En todo el país, el riesgo a que se ven sometidos los inspectores de tránsito municipales es tema de preocupación. Tanto es así que en Montevideo el sindicato correspondiente llevó adelante una medida gremial, consistente en no cumplir su función, debido precisamente a que considera que sus integrantes se ven desprotegidos ante la iracundia de algunos conductores y temen por su vida.
En Salto – tenemos entendido – que se trabajó en una actitud gremial de protesta debido a las agresiones sufridas por dos funcionarios durante el fin de semana anterior.
En realidad a nadie puede sorprender la situación porque es moneda corriente en todos lados que un porcentaje al menos, de los conductores inspeccionados se consideren “agredidos” en sus derechos, cuando se le requiere la documentación correspondiente.
En estos casos es usual explotar “a la uruguaya”, mediante insultos, amenazas y agravios, cuando no, llegar incluso a la agresión física, actitud que también es bueno decirlo, explícita o implícitamente muchos salteños comparten.
Es una manifestación más de los violentos que entienden que las cosas se solucionan únicamente mediante la violencia.
Es por lo tanto, absolutamente inadmisible y totalmente repudiable, que quede claro.
No desconocemos que hay algunos inspectores de tránsito – es bueno decir también que constituyen una minoría muy baja – que tienen actitudes improcedentes que no corresponden a la función que cumplen.
También es cierto que hemos visto muchas omisiones, menores, pero omisiones de parte de los inspectores. Sobre todo en lo que tiene que ver con la detención de los vehículos en el sitio que corresponde, cuando hay semáforos, en el cruce con luz amarilla y similares
Pero es importante destacar que esto no es lo habitual, porque lo que hemos visto son actitudes correctas e incluso a veces hemos visto soportar por parte de los conductores o pasajeros de vehículos, actitudes totalmente fuera de lo que corresponde.
En el fondo no es más que una manifestación – bastante tonta por supuesto – que apunta a desvirtuar o disimular alguna irregularidad. Esto es, una muestra más de “viveza criolla”, mal entendida.
Es a todas luces, triste además, ver como estos mismos “vivos”, se van al molde, cuando junto a los inspectores está la Policía.
Si entendiéramos que la función inspectiva, no sólo es correcta, sino imprescindible quizas obraríamos de otra forma.
Es importante que la comunidad toda se pronuncie en estos casos. Así como se dan a conocer las actitudes fuera de lugar de algún inspector “desubicado” o mal formado para el cumplimiento de su labor, deben condenarse debidamente las reacciones violentas que tienen estos conductores.
La agresión es un delito y si es cometida por un menor de edad –caso lamentablemente frecuente – también debe ser sancionada con todo el rigor de la ley.
Las cosas en su lugar.
Tránsito: las cosas en su lugar
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