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miércoles, agosto 27, 2025

Una casa donde se respira historia

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Diario EL PUEBLO digital
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Una casa histórica que se mantiene en pie en San Antonio. 

Casa Ambrosoni, de San Antonio

Para los salteños es un clásico hablar de la “Casa Ambrosoni” de San Antonio. Para llegar al lugar se debe tomar por la Ruta 31, hasta el kilómetro donde se ingresa por un camino asfaltado, pasando por Parada Herrería, a San Antonio. Poco antes de llegar al centro poblado la altitud de la estructura edilicia puede apreciarse sobresaliendo entre los árboles y entre el barrio Tres Marías y San Pedro, nos encontramos con Casa Ambrosoni.

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Justo enfrente de la Capilla Santo Rosa y de la estación de ferrocarril que en su momento tuvo un importante movimiento de pasajeros que llegaban al lugar. La casa tiene la estampa del tiempo, y no pasa para nada desapercibida. Todo en su alrededor es tranquilo, y la propia edificación se suma a ese escenario libre de estrés. La anfitriona, Lil Palacios Ambrosoni, recibió a un equipo de EL PUEBLO junto a una de sus cuatro nietas, Victoria, y nos lleva por cada rincón de la Casa realizando un recorrido por el tiempo, rememorando las épocas de gloria de ese emblemático lugar.

En la casa se respira historia. Cada espacio tiene su recuerdo, junto con las adecuaciones realizadas para el actual complejo turístico. Paredes gruesas, tirantes de pino centenarios, sótanos, escaleras de madera, fotos antiguas, aljibes, patios coloniales, y el recuerdo de una época en que nos imaginamos un movimiento espectacular.

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En el subsuelo funcionaba la Bodega de vino y se elaboraba grapa.

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El túnel cuenta con luces, aunque por seguridad no se puede entrar al mismo. 

Con Lil Palacio Ambrosoni

Una anfitriona que es parte de la historia del lugar

El entorno no puede ser mejor. Tranquilidad, el trinar de los pájaros y la mansedumbre del entorno hacen de ese espacio el lugar perfecto. Pero más allá de esto, la historia que evoca esa casa, habla de un Salto que ya no está y de lo que deja una casa con historia.

La construcción de la “Casa Ambrosoni” tiene 140 años, cuando recién llegado a éstas tierras, Pietro Ambrosoni, uno de cuatro hermanos se dedicó al comercio en esa zona luego de arribar desde el Lago de Como. Desde Italia se vino junto a tres hermanos. Uno de esos hermanos era el padre de Aquiles Ambrosoni, que tuvo mucho tiempo una mueblería, con su última ubicación donde luego fue el Cine Sarandí en la calle del mismo nombre.

En la pared de una antigua oficina del lugar, está colgada una copia del pasaporte italiano, donde está documentado que tenía permiso para ingresar a nuestro país por el lapso de un año, aunque Pietro después nunca más regresó a Italia. 

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El ascensor aún funciona.

EL HOY

Al llegar, la anfitriona, Lil Palacios Ambrosoni, jovial, simpática y con un concepto de la libertad en su vida que la llevó a estar hoy donde siempre quiso, en la casa de sus abuelos, nos narró los episodios que han marcado el transcurso de la vida de esta antigua e histórica casa de Salto.

Palacios, junto a Victoria, una de sus cuatro nietas con la que vive en el lugar y la que concurre incluso al Liceo en San Antonio, nos regaló un recorrido por cada ambiente de la inmensa casona, donde pudimos visitar las habitaciones con las que cuenta el ahora complejo turístico.

Uno de los lugares que pueden apreciarse a la entrada del lugar, es el escritorio particular del abuelo de Lil, Pedro Ambrosoni, lugar que en la actualidad alberga a 7 camas, y donde regularmente se aloja el plantel de fútbol del Club Ferro Carril para concentrar previo a cada partido importante.

En total son 20 las habitaciones habilitadas: hay de 3, 4, 6 y 7 camas instaladas. La capacidad total es para alojar a 80 personas. Los pisos en su totalidad son de madera. La casa tiene dos plantas y un subsuelo. Funcionó como comercio de ramos generales hace muchos años y cientos de personas pasaron por ese lugar, sobre todo cuando arribaban en tren.

