Llegan en busca de trabajo y una vida mejor y destacan la predisposición de la gente a hacerlos sentir como en casa
Uruguay es un país de inmigrantes. La escasa o nula población autóctona de nuestro país da cuenta de una sociedad producto del mestizaje, de hijos de inmigrantes que vinieron a “hacer la América” y de hijos de esclavos africanos, que fueron traídos a nuestro país contra su voluntad.
Los extranjeros, trajeron el impulso para llevarnos a la vida moderna y nos hicieron perder la autenticidad de los pobladores de esta tierra, forjando una cultura particular entrelazada con las diferentes tradiciones, en una mezcla sin igual que dio origen a esta sociedad caracterizada por la tolerancia y la laicidad como estandartes de que siendo todos diferentes podemos vivir juntos bajo un mismo cielo.
Pero así como esta tierra recibió una gran oleada de extranjeros llenos de ganas de salir adelante y de formar una vida nueva pronto también se vio obligada a desprenderse de sus hijos, cuando a inicios de este siglo expulsó a muchos jóvenes que no hallaban en Uruguay un lugar próspero para vivir.
Hoy, el mundo se encuentra revolucionado viviendo una masiva ola migratoria y las fronteras que imponen los países no dan tregua a las ganas de una vida mejor, al espíritu de aventura y al impulso que la globalización genera.
NUEVAMENTE UN PAÍS DE INMIGRANTES
Uruguay se ha vuelto nuevamente un país de inmigrantes, más allá de que todavía muchos uruguayos continúan emigrando del país y otros que se fueron a comienzos de siglo están retornando.
Actualmente, en Uruguay hay 34.086 inmigrantes trabajando, según datos del Banco de Previsión Social de mediados de este año. De este total, un 56% son hombres y un 44% son mujeres.
Sin contar a los 29.084 extranjeros que han recibido la ciudadanía o documento uruguayo, la mayoría provienen de Argentina (1.694), seguido de los inmigrantes cubanos (1.149) y los brasileros (964). Después, están los venezolanos (156) y los españoles (126). Además, varios inmigrantes provienen de Venezuela, Paraguay, Estados Unidos, India y Perú.
El 19% desarrolla tareas en comercios al por mayor o al por menor, el 10% en el ámbito agropecuario o de forestación y un 9% se coloca en la industria manufacturera. Además, un 7% trabaja en el área administrativa y un 6% en la enseñanza.
EL INFORME DE HOY
En el presente informe, EL PUEBLO recoge los testimonios de algunos inmigrantes que llegaron a nuestro país en estos últimos años, cuentan su historia, los motivos que los hicieron dejar su lugar de origen, su familia, esperanzados por cumplir sus sueños y vivir una vida mejor.
Todos coinciden en que encontraron en Uruguay gente muy amable y abierta al extranjero, gente dispuesta a dar una mano y eso es algo que valoran mucho.
Destacan también lo lindo de vivir en una ciudad pequeña, donde se disfruta más del contacto con la gente y la naturaleza, algo que se pierde en las grandes ciudades.
Si bien a todos les costó encontrar su camino en una nueva tierra, no dejan de reconocer el apoyo que recibieron y la predisposición de los salteños a mostrase abiertos al extranjero para hacerlo sentirse como en su casa.
“Cuando voy a Brasil, Argentina o Uruguay, me siento como en mi país”, comentó la joven marroquí, Fatiha Marouane
Fatiha Marouane es una joven marroquí, que llegó a Salto desde el norte de Africa, en esa búsqueda por conocer nuevos lugares y cargada de un espíritu de aventura.
En un primer momento pensó en irse a vivir a Brasil o Argentina, pero a raíz de unos amigos uruguayos decidió quedarse en nuestro país.
Vive en Salto desde hace dos años y medio y actualmente trabaja en la cervecería Valhalla, ubicada en Soca y 8 de octubre.
Al momento de hablar con ella, Fatiha se encontraba en su ciudad natal y desde allí dialogó con EL PUEBLO pero afirmó que este martes o miércoles estará nuevamente en Salto.
