Una violencia que asusta

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    Cuando hablamos de violencia, en una sociedad que está por demás sistematizada y preparada para generar enfrentamientos diarios y permanentes entre los individuos que la componen, estamos hablando de nuestra forma cotidiana de actuar en todo lo que hacemos.
    Lamentablemente tenemos la violencia prácticamente incorporada a nuestras vidas y como rasgo inalienable de nuestra personalidad la traemos con nosotros todo el tiempo. Desde el malhumor que nos genera cualquier cosa que nos indigne, hasta una reacción por algo que realmente hiera nuestra sensibilidad y basta eso para trasladar nuestro malestar al resto de las cosas que hacemos.violencia
    Lo que nos pasa es que tampoco notamos cuando este tipo de cosas ocurren y creemos que nuestra manera de expresarnos y de sentir no van a afectar a nadie. Y que nuestra actitud y la manera de conducirnos en la vida, tampoco generarán mayores inconvenientes.
    Por eso es que hay una serie interminable de enfrentamientos entre las personas que se violentan por cosas simples, por acciones fuera de lugar que tomamos como normales y de hechos que si bien son indebidos, y que son corruptos, los negamos como tal, porque consideramos que son prácticas habituales que no van a generar nada en nadie, hasta que sucede.
    Sin embargo, el clima de hostilidad que se vive, fomentado sobre todas las cosas por el uso irresponsable de las redes sociales, donde cualquiera dice cualquier cosa, sin fundamento alguno, determina un conflicto y caos social enorme, porque mucha gente se siente lesionada en su fuero íntimo por anónimos que se esconden tras un seudónimo, para alimentar el odio de otras personas, a las cuales atacan sin fundamento.
    Pero todo esto viene a colación de que las cosas siempre se terminan sabiendo y en ese sentido, lo que pasó el otro día con la información dada a conocer de que los exdirectores del Banco República, y uno en particular como fue García Pintos, usaba la tarjeta corporativa en el peor momento de la crisis económica uruguaya para sacar dinero y aportarlo a su colectividad política, el Partido Nacional, no solo dio vergüenza, sino que generó hasta malestar por haberlo hecho en el momento en que lo hizo.
    Ese año, en el 2002, el índice de personas que se quitaron la vida ascendió justo al doble, porque hubo muchos que no soportaron el haber perdido lo que habían generado con una vida de trabajo, pero mientras eso ocurría, varios actores del gobierno de la época seguían usufructando los beneficios estatales por ocupar cargos públicos. Y quedó demostrado, cuando el otro día y con total desparpajo, García Pintos le dice al periodista Gabriel Pereyra, que él fue a retirar dinero con la tarjeta que el BROU le daba para gastos inherentes a su función.
    Ese tipo de actos, que son por demás condenables más allá que si existiera delito, el mismo habría prescripto, deben ser ejemplo de la inmoralidad de determinadas personas que ostentaron cargos de gobierno y que generaron desde los mismos una violencia tremenda con los mensajes que estaban dando con cada acción.
    Porque hay algo que debe ser bien entendido y es que la corrupción, también es un acto de violencia. Así como lo es el insulto, la presión, el hostigamiento, la falta de respeto, el querer imponerse y decidir por los demás, son todos acciones cotidianas, que como la corrupción política, como el insulto premeditado y anónimo, como el maltratar a un compañero de trabajo por el mero hecho de no estar de acuerdo con él, el insultar a un familiar directo por no tener una relación de entendimiento o el enfrentar una situación injusta, generan una manifestación negativa que nos envuelve y nos termina destruyendo como personas.
    Por eso es bueno tratar de reaccionar a tiempo, para lograr entendimientos y más diálogos, en vez de burlas, exacerbaciones y confrontaciones que lo que hacen es seguir deshilachando el entramado social, violentando las relaciones humanas y determinando que haya problemas sin fin en la sociedad.
    Lo más preocupante es lo que nos está pasando, por una sola cuestión, porque lo que vamos a dejar para el futuro a nuestros hijos y nietos, es un mundo más violento, donde el insultar, apremiar, molestar o acosar a la gente no importe, esté aceptado como una práctica habitual y sea todo lo mismo.
    Entonces el día de mañana, las lógicas de comportamiento sean tan virulentas que los problemas que deberá dirimir la sociedad en primer lugar para su supervivencia, ya no sea la mejorar los niveles de educación, aumentar el acceso a la salud, incrementar las políticas de vivienda, sino que sea una pelea por mejorar la calidad de la seguridad pública, porque la violencia está en nosotros y depende de cada uno, saber frenarla a tiempo, para evitar que nuestra hostilidad nos termine destruyendo por completo.

    HUGO LEMOS

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    Liliana Castro Automóviles