Hay algunos muebles que se conservan desde los inicios: un mostrador y una mesa, al igual que algunas estanterías que hoy cumplen otra función.  Actualmente la Casa conserva algunos muebles “y otras reliquias” de sus comienzos y prácticamente en toda la planta alta, donde funciona como hotel. Dicho espacio originalmente fue la casa de la familia, cuando la planta baja era el almacén. Pero con el paso de los años los propietarios del lugar reformaron la casona, sacaron algunas paredes y construyeron varias habitaciones.

VARIOS AMBIENTES

Lil contó que en la planta alta de la casona, antes se disponía de un comedor diario y de otro principal (en donde se utilizaba como comedor cuando venía gente de visita), además estaba la sala principal y otra que era utilizada como comedor diario. Incluso, contó que en la casona había un cuarto únicamente para guardar juguetes.

“Mi abuela a veces no me dejaba salir a jugar con las demás niñas de la zona, entonces yo desde el balcón les daba mis juguetes a quienes estaban abajo esperándome para jugar y ella le gritaba a mi abuelo: “¡Pedro, mirá lo que hace Lil, está tirando los juguetes para afuera y él le contestaba no son nuestros, son de ella, nosotros se los regalamos”. Es que él entendía mi concepto de libertad, yo amo la libertad, con conducta, pero no soy de estar encerrada, me gusta hacer cosas todo el tiempo”, sostuvo.

Otro aspecto que la define tal cual es nuestra anfitriona en la Casa Ambrosoni fue una anécdota que contó de cuando era pequeña. “Llegó un momento que yo no quería venir a San Antonio, no me gustaba, porque quería estar al aire libre y no me gustaba estar encerrada. Entonces para conquistarme mi abuelo me compró una jaula llena de pajaritos. Cuando me trajo, mi abuela que quería conquistarme para que me quedara, me decía “viste que lindo los pajaritos”. Entonces yo abrí la jaula y los empecé a soltar de a uno, y ella gritaba “¡Pedro, está soltando todos los pajaritos, y con lo que nos costó conseguirlos”. Y él le decía “dejala, si los pájaros son para estar libres”. Así siempre fui yo”.

Lil relató que le costó unos 4 años “arreglar la casa y dejarla pronta para que funcione como hotel. Fue bastante sacrificio pero ha salido”. Ella tiene cerca del lugar un tambo y plantación de Citrus, en lo que sigue trabajando. Al finalizar la jornada de trabajo en ese rubro, se dedicaba unas seis horas más al Hotel, hasta que en 1992 pudo ponerlo en funcionamiento. 

Turismo rural del bueno

Por la casa han pasado muchos turistas extranjeros, principalmente de origen argentino. Aunque también se han hospedado algunos japoneses “que no querían estar en el cemento. Les gustaba mucho andar a caballo y visitaban el tambo, dándole la ración a las vacas, mamaderas a los guachos a la hora del ordeñe, era parte del atractivo de quedarse acá”.

En el patio, existe un jardín espectacular que albergar muchos árboles y plantas. En el centro de este lugar hay una piscina de agua fría, y una sala de juegos con futbolito, mesa de ping pong y otros de ese estilo. Incluso hay una cancha de bochas y otra de frontón.

“Qué bien se portó el alcalde”, exclamó Lil Palacios cuando bajamos al fondo de la casona y allí estaba un jardinero trabajando junto a un montón de pedregullo, que la dueña de casa había solicitado al Municipio hacía algunos días para realizar unos trabajos en el lugar. “Nos llevamos muy bien con (Fernando) Ferrari, él siempre me ayuda con todo lo que le pido”, acotó.  

Con las excursiones que llegan hasta el lugar, es el único ingreso con el que cuenta la Casa para su manutención. “En realidad no me da ganancias. Alcanza para mantener a la Casa y listo. Pero siempre que entra dinero procuro invertir el dinero en cosas nuevas para el lugar, hace algunos años compramos frigobares y siempre vamos invirtiendo en mejoras”.