La joven, se refirió a nuestra ciudad, su gente y lo mucho que le gusta este lugar sin dejar de manifestar su interés por el país norteño, donde le gustaría vivir algún tiempo, aunque no le gusta la idea de aferrarse a ningún lugar en particular.
Fatiha tiene 28 años y conoció a algunos uruguayos hace varios años atrás en su país. Con el tiempo tuvo la idea de venirse a Sudamérica, primeramente a Brasil, a empezar de cero, conseguir un trabajo en ese país e iniciar una vida nueva; pero sus amistades en Uruguay la trajeron hacia estos pagos.
“Siempre quise vivir en Brasil, me gusta mucho ese país y eso es algo que siempre quise hacer”, comenzó diciendo Fatiha, pero en Salto se encontró con varios amigos y pronto consiguió un trabajo, así que se quedó a vivir en nuestra ciudad.
“ESTOY CONTENTA, ESTOY FELIZ EN SALTO”
Fatiha habla muy bien español, más allá de que su acento la delata como extranjera, incluso se puede apreciar en su hablar algunos modismos propios de nuestra lengua. Asegura que se adaptó muy bien a las costumbres de nuestro país y que le gusta mucho vivir en Salto.
“Estoy contenta, estoy feliz en Salto. Nunca pensé que me gustaría tanto vivir en una ciudad así, pequeña, aunque estaba acostumbrada a vivir en ciudades más grandes. Me gusta de Salto sobre todo la tranquilidad porque en las ciudades grandes hay todo, se puede trabajar, ir a estudiar, hacer todo a la vez, ir a muchos lugares diferentes, pero el tiempo pasa tan rápido que a veces uno no aprovecha lo que es disfrutar el aire, la naturaleza, el contacto con la gente, cosas que son más importantes en cierto sentido y que en Salto se pueden hacer”, comentó la entrevistada.
Para la joven marroquí, es muy importante poder mantener ese equilibrio en la vida, entre la actividad profesional y la vida social así como el vínculo con la naturaleza, “algo que la gente que las personas que viven en ciudades grandes lo pierden”, sobre todo esa tranquilidad para disfrutar de las pequeñas cosas.
EL BUEN TRATO A LOS EXTRANJEROS
La joven, aseguró que los uruguayos le dieron la bienvenida y la trataron siempre muy bien, algo que para ella es una característica en toda Sudamérica “ahí es como que se trata muy bien a todos los extranjeros, te dan siempre la bienvenida, algo que no pasa en todos lados como por ejemplo muchos países de Europa”, agregó.
Más allá de lo mucho que le gusta Salto, Fatiha comentó que no tiene pensado vivir aquí definitivamente, ya que mantiene muy firme su intención de irse a vivir a Brasil. “No me gusta quedarme en un lugar para toda la vida, me gusta mucho viajar y conocer gente y lugares, descubrir…”
LE EXTRAÑÓ LA FALTA DE ESPACIOS PARA BAILAR TANGO O SALSA
Fatiha comentó que en Marruecos se pueden encontrar muchos restaurantes donde se vende comida típica de América Latina y lugares para bailar la música tradicional de estos países como el tango o la salsa. Por eso, le llamó mucho la atención que en Salto no hubieran lugares para bailar este tipo de música y que la gente de aquí no sepa bailar el tango por ejemplo. “Pocas veces se ven cursos de tango, salsa o bachata o lugares para bailar esa música, cuando aquí (en Marruecos) hay muchos boliches donde se pueden conseguir esas cosas”, dijo la joven.
Sobre su país natal, señaló que desde el punto de vista geográfico es bastante parecido a Argentina, porque “hay un poco de todo”, desde zonas desérticas, espacios verdes, hasta montañas, rodeada por el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.
“ME SIENTO COMO EN MI PAÍS”
“Cuando voy a Brasil, Argentina o Uruguay, me siento como en mi país, no me siento extranjera, no he sentido discriminación ni nada de ese tipo. Me gusta estar ahí, me siento bien y quiero seguir ahí, en Salto, no sé muy bien hasta cuándo pero por el momento tengo seguro que pienso quedarme un tiempo”, concluyó Fatiha.
