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TEATRO Y TEATRALIDAD

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Diario EL PUEBLO digital
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Por el Lic. Pablo Sánchez

Mi camino transitado en el teatro me lleva a confirmar que actuar presupone tener conciencia de cierto desencuentro con la realidad, la actuación para mi es la memoria colectiva difusa de la comunidad.

Trato de tener cuidado con lo que llamo “industria del entretenimiento” por considerar que con su accionar invasivo, se ha apropiado de muchas cosas haciendo que todo se torne funcional, superfluo, liviano e inmediato.

Pienso que si la única forma de abordar el teatro es desde un procedimiento de encontrarnos, agruparnos, ensayar y armar el texto, es demasiado limitado, lo puede hacer cualquiera, lo que sí es verdaderamente importante es si se genera un LENGUAJE.

Crear un lenguaje propio es dar vida a un acontecimiento, eso permite un vínculo con el otro, enorme, gigantesco, que no puede quedar reducido a la hipótesis de cuantas entradas se han vendido. Creo que ese aspecto es nombrado y destacado por el teatro comercial para tranquilizarse en relación a otro aspecto más inasible que está en juego que es que te quieran; que no estas psicótico… que hay otro que está en contacto con vos. Sobre todo si el lenguaje que vos desarrollas no corresponde al canon de lo que deberías hacer.

Por eso, al CONSTRUIR UN LENGUAJE, estas más en riesgo porque no existe algo que lo preceda, el riesgo es mayor que en la reproducción de oficio.

El trabajo de la dirección en relación al sometimiento con el texto, consiste en mantenerse cerca del texto, tratar de hacer lo que él propone que se haga, teniendo una lectura inteligente y sensible sobre él, estará bastante más amparado que si piensa que el director es el que va a generar un relato radiante, que tiene que ver con las leyes de la escena que con los vínculos múltiples entre el tiempo, el espacio, etc. En este último caso, todos esos elementos juntos se van a narrar en el CUERPO de los actores, no en los personajes solamente. Seria estudiar de manera exhaustiva con los actores para que el arco expresivo de la actuación trate de ir al máximo. Después la persona /actor va a establecer una relación con las obligaciones que las propias situaciones, los textos y las lógicas vinculares, espaciales, psicológicas del sujeto/personaje requieran. Se trata de dos formatos que corren diferentes riesgos.

La experiencia no es sencilla: tratar de ver que puede narrar la opinión de un personaje que se presenta pero al mismo tiempo, haber desarrollado algún tipo de opinión que narre la opinión del actor sobre ese personaje… que el actor se haga presente al mismo tiempo se haga presente el “ser” que presenta el actor.

En este momento de mi búsqueda, afirmo que la actuación debe desarrollar un relato muy nítido donde el actor piensa en el personaje y en su desarrollo y al mismo tiempo no se olvida de que está actuando, en función de resultados orgánicos.

En el teatro son los procedimientos los que te permiten ver el tema desde otra perspectiva. Los temas no cambian mucho en el teatro occidental, hablan de la muerte, del poder, de las ambiciones de los hombres, del amor, lo que varía son las formas. El espectador completa en el teatro lo que significa el hecho, completa en la creencia de que el actor está actuando (relato propio del actor) además de estar haciendo un determinado personaje.

En el teatro no se respeta las leyes temporales de la causalidad, el tiempo se mueve para cualquier lugar según los objetivos que se planteen en la propuesta y eso lo hace un hecho único.

Las leyes de “mercado” hacen que las técnicas de reproducción, las técnicas de entrenamiento, de interioridad, las técnicas sensoriales, todas las técnicas, se conduzcan a convertir al actor en un intérprete, que va a ser útil para un sistema de producción que requiere que haya una obra, que haya personajes, que sean definidos, que exista una trama , una intriga, que sea legible, comprensible y que el que pague la entrada pueda seguir esa situación.

Pero hay otras técnicas, con las que me siento más identificado, que ubican al actor como un elemento más soberano y peculiar de la escena, narrándose en él, algunos de los elementos del lenguaje más singulares.

Considero que sin relato no hay historia, sin historia no hay hombres y sin hombres no hay política. En ningún espectáculo de todos los que participe se habló de forma directa de política, porque me parece que es una forma de anularla. De hecho, los políticos hablan todo el tiempo del mundo de la política y quedan atrapados en su propia lógica, imposibilitados de pensar sobre la vida real que llevamos adelante las personas comunes. Carecen de una sensibilidad profunda en relación a imaginar otra forma de pensarnos socialmente, otra forma de pensar las relaciones humanas, otra manera, superadora, del modelo que la política impone.

Si fuera por mí, ensayaría todo el tiempo. No es en el público en lo que pienso primero, no me interesa especialmente en la etapa creativa. Entiendo el nivel de importancia que tiene para un espectáculo, particularmente para la actuación, porque ahí va a fluir la potencia que solo la mirada del espectador puede generar. Definitivamente, es mucho más epifánico lo que sucede en los ensayos que lo que pasa en las funciones. Aun con los errores y los disparates que son moneda corriente, los niveles de teatralidad están más latentes en el ensayo que en la función.. Lo que más me interesa es la búsqueda de lenguaje.

Lo más complicado del teatro es el coloque, no es tanto actuar, porque uno piensa actuar como una cosa mágica, pero en realidad es tener una apertura sensible y artística y estar conectado. El problema es cómo obtener ese coloque constante.

El ego es lo que nos hace a nosotros en el teatro tener nuestras cualidades sobresalientes exaltadas. Pero al mismo tiempo, cuando las tenés exaltadas es cuando peor actuás, porque vos estabas mostrando tus virtudes. Son barreras mostrando tus virtudes. Cuando vos rompés eso y estás con tu hipersensibilidad abierta, relajada y dispuesto a estar en el aquí y en el ahora, es cuando empieza la magia del teatro.

No creo en los personajes. El personaje existe, pero siempre es él, el actor. Si no, esa capa pasa a ser una traba entre su sensibilidad y el espectador, un “me defiendo con un personaje”. Lo lindo es cuando el teatro está pasando y el actor es en ese momento. Cuando decís “esto, el juego, sucedió”. Lo que tiene que suceder es el juego del teatro, no importa si los personajes tienen determinadas características, o lo que sea. Eso sería muy simple. El asunto es cuando ese personaje está en mí, jugando. El teatro siempre es juego, nunca es verdad. No puede partir de una premisa de verdad. Para que sea verdad, para que suceda lo que es verdad es el juego. El juego es verdad. Yo lo que quiero cuando venís al teatro a verme es que vos juegues conmigo. Y yo el juego lo hago de verdad. Ese es el margen de ir sintiendo juntos. Desde ese punto sí el teatro se vuelve verdad. Pero no es que el actor cuando hace de asesino sea efectivamente un egocentrista asesino. Lo jugó él. Lo jugó bien.

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