La casa no solamente tenía múltiples ambientes, sino que en cada uno de ellos todo brillaba y no había rastros de polvo por ningún lugar, ni siquiera en una biblioteca ubicada en la planta alta, donde en un rincón reposaban las banderas de Italia, Uruguay y Salto. “Hay una muchacha que viene y me ayuda con la limpieza y después yo misma, porque no creas que le saco el cuerpo”, comenta en tono jocoso. Cuando hay mucha gente hospedada emplea a otra gente del pueblo para que colabore con la actividad hotelera que se desarrolla allí.

En el patio interno, como en una placita ubicada frente a la Casa y a la capilla del pueblo, se aprecia un busto construido por Edmundo Pratti que evoca la figura de Pedro Ambrosoni.

LOS PRECIOS

Con el desayuno incluido el costo diario por hospedarse asciende a 400 pesos. Con almuerzo y cena la cifra trepa a 800 pesos diarios, por persona.

AQUELLOS AÑOS

Según nos indicó Lil Palacios, la Casa funcionó como almacén de manera activa hasta el año 1951, cuando su abuelo dejó de hacerlo. Luego de ello siguieron con el emprendimiento algunos empleados. En sus mejores épocas llegaron a emplear a 200 personas, porque además de comercio allí también se elaboraba dulce de membrillo, porque había membrillares, estaba la bodega en la parte del sótano, había una fábrica de fideos, una panadería, aserraderos en donde se hacían los cajones para las mercaderías y se vendían molinos y sus repuestos para los establecimientos, entre otro innumerable elenco de productos.

Incluso en el lugar había un bar donde concurrían los parroquianos. Otro sector importante de la Casa Ambrosoni era la venta de telas muy finas que venían desde Montevideo en exclusividad para su venta en nuestro medio. “La gente de Salto venía a comprar acá. Se vendía de Acle y de London París y se contaba con catálogos para realizar los encargues”. Y como también vendían combustible, en el lugar aún permanece un surtidor “de manija” que pertenecía a la agencia “Indian Oil Company, con nafta, kerosene y aceite.

Funcionaba también como “fonda, porque había mucha gente que venía y se quedaba a hacer las compras, a visitar parientes y permanecía entre dos o tres días usualmente”.

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La radio, el tocadiscos, las armas, los cascos y su contraste con la computadora. 

PANADERÍA, FIDEOS, AZUFRE

Las panificaciones eran famosos en su época. Un folleto del lugar explica que en aquella época, además de elaborarse fideos de marca “Los Ideales”, también se elaboraba Harina de maíz y cocoa, entre otros productos, como el azufre. La Casa tenía incluso tres sucursales: Itapebí, Paso Curbelo y Casa Cuchilla.

EL TRUEQUE Y LOS BONOS DE LA CASA

En aquellos tiempos era muy común que “la gente pagara anualmente con la mercadería que tenía, sea cuero, granos o lana”, contó Palacios. Se utilizaba mucho el intercambio “llevar una cosa y cambiarla por otra que se dejaba. Teníamos unos bonos con la foto de la Casa y con precios. Ese era el dinero que circulaba. Se pagaba y ese dinero circulaba en Salto, porque la Casa parece que tenía apoyo. Cada 15 días una persona de la Casa iba a los comercios de la  ciudad, retiraba los bonos y los pagaba”, contó.

En ese sentido, EL PUEBLO tuvo en sus manos algunos de aquellos bonos, los que se hicieron con motivo del año del Centenario de nuestro país (1830 – 1930). En uno de ellos se lee: “Casa Ambrosoni, Bono Centenario. Serie A. Nº 13867. La Casa Ambrosoni entregará  al portador de este bono la suma de $ 1,00 en Mercaderías como bonificación de su compra”.

EL ESCRITORIO DEL CAPITÁN

Se conserva un espacio que era el escritorio del esposo de Lil, Francisco Alonso, que era Capitán de Navío de la Marina de Guerra. Se aprecia un teléfono antiguo, una radio, un escritorio, una máquina de calcular, fotos de la época. También lucen armas utilizadas en la guerra de 1904, cascos, estribos algunas armas. Junto a estos elementos encontramos una computadora.