“La gente me ha recibido muy bien”
Rolando Gonzalez Yupanqui – 18 años después de llegar desde su Perú natal
Rolando González Yupanqui (47) nació en el pueblo del Callao (Perú) hace 18 años llegó a nuestro país y hace once años que se instaló en Salto y logrando consolidar su propio negocio.
Recuerda que la salida de su país no fue para venirse directamente a Uruguay. Como la gran mayoría de las personas que apuesta a residir en el extranjero, lo que lo motivó fueron las vicisitudes económicas que en ese momento imperaban en su país.
“Los noventa asediaron a Perú con una dura crisis política y económica.
Ya en ese entonces era un trabajador independiente. En ese tiempo las cosas no daban para más… teníamos un negocio familiar.
Me decidí a salir y probar suerte. Desde allí siempre hemos tenido la idea de que a la gente que sale del Perú le va mejor…. a mí me llevó bastante tiempo.
En la búsqueda de un mejor futuro, el primer destino de Rolando González fue Buenos Aires. Pero lastimosamente allí lo sorprendió la crisis del 2002 y decidió emigrar a la tierra uruguaya, porque el dinero para auto abastecerse ya se le estaba acabando.
“Me empecé a preocupar porque no tenía trabajo estable y decidí irme de Buenos Aires, pues allí no vislumbré ningún futuro” – explicó
Un conocido le informó que en el puerto de Montevideo tenía la posibilidad de trabajar en los barcos españoles.
No obstante aquí también se vivían momentos muy complicados, ya que la crisis también sucedió aquí.
Transcurrió un poco de tiempo, precisamente dos años haciendo changas hasta que un compatriota le posibilitó trabajo. “Ciertamente me dio ese puntapié inicial para a posteriori establecer mi negocio y me hizo sentir en todo momento que estaba con mi gente, las mismas costumbres, lo que me hizo más fácil la adaptación” – compartió Rolando.
Fue así que poco a poco en el rubro de variedades – fue haciendo negocios por todo el país.
Rolando había vivido la experiencia del comercio familiar, por lo que le fue relativamente fácil insertarse en el mundo de los negocios.
“Mi padre fue un comerciante de toda la vida… al comienzo estuve vinculado al comercio obligado por él, guiado por la crianza antigua en la que los miembros de la familia tenían que colaborar.
El Perú la gente del interior es muy por la familia, por ello se les inculcó el trabajo familiar.
Pero en este caso, a raíz de la crisis el negocio familiar ya no alcanzaba para todos.
Ello me motivó a salir del país y probar”.
¿Cómo se le dio la posiblidad de venir a Salto?
-”Esa es otra historia… el amigo que me dio trabajo era conocido en todo el Uruguay porque lleva mucho más tiempo que yo aquí.
En Montevideo le iba muy bien el negocio.
Se enteró de un local que había en Salto para alquilar y pensé que no perdía nada en probar.
Me ayudó a instalarme. Como todo negocios los resultados llegan con el tiempo.
Los primeros años estuve viviendo detrás del local… una cama, un televisor y el negocio adelante, porque no daban las ventas para tener una casa o un monoambiente para vivir aparte cómodamente”.
Paulatinamente el negocio creció y una de las ventajas es que Rolando resolvió siempre todo de forma independiente; se encargaba él mismo de las reparaciones y reformas, tratando de minimizar los gastos.
La gente lo fue conociendo, se fue acostumbrando a la forma de venta y la clientela no se hizo esperar.
Pese a que la crisis ha vuelto a golpear, las ventas aún permiten solventar lo básico y el negocio va sobreviviendo.
“Nos enfocamos a lo novedoso… la idea es brindar una atención personalizada y estar siempre presentes. Creo que es fundamental que el empresario tiene que estar pendiente de su negocio y atender a la gente.
-Luego de 18 años en nuestro país. ¿Qué balance hace?
-”La gente es espectacular… la evaluación que hago es muy buena. Se muestran muy ávidos de conocer otras costumbres y culturas.
A veces se dan excepciones de quienes cuestionan la presencia de extranjeros…
Perú en estos momentos está mejor, ha repuntado en la economía y hay más trabajo. Pero yo ya tengo cierta edad y me he organizado aquí. Hace poco estuve de visita por mis pagos.
