que todo era broma. Como ya dijimos, igualmente hubo quienes lo votaron: ¿como cosa graciosa, confundidos, o como acto de rebeldía contra un sistema?
En una nota con La República, dijo Espalter: «En mi casa tuve a ocho psicólogos interesados en saber a qué se debía el fenómeno y concluyeron que hay una enorme desilusión con los políticos y apareció un tipo, padre de familia, honrado, y se generó todo el asunto».
Frade, en nota con Montevideo Portal, hace tres décadas, decía que si volviera Pinchinatti tendría igual o aún mayor éxito. Y argumentaba: “porque el aburrimiento hacia las propuestas políticas sigue siendo el mismo. Es que realmente los políticos prometen cosas antes de las elecciones que después no pueden cumplir ni de casualidad».
¿Y no podríamos decir lo mismo hoy, 35 años después? Creo que sí, con más razón. Por eso digo que, como en el 89, yo a Pinchinatti lo volvería a votar. Pero después me acuerdo que no lo voté, porque todo era una broma, y porque además, ahora que pienso, yo tenía apenas siete años.
Jorge Pignataro