EL BOTICARIO

Las valijas antiguas que están en el lugar pertenecían a “don Héctor Migliaro (fundador de la Farmacia del mismo nombre y hermano de la abuela de Lil Palacios) quien curaba gente porque se dedicaba a la farmacia y en esas valijas traía medicamentos. Pero una vez por mes llegaba a la Casa un médico que atendía a los niños de la escuela y sus familias”.

GARIBALDI, EL TÚNEL Y LA BODEGA

En el túnel ubicado en el sótano de la Casa, se dice que estuvo Giuseppe Garibaldi dos o tres días, escondido “porque era un mercenario y lo querían matar, después cuando se calmó la cosa, lo sacaron y nunca más volvió”. Pegado al sitio donde se encontraba la bodega está un camión Chevrolet del año 1929, que sigue funcionando, y con el cual se trasladan unos botes a pedal (al estilo de los que funcionan en el Parque Rodó de Montevideo) hacia la laguna que está a un kilómetro del lugar.

La bodega funcionó, recuerda Lil, “hasta que sobrevino una famosa peste de la uva, luego de lo cual cerró sus puertas”. El túnel existente en el mismo espacio que la bodega tiene una salida al exterior a unos doscientos metros de su acceso principal. No está habilitado. La idea es que fuera útil para el caso de la guerra, tanto de Garibaldi como la de Aparicio Saravia. Lil recordó jugar en dicho túnel en su niñez y adolescencia.

NUEVOS PROYECTOS

Lil tiene 75 años de edad, pero no parece. Le dicen “Rulí”. Su dinámica al hablar, su entusiasmo al contar y mostrarnos la Casa, son de una chiquilina que muestra sus mejores dotes de promotora de su trabajo. Hace 26 años que enviudó, y el pasado año falleció uno de sus hijos. El presente emprendimiento lo encaró con su familia. Tiene 4 nietos (2 en Salto y otros 2 en Montevideo).  Tiene proyectado acondicionar un salón bailable en donde funcionaba la panadería. En estos tiempos está construyendo baños y ya instaló una barra. En el lugar lucen las puertas de los dos hornos que funcionaban. También pudimos apreciar una máquina para matar langostas en las plantaciones, que ahora funciona como entretenimiento.

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Un carruaje de época.

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La piscina es un atractivo más del complejo. 

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Donde funciona el actual comedor funcionaba el antiguo almacén. 

Una foto centenaria

a bisabuela de Lil era casada con Pietro Ambrosoni. En la foto es la segunda sentada desde la derecha del lector. Junto a ella (con bigotes) se encuentra Pietro Ambrosoni, el fundador de la Casa. Completan la fotografía el abuelo de Lil, Pedro, y su abuela Amelia Migliaro, y la madre de Lil, Manara. También se aprecia a Carmen Villasboas, Rosita Ambrosoni (hermana de Pedro) y “Cacho” Andrade Ambrosoni (sobrino de Pedro). También aparece Carmen Apa, casada con Eladio Ambrosoni, hermano de Pedro. Eladio es el padre del arquitecto Oscar “Pilú” y de Odila, que prácticamente se criaron en la Casa. En la foto aparecen todos siendo niños.

DE 1912 MÁS O MENOS

La fotografía fue tomada en el mismo patio interno que EL PUEBLO recorrió el pasado viernes en un camino que conduce ahora hacia la piscina del complejo.

Según Lil esa foto es antiquísima, ya que su madre tendría “unos 8 años y había nacido en 1904”. Así que la foto debe ser aproximadamente del año 1912. La Casa es del año 1878.

EL ASCENSOR

La Casa tiene un ascensor que funciona desde antes de que se contara con energía eléctrica. Luego funcionó a 110 voltios y actualmente a 220. La encargada indicó a EL PUEBLO que “hace mucho ruido porque es de buje, y se utiliza normalmente cuando hay necesidad de llevar algo para la planta alta”. Historió que su bisabuela era una persona muy grande, que llegó a pesar 160 kilos y utilizaba un sillón de ruedas para desplazarse, y en ese sentido era de mucha utilidad el ascensor. “Después de los años resultó que tenía un problema glandular”.

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La familia Ambrosoni en el patio de su casa en el año 1910.

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