No estoy en edad de irme y comenzar de nuevo. Aquí me siento cómodo y bien.
La gente me reconoce… siempre me he conducido con respeto y pienso seguir en ese camino”.
Salteños que emigraron a China, formaron su familia y resolvieron regresar
“El choque cultural que uno siente cuando vuelve a su país, es mayor que el que sintió cuando se fue al extranjero”
Irene Araújo vivió en China durante 23 años; Marcelo Neira,12. Se conocieron y decidieron formar una familia, en la que tuvieron dos niñas, Juliette y Noemí. Por una decisión familiar retornaron al país y a su Salto natal, no sin reconocer que su vida en China fue cómoda, y que volverían a vivir allí, si nuevamente tuvieran la oportunidad.
Cuéntennos su historia.
Fuimos a vivir a China separadamente. Yo, Irene, fui la primera becada uruguaya por el gobierno chino para estudiar chino; estuve estudiándolo durante 4 años y medio en Chengdu, capital de la Provincia de Sichuan, a instancias del entonces Embajador uruguayo en China, Pelayo Díaz, a quien le agradezco muchísimo. En tanto que Marcelo, estudió en Beijing, capital de China.
Nos conocimos, nos casamos y tuvimos a las niñas, quienes nacieron en Guangzhou, Provincia de Guangdong.
¿Por qué volvieron al Uruguay?
En principio, la empresa en la que trabajábamos, cerró; y, por ende, se nos terminó la visa. Las empresas otorgan una visa de trabajo, y el gobierno deja trabajar a toda la familia sin problemas. Al quedarnos sin la visa, y al tener dos hijas chicas, que nacieron en China, decidimos volver. Podríamos habernos quedado nosotros solos con una visa de negocios, pero, al tener niñas que debían ir a la escuela, consideramos que se nos iba a complicar la situación. Teníamos que buscar otro empleo para que se nos pudiera dar la visa de residencia, como se le llama, y era difícil.
Pero, además, las niñas ya habían comenzado a preguntar por qué vivíamos lejos de la familia y por qué los otros niños tenían primos y ellas no, y cosas por el estilo. Por lo tanto, fue una combinación de todo. Entonces, como era una época especial al ser ellas relativamente chicas, una tiene 11 y, la otra, 9 años; si demorábamos dos años más en volver, comenzarían otra etapa donde cambian las amistades, por ejemplo, y se volvería más difícil para ellas. O regresábamos en ese momento, o no lo hacíamos más.
¿Sin documentación de trabajo por más años que sea que vivan allí, no es posible continuar?
China como país es muy estricto. En un tema como el que le mencionamos de la visa, no se puede estar con la documentación correspondiente; no es como en otros países donde se puede quedar por unos meses y, después, resuelve. En China, no se puede. La visa es lo que le permite estar en el país, y por el sistema que utilizan, muy estricto, conocen muy bien quienes son los que están de forma regular y qué visa se tiene. Cuando se vence la misma, ellos saben bien dónde vive cada uno, y hacen cumplir la norma. En ese sentido tienen todo sumamente controlado.
¿Cuál sería la razón más fuerte por la que regresarían al Uruguay más allá de la laboral y familiar?
En primer lugar, por la familia. Reiteramos, ese fue, el empuje que tuvimos a la hora de regresar. Y, luego, obviamente que las costumbres, más allá de que en nuestro caso y en el de las niñas, por ser nacidas y criadas allá, no nos fue difícil adaptarnos, además de sentirnos muy cómodos.
Los padres, los nuestros, por otro lado ya se estaban poniendo viejos, y las niñas querían conocer a sus abuelas y resto de la familia.
Una de las abuelas falleció, y ante la situación de haber cerrado la empresa en la que trabajábamos, vimos la oportunidad antes de que se perdiera a otro de los abuelos. Eso cuenta, y, por algo pasan las cosas.
Al ser las niñas nacidas en China, ¿no hay inconvenientes legales en traerlas a un país extranjero por más que sea el de origen de sus padres?
No, porque el gobierno chino, por más que haya nacido allí, al tener ambos padres extranjeros, no permiten ser ciudadanos chinos. Nuestras hijas son chinas, nacieron allí, pero, no son ciudadanas chinas. Dan todas las facilidades para realizar la documentación, pero, se tienen la nacionalidad de los padres extranjeros. En sus pasaportes figura que nacieron en China. Si uno de los padres sí es chino, se da la oportunidad de optar por qué nacionalidad tener.
¿A quién le costó más el desarraigo?
A las niñas; sobre todo por el tema estudio. En China estudiaban chino e inglés, en una institución educativa de tiempo completo. Cuando llegamos y comenzaron la escuela, les costó bastante el asunto de la escritura y la lectura en español, el que si bien hablaban, porque en nuestra casa lo hablábamos, no sabían leerlo ni escribirlo.
Ahora, avanzaron y están mejor. Luego extrañaron y extrañan mucho la comida, la cual se compone de una dieta absolutamente diferente. Nuestra hija mayor, por ejemplo, extraña mucho el sushi, que es a base de pescado.
En Salto, no hay lugares que vendan comida típicamente china, entonces, extrañan más. Ellas ya se han uruguayizaron; hasta el acento salteño adquirieron, que cuando vinimos mezclaban las palabras, ahora, ya asimilaron el “ya era”, con fuerza en a y griega. En cuanto a nosotros, consideramos que la tradición familiar de respeto a los mayores, y al valor de la familia, es lo que más resaltamos de la cultura china. También el respeto a la autoridad, por lo tanto es mucho más seguro que acá. Son preservadores de sus tradiciones culturales, muchísimo más que nosotros.El choque cultural que uno siente cuando vuelve a su país, es mayor que el que sintió cuando se fue al extranjero. Siempre me lo dijeron, y comprobé que es verdad.
Desde Venezuela a Salto
Dr. Erick Martínez “Quería asegurarles una vejez tranquila a mis padres y tomé la decisión”
Es Médico Cirujano con varias otras especialidades. Nació en la ciudad de San Cristóbal (Venezuela) y hace más de un año que se halla radicado en nuestra ciudad. Su fascinante y conmovedor testimonio no dejó de sorprendernos y darnos una lección de humildad y espíritu de lucha. Erick Martínez tiene 39 años y en su relato revela en todo momento su sentimiento vocativo hacia su profesión. En Salto está desempeñando su función médica en Cacennas y Centro de Asistencia Médica de Salto.
Para colocarnos en la escena de su ciudad de origen, cabe decir que San Cristóbal es una ciudad lindera con Colombia.
Es la capital del Estado de Táchira, una ciudad con aproximadamente de seis millones de habitantes.
“Solía ser una ciudad muy tranquila, empero a raíz de todo este éxodo que se ha presentado, es la puerta de salida de todo el mundo de Venezuela” – aclaró nuestro entrevistado.
En aquella hoy caótica ciudad pulula el contrabando, se venden sellos de pasaportes y otras arbitrariedades de las cuales la gente es víctima por intentar salir del país en la búsqueda de una esperanzadora oportunidad para sus vidas. El profesional nos contó que aún existe mucha desinformación y que la realidad tremenda que se vive en su tierra de origen supera a la ficción.
Erick desde aquí está apoyando a sus padres Aureliano de Jesús Martínez Oliva y Marina Hernández de Martínez que han quedado en San Cristóbal.
-¿Cómo fue su travesía para poder salir de Venezuela?
-”Para poder cruzar tuve que ir dieciocho días antes a sellar el pasaporte y me tocó dormir en la calle para poder salir.
Sin embargo, sellé el pasaporte, crucé la frontera y sellé como que había entrado a Colombia y como es una frontera similar a la de Rivera y Livramento me volví otra vez a San Cristóbal. Tuve que hacer esa gestión para no retrasarme el día de salida, pues me arriesgaba a perder el vuelo”. Erick tomó la decisión de emigrar para poder progresar integralmente y apoyar a su familia. Anteriormente trabajó como Médico Cirujano en Caracas, en la Isla de Margarita y era el médico de cuatro islas más. “Siempre trabajé en ese entorno marítimo y en muchos estados del país… siempre estuve fuera de casa. Pero en vista de la situación que se presentó en Venezuela y la escasez de alimentos, me volví a mi estado y me instalé con mis padres.
Tenía cuatro consultorios en mi ciudad. Como no hay transporte, era más viable para mí trasladarme hacia esos sitios con un número determinado de pacientes. Y funcionó.
A todo ésto debía viajar a cuatro ciudades diferentes. Tuve mi primer consultorio a Ciudad de Ojeda. Con todo ésto me ganaba cuatro dólares al mes”.
Su labor era muy árdua… en pocas horas debía intervenir quirúrgicamente a más de una veintena de pacientes; así pasaron cinco años.
Se graduó con apenas 22 años y la UNESCO le ofreció una beca para formarse en Derechos Humanos y Bioética y así lo hizo.
“Cuando me preguntaron donde quería hacer mi tesis dije Cuba, pues consideré que era el país donde más se violaban los derechos humanos en Latinoamérica. Estando allí conocí a delegaciones de más de setenta países. Y tuve muy buena liga con la gente de Uruguay, de hecho mis mejores amistades son de este país”. Lorena y Patricia son médicas, Silvia es educadora.
Siempre me instaban a que me viniera a Uruguay… la situación se puso tan difícil en mi país que finalmente tomé la decisión.
Mi gran preocupación era asegurarles la vejez a mis padres.” – relató Martínez.
Una amiga odontóloga le prestó los unos tantos dólares para comprar el pasaje. Juntó dos morrales llenos de dinero correspondiente a trescientos mil bolívares – dada la devaluación de la moneda venezolana.
LA GRAN TRAVESIA DEL CRUCE DE FRONTERA
Finalmente llegó el decisivo día y Erick Martínez vivió los momentos más estresantes de su vida al cruzar la frontera.
Debió ocultar su título universitario en la manga de una chaqueta, pues corría el riesgo que se lo confiscaran y allí iba…. en compañía de sus padres que le hacían el aguante.
En el camino hacia la Aduana Internacional había una cuarentena de soldados… Erick corría el riesgo que le descubrieran el título y se lo destruyeran por el simple hecho de coartar su salida del país.
“Cuando apenas crucé la línea sentí como si me quitaran kilos de cemento de encima” – rememoró el joven médico. Del bruxismo que experimentó durante todos esos días a causa del stress, se arrancó pedacitos de la lengua.
Luego de llegar a Montevideo, arrancó para Salto donde fue recibido por sus amigos Silvia Pereira y Matías Selva a quien le estará agradecido de por vida así como también su amiga odontóloga que le prestó el dinero para hacer el viaje que le cambiaría la vida.
Ni bien llegó a Salto empezó a hacer los trámites pertinentes de reválida para poder ejercer su profesión y todo se dio favorablemente.
“No estoy ejerciendo como cirujano porque aquí me piden dos años más de estudio. En mi país llevaba más de diez años ejerciendo como tal.
No obstante me embarqué en una especialidad que toda la vida quise hacer que es Psiconeuroinmunoendocrinología y ya he hecho un año de este post grado”.
Su proyecto de vida es poder alquilarle una casita para sus padres en Colombia y que cada tanto puedan ir a visitar su residencia en Venezuela.
Pero no todo fue tan fácil a su llegada…se dedicó a vender panes en la calle, portando su gorrita venezolana (que tiene un gran significado para él, ya que es uno de los pocos objetos que logró traer consigo).
Casualmente se encontró con un salteño que residió muchos años en Venezuela – con hijos venezolanos y agradecido por lo que le brindara aquel país, le dio una mano.
Consiguió entonces su primer trabajo formal en una conocida casa de electrónica de nuestra ciudad.
Erick no tuvo reparos en tomar el trabajo que las circunstancias le ofrecieron en ese momento y así fue saliendo adelante.
En un mundo rodeado de materialismo, el testimonio de este médico venezolano que se ha instalado en nuestra ciudad nos invita a reflexionar y a ser más agradecidos.
